La década de 1990 fue quizá la más conflictiva que afrontó el régimen del entonces presidente Fidel Castro. La posibilidad de salir de la isla y convertirse en exiliado era una de las opciones para aliviar las tensiones del día a día en ‘Como polvo en el viento’, una novela intensa de Leonardo Padura.
Leonardo Padura, La Habana 1955, es el escritor de mayor producción literaria de las dos últimas décadas en Cuba; y nunca se reserva nada, cuenta todo lo que ocurre en su país y eso es bastante.
En ‘Como polvo en el viento’, Tusquets y Planeta Colombiana 2020 Padura no se centra en uno o dos personajes, son varios, casi una decena, los más importantes son los miembros del Clan, amigos inseparables y unidos por la desgracia y sueños similares de que todo va a cambiar.
La unidad y la camaradería del Clan se comienza a desgranar cuando cada uno de los personajes, por diversas razones deciden dejar Cuba con la esperanza de conseguir una mejor vida en el exilio.
Y no es sólo Estados Unidos, el país que más inmigrantes cubanos ha recibido, los personajes de Padura han llegado a Argentina, Madrid, Barcelona, Puerto Rico, Francia.
Es la historia del desarraigo triste, aunque también de esperanza y logros profesionales, de reinventarse cada día y de sentimientos encontrados entre los que anhelan regresar y los que dijeron adiós para siempre.
El autor de ‘El hombre que amaba los Perros’, ‘Herejes’, ‘Adiós Hemingway’ y de varias novelas policiales, en ‘Como polvo en el viento’ narra las dificultades para conseguir alimentos en un país bloqueado económicamente por su vecino estadounidense.
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La crisis de 1990
Como dice Padura, es una novela de ficción, pero basada en hechos y personajes de la vida diaria y real; son los temores de cada uno de los personajes cuando toman la decisión de largarse de su tierra natal.
Es el miedo de irse y en exilio volverse apátrida; es el temor de salir y no regresar nunca más.
En La Habana se vivían tiempos difíciles de escasez, de racionamiento de energía eléctrica, los días y los años pasaban demasiado lentos y, en realidad, eso era lo más exasperante.
Era la década de 1990 y la idea de irse se volvió obsesiva y desesperante, escapar era visto como la única alternativa. Algunas embajadas acreditadas en La Habana eran invadidas en busca de un salvoconducto.
Sedes diplomáticas europeas, la de Estados Unidos o la de Burkina Faso, daba lo mismo, lo único importante era dejar el pasado atrás, tal como narran algunos de los personajes de la novela.
Simultáneamente comenzó el secuestro de embarcaciones, algunas lograban el objetivo de llegar a las costas estadounidenses, otras simplemente naufragaban o quedaban a la deriva sin que nadie las reclame.
Confusión
Desde la Florida llegaban mensajes confusos acerca de la inminente salida de una flotilla de embarcaciones con el propósito de recoger a todos los cubanos que deseen emigrar.
La situación se volvió desesperante y las calles de La Habana se calentaron y no solo por razones atmosféricas, de acuerdo con el relato.
La desesperación crecía, los enfrentamientos callejeros fueron violentos, intervinieron brigadas de respuesta rápida para intentar calmar la situación y contrarrestar a la turba.
“En los enfrentamientos se rajaron cueros cabelludos, se quebraron brazos y costillas, hasta algún ojo saltó de su órbita mientras se realizaban detenciones”, narra Horacio, un profesional que terminaría exiliado en Puerto Rico.
Los años de 1990 fueron los más tétricos del llamado Período Especial, algo similar a un estado de emergencia permanente.
Sobrevivir como se pueda
Todo faltaba y la lucha cotidiana se redujo a la agónica obtención de lo que apareciera para aguantar el día a día; “la gente se empeñó en esa guerra por la subsistencia o se dejó arrastrar por la desidia”.
En la época más romántica y estable del Clan, Darío era un neurocirujano de mucho prestigio que terminaría por exiliarse en Barcelona; dejó a su esposa Clara en Cuba, ella se unió luego con otro del grupo, Bernardo, alcohólico incontrolable.
Elisa Correa, la esposa de Bernardo, que era estéril, había quedado embarazada de Horacio, el físico que se exiliaría en Puerto Rico. La hija de Elisa, nacida en Estados Unidos, conoce a Marcos, uno de los dos hijos de Darío y Clara.
Elisa había abandonado Cuba de manera misteriosa tras el nunca aclarado suicidio de otro de los miembros del Clan: Walter, un bueno para nada que solamente pensaba en abandonar Cuba.
La habilidad narrativa de Padura permite mantener la intriga y la revelación de verdades recién en las últimas de las 669 páginas de la novela que fácilmente se ubica entre las mejores del escritor que en 2015 ganó el prestigioso premio Princesa de Asturias.