Anamaría Chediak es Embajadora de Marca Diners Club. Su fotografía se ha convertido en una ventana para descubrir experiencias sin límites y en un espacio donde la cultura se vive y se disfruta a través de cada país que nos muestra desde el lente de su cámara.
Cuando Anamaría Chediak se conectó con la fotografía, lo análogo todavía reinaba sobre lo digital. Había rollos fotográficos, procesos de revelado y cuartos oscuros. Ese mundo de tiempos lentos y pausados marcó su vínculo con este oficio.
Treinta años más tarde, sentada en el recibidor de su casa, rememora esos primeros años y habla de sus libros, de sus exposiciones individuales y de las tres constantes en su trabajo fotográfico: los paisajes, la fauna salvaje y las personas. En sus palabras descubrimos lo que es vivir experiencias sin límites alrededor del mundo.
¿Cómo ha sido ver el mundo detrás del lente de una cámara fotográfica durante 30 años?
La verdad es que estos 30 años han sido un regalo para mí, porque a través del lente de mi cámara no solo he visto el mundo y he contado historias, sino que he evolucionado como persona. Los hechos que compartí hace 30 años no tienen nada que ver con lo que narro ahora, pero en el fondo la esencia es la misma. Comencé con la fotografía analógica y eso me ha ayudado a entender que este oficio demanda tiempo y paciencia. También que hay que conocer de antemano sobre las personas y los lugares que uno va a retratar, para saber qué contar. Cuando sujeto la cámara para mí el mundo se silencia. Es mi momento de meditación.
¿Qué era lo que más le asombraba en sus primeros años como fotógrafa?
Todo el mundo cree que siempre estuve con una cámara en la mano y no es así. Cuando estudiaba en el colegio mis padres me regalaron la primera, una Polaroid que ahora es parte de mi colección. Lo que más me asombró por esos años fue ver la imagen fotográfica revelándose ante mis ojos cuando estaba en el cuarto oscuro. Con las cámaras digitales esa magia se ha perdido.
Y, ¿ahora?
Me asombra el poder que ahora tiene la fotografía para emocionar, crear conciencia y transmitir historias, a las que de otra manera no prestaríamos atención. A veces, hay realidades que están muy cerca tuyo pero que no te enteras porque con la velocidad del día a día no te detienes a pensar lo que pasa a tu alrededor.
En estas tres décadas, la fotografía ha consolidado su presencia dentro del circuito del arte mundial. ¿Cómo ha sido esa experiencia de ver su trabajo exhibido en galerías?
Estoy convencida de que una obra no está completa si no la muestras. Las galerías son lugares que te permiten compartir tu obra con personas de distintas latitudes, culyuras o idiomas. Es lindo ver cómo una fotografía tuya puede llegar a conectar con personas tan diversas. Además, me encantan los formatos grandes. Siento que cuando ves imágenes en esos tamaños te puedes adentrar en la historia. La primera exposición en la que participé fue aquí, en la Flacso, y se llamó ‘Ojo de mujer’ (1996). Luego vinieron muestras individuales como la del Museo de la Ciudad (2000) que se llamó ‘Desnudando el alma’.

¿Y cuando ve su trabajo en libros o revistas cuál es la sensación?
Tengo cinco libros publicados totalmente de mi autoría y parte de mi trabajo está en otros cinco títulos internacionales. En un libro el tamaño es una limitante; pero en cambio se gana en cuanto a la intimidad. Una persona puede llevarlo a su espacio íntimo y mirarlo una vez, o dos, o las que sean y por tiempo indeterminado. Además, los libros cruzan fronteras. Es lindo ver que alguien se enamore de tu obra y la comparta con otras personas. Para mí, las galerías y los libros son dos espacios fantásticos para la fotografía.
Ha publicado cinco libros. ¿Si tuviera que elegir uno para regalárselo a alguien que aún no ha visto su trabajo fotográfico cuál sería y por qué?
Regalaría el libro de Galápagos (‘Vida y evolución’). Me siento muy identificada con ese mundo y muy orgullosa del paraíso que tenemos. Es un libro que habla de las maravillas que habitan ahí. Cuando lo hice, pensaba en que quería crear conciencia y que las personas se dieran cuenta que todo eso está en riesgo. Me gusta pensar que libros como este pueden comprometer a la gente para que haga cosas por la conservación del planeta, que es un tema que me mueve mucho.
Después de 30 años, ¿qué le resulta más placentero y gozoso fotografiar: paisajes, fauna salvaje o personas?
Me encanta fotografiar la vida animal. Me llevo cada vez mejor con los animales y menos con las personas. Creo que para fotografiar la naturaleza y la vida animal necesitas mucha paciencia y probarte al límite. En febrero estaba en Yellowstone, en medio de una temperatura muy baja mientras intentaba fotografiar lobos. Este tipo de trabajos me prueba y me saca de mi zona de confort. Me incomoda y me reta… y eso me gusta. Los instantes de espera y contemplación son un regalo. Ahí me doy cuenta qué está pasando con las selvas, los mares y los desiertos. Muchas veces, ese tiempo de espera da paso a momentos de meditación.
¿Qué ha anhelado capturar con el lente de su cámara y aún no lo ha logrado?
Siempre estoy en la búsqueda constante de historias que trasciendan. Que tengan la capacidad de transmitir la realidad, de mover conciencias y poner a la gente en acción. Desde hace tiempo tengo ganas de fotografiar linces. Hace unos meses pasé horas en solitario esperando que aparecieran y al final regresé sin verlos. Por otro lado, la Antártida es el único continente que me queda por visitar y fotografiar. Aún no lo he hecho porque tengo mis dudas sobre si quiero navegar por el canal de Drake. He hablado con varios marineros y me han contado que las aguas por ahí se mueven mucho. También quisiera volver a lugares en los que he estado y que ya no se pueden visitar como Myanmar, la antigua Birmania. Recorrí ese país y es uno de los que más me han fascinado en estos 30 años.
¿Fotografiar para vivir o vivir para fotografiar?
Vivir para fotografiar, porque si no tuviera mi vida no podría fotografiar. Ojalá nunca pierda esa ilusión y esa inquietud, muchas veces infantil, que tengo; y tampoco la salud, porque necesito estar bien físicamente si quiero fotografiar al leopardo de las nieves en Nepal. Creo que estos años me he dado la oportunidad de conocer gente maravillosa y de dar voz a otros a través de proyectos e historias. Ese vivir, para mí se entiende siempre a través de la fotografía. Es mi manera de contar el mundo.