Una diseñadora de modas con una inclinación eco-friendly. Carolina Crespo (Quito, 13 febrero 1977) se enfoca en contar la belleza del mundo animal a través de sus piezas. En la naturaleza hay todo un universo de formas y tamaños. Ella los traslada a sus exuberantes vestidos y minimalistas handbags.
Se considera una exploradora del mundo natural. Las siluetas de los tiburones (colección ‘Shark addiction’), la paleta de colores de pequeños escarabajos (‘Beetlemania’) o la espuma del mar protagonizan su obra textil.
Revista Mundo Diners conversó con la artista quiteña en su taller ubicado en el norte de Quito. Patrones para vestidos, cajas con retazos de tela y máquinas de coser recién usadas rodean este lugar, donde su vida agitada incluye muchas llamadas de proveedores, visita de compradores y otros asuntos administrativos. Su vida pasa ‘volando’, pero le encanta.
La dirección creativa de Carolina Crespo tuvo un origen muy claro. Su mamá, Mónica Bustamante tenía un taller de costura y diseño en Quito. De forma empírica, ella se lanzó a un mercado desconocido, con los años siendo muy reconocida.
Carolina describe a su madre como “terca, pero decidida, eso ayudó a cumplir sus sueños”. Se enamoró de esa profesión, muy ligada a su infancia.
La Philadelphia University (EE.UU.) se convirtió en la casa de estudios en diseño textil para Carolina. Además, un año de intercambio estudiantil en Italia le llenaron de imágenes inspiradoras.
Carolina Crespo + naturaleza
Tras vivir el embarazo de su pequeño Thiago, paulatinamente descubrió los beneficios de una alimentación saludable. El acercamiento a la naturaleza le conllevó a cuestionarse sobre el impacto del hombre en el mundo: “¿es este el mundo que le quiero dejar a mi hijo?”.
De este modo, decide informarse sobre el origen de los alimentos, dejar de consumir carnes e incluso lácteos. “Si tú cambias tu alimentación, eso se refleja en lo que haces todos los días. ¿Cómo se puede cuidar al planeta si se usan cosas de animales? ”, reflexiona.
El diseño de modas se convirtió en su voz. No como protesta, sino de una manera de apuntar la mirada hacia lo vital, los colores de los insectos, la forma de los peces, la magia de la selva y los océanos.
“Hay tanta belleza y magia en este mundo de animales maravillosos, que es una obligación nuestra dejar un planeta para nuestros hijos y ser una voz para cuidarlo”.
Desechó la idea de utilizar cueros naturales y pieles. Ahora usa exclusivamente telas o materiales sintéticos para sus carteras. Ella encontró mucha influencia en la obra del diseñador japonés Issey Miyake y la marca francesa Schiaparelli. Sus diseños incluyen vestidos de punto, tejidos planos, pedrerías y elementos de metal.
Su trabajo lo describe como “fascinante” porque le ofrece la oportunidad de conocer muy de cerca a mujeres con historias únicas.
Su colección titulada ‘Samurai’s Way’ fue un homenaje a esas mujeres “guerreras” que tuvieron desafíos increíbles en su vida; entre las que recuerda, la periodista Janeth Hinostroza, la alta ejecutiva polaca-ecuatoriana Elzbieta Czetwertynska o la activista indígena Nina Gualinga. Además, reconoce el trabajo “comprometido” de su equipo, compuesto mayormente por mujeres.
Su última colección denominada “Mujer Erizo y Otros monstruos marinos” (2022) recopila elementos tridimensionales del mar. La espuma de playa, transparencia del agua, tonos de la arena y la mujer que sale de la playa coinciden en las 30 piezas de esta serie.
“En esta colección hubo muchas que se conectaron con la inspiración. Se conectaron el mar y querían tener esa ola encima de ellas. ¡Eso es lindo! Ahí se logra el objetivo. Es una actitud de ‘una mujer erizo’, que quieran contar una experiencia a través de la ropa. Es para esa mujer que se atreve a ponerse cosas diferentes”, concluye Carolina Crespo.
Su próximo sueño: llevar sus handbags al mercado internacional.
Le podría interesar:
Cristina Muñoz propone bioplásticos como arte sostenible