“Bola de sebo”, publicado en 1880, es el cuento más emblemático del escritor francés Guy Maupassant. En él emplea una ironía sutil para relatar los hechos.
Durante la invasión a territorio francés del poderoso ejército prusiano tras la guerra que comenzó en 1870 y terminó en 1871, entre muchos actos de prepotencia tras el triunfo, asoma un caso de “propuesta indecente” de enorme connotación sexual, tal como ocurre en la actualidad.
“Bola de Sebo” está catalogado entre los mejores cuentos de la historia y es otra de las tantas creaciones de Maupassant (1850-1893), el poeta y naturalista francés autor de más de 300 obras literarias.
Entre los personajes del cuento aparece Isabel Rousset, a quien se le apodaba “Bola de Sebo” por su contextura física considerada obesa y con un pecho enorme y “rebosante” y muchos la deseaban porque su carne les parecía “apetitosa”.
Pero no era tanto el físico lo que cuestionaba la sociedad pacata de la época, las críticas apuntaban a la libertad sexual del personaje y su idea firme de no rendir cuentas a nadie por sus decisiones con su cuerpo.
Marcha de la derrota
El cuento lo publica en 1880, diez años después de la guerra franco-prusiana que ocurrió entre el 19 de julio de 1870 y el 10 de mayo de 1871 y que derivó en una derrota de Francia en manos del Reino de Prusia, que posteriormente se denominó Imperio Alemán.
Después de cruzar el Sena los soldados franceses recorren las calles de los pueblos como si se tratara de hordas en dispersión, se narra en el cuento.
“Todos parecían abrumados y derrengados, incapaces de tomar decisiones”.
Bola de Sebo
Si paraban la marcha, continúa el relato, caían muertos de fatiga y había el temor de que los prusianos se tomen Ruán, la capital de Normandía.
“Un terrible desastre de un pueblo acostumbrado a vencer (…) un presente sin gloria ni desquite, a pesar de su bravura legendaria”. La vida en Francia se paralizó, se cerraron las tiendas, las calles enmudecieron, continúa la narración.
En la tarde del día que siguió a la marcha de las tropas francesas aparecieron algunos ulanos (en los ejércitos austroalemanes y rusos eran los soldados de caballería ligera armados de lanzas) y las hordas alemanas llegaban por los caminos de Darnetal y Boisguillaume.
Los triunfadores se acercaban a cada puerta de los pueblos y se alojaban en las casas de sus habitantes y finalmente se estableció la cordialidad entre el ejército invasor y las poblaciones de franceses.
A pesar de la sumisión aparente, los marineros y los pescadores con frecuencia sacaban del agua el cadáver de algún alemán muerto de una cuchillada o empujado a las aguas del Sena por “oscuras venganzas salvajes y legítimas represalias”.
En busca de El Havre
En los pueblos las brutalidades de los vencedores se apaciguaron y los ánimos de los vencidos se rehicieron. Veían entonces la conveniencia de volver a los negocios aprovechando que el control de El Havre, el principal puerto de Francia seguía bajo soberanía francesa.
Un grupo de 10 personas, incluidas dos monjas que siempre estaban aferradas a sus rosarios, alquilan una diligencia para intentar llegar al puerto, pero el invierno y la nieve retrasa los planes.
Entre los pasajeros estaba Bola de Cebo y su pareja, de nombre Cornudet, que era el terror de las gentes “respetables” y había derrochado su herencia en francachelas.
Una tormenta postergó al menos dos días la llegada hasta una hospedería donde comerían y descansarían, pero nadie había llevado víveres para soportar el hambre, salvo la mujer libertina.
Llevaba debajo de sus ropas y equipaje una cesta con pollos, panes, agua para beber y todo lo que se necesitaba para sobrevivir al frío y el hambre.
Generosa compartía su comida que en principio era recibida con recelo por las encopetadas esposas de los comerciantes ricos que querían reanudar sus negocios en El Havre. La mujer que en el pueblo era criticada y rechazada mostraba su lado solidario y generoso.
El acoso sexual
En el pueblo donde se ubicaba la hospedería estaban instaladas las tropas prusianas triunfantes y el jefe militar conocía la fama de Bola de Cebo, a quien le propuso que pase la noche con él.
Pero no contaba con su negativa… y sucede lo impensable: prohíbe que la diligencia continúe su viaje.
Pasaron varios días, Bola de Cebo no cedía al chantaje, pero las mujeres, que antes habían murmurado que era una “vergüenza pública” y “mujer prostituida” trataron de convencerla que acepte la propuesta del jefe prusiano; su pareja en tanto no decía nada.
En esta parte del relato y con muchos recursos narrativos Maupassant deja evidenciada la hipocresía, incluso de las monjas que trataban de convencerla narrando experiencias bíblicas que hablan de ceder en una situación como la que vivían ese momento.
Las monjas usaban todos sus conocimientos para tratar de convencer a la mujer que ceda porque en ese caso de peligro el acoso no constituía pecado.
Nuevamente ocurre lo que parecía imposible ¿cedió Bola de Cebo o nuevamente se descargó sobre ella el desprecio de la comitiva, incluida las monjas? Guy de Maupassant resuelve el dilema sin dejar de señalar la hipocresía que no es tan diferente a la del presente.