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Belén Mena se sumerge en las profundidades del páramo

En Altamar, Belén Mena reúne una serie de ilustraciones y registros fotográficos sobre plantas que encontró en el páramo. La muestra se exhibe en la galería N24, hasta el próximo 11 de febrero. 

Salir de Quito, manejar 45 minutos y adentrarse en los páramos de Papallacta. Esta rutina se convirtió en una de las actividades preferidas de Belén Mena, durante los últimos años. 

Allí, a 3 000 y 4 000 metros sobre el nivel del mar, descubrió que en el páramo no todo es verde sino que hay una extensa paleta de colores, como el lila del chocho o el naranja de la chuquiragua. 

Exposición Belén Mena Altamar
Las ilustraciones de Belén Mena están inspiradas en plantas del páramo ecuatoriano.

Asimismo, se dio cuenta que si se observa con atención las formas y los movimientos de las plantas, estos evocan un mundo geográficamente lejano, el mar. Esto la impulsó a crear el registro fotográfico y las ilustraciones de su exposición.

Azul: mar y cielo

En el páramo, Mena se encontró con un universo de colores: amarillos, lilas, blancos, naranjas y azules intensos y también con texturas muy diversas: unas duras y espinosas y otras peludas y acuosas. 

Finalmente, para esta serie decidió explorar con la gama de azules. Estas tonalidades le permitieron jugar con la delgada línea que hay entre los colores de la  profundidad del mar y la del cosmos. 

Algunas de las plantas que aparecen en sus ilustraciones son la Chuquiragua,que tiene hojas duras y un ápice espinoso y el frailejón, de tronco grueso y hojas suculentas y velludas, que forman una roseta poblada de flores amarillas.

La exposición reúne también sigses, plantas que crecen hasta 1,10 metros de alto; valeriana, que cuando florece tiene un color blanquecino lila y la oreja de venado, que parece ramilletes de algas iluminadas.

 Como pez en el páramo 

¿Se puede confundir una planta submarina con una planta de páramo? En Altamar la respuesta es sí. Y ahí radica la belleza del juego visual que propone Mena en sus ilustraciones.

Aquí, los peces nadan en medio de valerianas, orejas de venado, arquitectas y sigses. La mayoría de estas plantas solo pueden florecer en medio del frío de los páramos. 

“Cuando las veía moverse con el viento -cuenta Mena- tenía la sensación de que estaba viendo el fondo marino, porque son plantas que, si uno se fija, captan mucha agua”. 

En las ilustraciones de Mena aparecen varios veces de color naranja.

En la muestra también hay peces que nadan junto a curiquingues, aves andinas cuyas plumas se pueden confundir fácilmente con las escamas de algún pez, y osos, animales que rondan los páramos.

Con estos animales, la autora de Pachanga no solo arma un juego visual entre las profundidades marinas y los páramos, sino también entre los páramos y la profundidad del cosmos.

En la exposición, Mena también exhibe un video en el que se proyectan imágenes de plantas, en las que esa distancia entre el mar y el páramo vuelve a difuminarse. 

En Altamar, el visitante siempre está sobre los 3 000 metros sobre el nivel del mar y, al mismo tiempo,  sumergido en las profundidades submarinas. Mundos que, para Mena, reclaman cada vez más nuestra atención. 

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