El Fakir, Quito, 2018
Leer este libro desafiante se parece a leer a un solo autor o autora múltiple que va cambiando de lugares y de rostros, pero escribe casi siempre en primera persona. Son historias hermosamente horribles que suceden en Madrid, en Chicago o en Calama, porque los autores son nómades urbanos, millenials con travesías amazónicas y largos viajes de becados, o son migrantes y marginales.
Hay de todo. Un periodista de La Habana dice: “Como norma, siempre tengo hambre, aunque el hambre no es una condición especial mía, sino de los jóvenes cubanos en general”. En otro mundo, Gabriela Jáuregui escribe: “Éramos crepusculares. No cabía duda. Comíamos croissants que escurrían mantequilla y después, con los dedos todavía grasosos, íbamos al gimnasio. Y así con todo: cocaína, MDM, 2 CB, y después, semanas de jugos y licuados . Era un síntoma. Era una época”.
B39 reúne 39 textos de escritores de hasta 39 años; entre ellos, un fragmento alucinado del guayaquileño Mauro Javier Cárdenas sobre una procesión a El Cajas “donde la Virgen María se le había aparecido a una chica cuencana”. Viejos milagros para estos miembros de una generación virtual: “Internet es mi patria. Acá es donde está mi casa, aunque no la encuentre, aunque sea más bien la idea de una casa”, como escribe Martín Felipe Castsgnet.

Pero “todo comienza a suceder, lo comprendí un poco más tarde; cuando algo se rompe, cuando el dolor se interpone”, leemos en Los días pasados. Esa fractura está en el humor de una conversación improbable entre Mussolini y Chesterton, y sobre todo en Chaco, de Colzani, y en La marcha al Sur, de Fonseca, que son el centro exacto de un libro que incluye par de cuentos extraordinarios.
(Mili Rodríguez)