NOTA DE LIBRE ACCESO

El asesinato de García Moreno, 6 de agosto de 1875

Gabriel García Moreno fue considerado como santo o diablo, fanático religioso o católico devoto, traidor o forjador del Estado ecuatoriano. Su vida conflictiva y su asesinato nunca del todo resuelto, siguen siendo hasta hoy motivo de polémica.

En los acontecimientos del 6 de agosto de 1875 hubo dos realidades, el intento de golpe de estado en el que estuvieron comprometidos muchos y la muerte de García Moreno en la que participó un grupo reducido.

Retrato de Gabriel García Moreno, 1872. Foto: Instituto Nacional de Patrimonio Cultural INPC/Colección Alphons Stübel

La conspiración

Los conspiradores eran un grupo de alrededor de 20 personas entre ellos: Manuel Polanco, Abelardo Moncayo, Roberto Andrade, Manuel Cornejo, Florentino Uribe, Rafael Portilla, y el comandante Francisco H. Moncayo. Las reuniones se realizaban en secreto en viviendas particulares y no pasaban de seis personas.

Polanco habría sido el vínculo entre los actores, hizo acercamientos con los militares, contactó a Rayo y comprometió a un grupo de pastusos para que los apoyaran, lo que finalmente no sucedió. 

El apoyo militar se logró a través de Juana Terrazas, con el segundo jefe del Batallón No 1, Comandante Francisco Sánchez, quien habría ofrecido el uso del cuartel que estaba frente al Palacio Presidencial. Sánchez puso como condición la presentación del cadáver de García Moreno para movilizar a la tropa.

Faustino Rayo

Autor material del crimen, talabartero colombiano, ex funcionario del gobierno de García Moreno en el Oriente. García había ordenado su retiro por denuncias de los jesuitas de malos tratos a los indios, motivo por el que se supone guardaba inquina al presidente.

Faustino Lemus Rayo, el asesino del Presidente G. García Moreno. Retrato. 1870 – 1880. Foto: Instituto Nacional de Patrimonio Cultural INPC/Colección Alphons Stübel

También se dijo que el odio de Rayo a García Moreno se debía a que habría seducido a su esposa Mercedes Carpio, esta versión fue divulgada por años, inclusive por Benjamín Carrión en su libro El Santo del Patíbulo. Pero si el tema habría sido el adulterio, más convenía a García que Rayo estuviese en el Oriente. También se afirmó que Rayo habría recibido 6000 pesos por parte de los masones peruanos para matarlo, lo que no se pudo comprobar.

El Plan

El plan comprendía el asesinato, un golpe de estado, que se supone sería ampliamente apoyado y respaldado por la guarnición militar de Sánchez, se apresaría a los ministros y se designaría jefe supremo a Pacífico Chiriboga.

El 6 de agosto

Pasado el mediodía García Moreno salió de su casa. Andrade, Cornejo y Moncayo; armados, se dirigieron a la Plaza Grande. Sánchez se retiraba del cuartel y Juana Terrazas logró que volviera. Polanco estaba en los bajos del Palacio Arzobispal.

Rayo se acercó a García por detrás y asestó un machetazo en el hombro gritándole “tirano”. García dio vuelta no alcanzó a sacar el revólver y recibió otro machetazo en la mano.

Andrade y Moncayo tomaron por los brazos a Pallares, el edecán del presidente. Cornejo y Andrade hicieron disparos pero ninguno resultó fatal.

García resistió increpando a sus agresores: “asesinos, canallas”, y avanzó a la puerta del palacio, pero apareció un hombre vestido de negro que lo impidió, nunca se estableció su identidad.

Daniel Cortez, un joven zapatero, sostuvo por detrás a Rayo que fue liberado por los conjurados. García retrocedió y se arrimó en una columna del pretil. Rayo propinó otro machetazo, el presidente cayó a la calle donde recibió más machetazos y un tiro de revólver.

No llegaron otros complotados por lo que Andrade, Polanco y Cornejo fugaron, los soldados que estaban a pocos metros, no se movieron. Luego tres soldados atraparon a Rayo que fue asesinado en el acto por el cabo Manuel López.

El cuerpo de García fue llevado a la catedral, le dieron la extremaunción, perdonó a sus agresores y murió al pie de la cruz que había llevado en la procesión de semana santa.

Cadáver de Gabriel García Moreno. En anverso: Rafael Pérez, fotógrafo. En reverso: “Cadáver de Gabriel García Moreno, momentos antes de la autopsia en la sala de Concejo de Quito”. Fotografía de la época. (6-08-1875). Foto: Instituto Nacional de Patrimonio Cultural

El régimen reaccionó ante el crimen, asumió el poder el ministro del interior Francisco Javier León, se declaró estado de sitio y se dispuso prisión y juzgamiento para los autores.

El crimen de García Moreno estuvo estrechamente vinculado al poder. En el primer momento se persiguió a muchos, pero luego la acción se centró en los autores materiales. Varios conjurados no fueron siquiera acusados. Las investigaciones encontraron involucrados al hecho a personajes civiles y militares que estaban en altas funciones o en elevados niveles sociales.

Esto se explica porque García durante su régimen tomó partido por unos grupos de poder. Intervino en sus enfrentamientos y favoreció a ciertos sectores financieros y comerciales frente a otros.

La reacción popular fue posterior, cuando el 2 de octubre se presentó como candidato del terrorismo garciano, Luis Antonio Salazar, entonces hubo una revuelta en Quito que provocó la renuncia del encargado del poder, los ministros tuvieron que dejar el gobierno y exiliarse.

Restos embalsamados de Gabriel García Moreno. Reproducción, 1920-1930. Foto: Instituto Nacional de Patrimonio Cultural/Colección Dr. Miguel Díaz Cueva

Presos, perseguidos y prófugos

El 6 de agosto fueron apresados: Gregorio Campuzano, Rafael Gonzalo y Manuel Polanco. A pesar de no tener pruebas contra Campuzano fue fusilado el 11 de agosto. Cornejo fue tomado prisionero en el Pasochoa el 22 de agosto y fusilado el 27 de septiembre.

Polanco una vez preso y enjuiciado dijo no haber estado presente en el hecho y no conocer a Sánchez y fue condenado a 10 años de prisión. Murió en 1877, pues pidió autorización para salir de la cárcel y participar en la defensa de la causa liberal donde fue alcanzado por una bala.

Andrade vivió perseguido y exiliado, no pudo concurrir como diputado a la Constituyente de 1833. En 1894 fue apresado y conducido a Quito, pero salió libre con el triunfo liberal de 1895. Fue un intelectual importante del radicalismo.

Abelardo Moncayo se casó con una hermana de Andrade y vivió discretamente en Otavalo. En 1895 se convirtió en el arquitecto del estado laico. En 1896 se cerró definitivamente la causa.

Juana Terrazas

Mujer de 20 años, alta rozagante y atractiva, de convicciones liberales a pesar de tener hermano cura. Todo lo sacrificó al propósito de eliminar a García Moreno del escenario político, inclusive quizá el honor de su amante Abelardo Moncayo. Nunca fue enjuiciada pero cargó con su parte en el tiranicidio.

Los militares

El pronunciamiento militar quedó obscuro. Al parecer Sánchez contó con algunos subalternos como el capitán Fidel López y el teniente Darío Buitrón pero no comprometió al batallón. Andrade dijo que los traicionó.

La masonería

Desde el día del asesinato los partidarios de García Moreno acusaron del crimen a la masonería. Inclusive el mismo García, un mes antes del hecho escribió al papa informando que los masones lo querían asesinar. La tesis tuvo eco sobre todo en la prensa católica.

Él había parado avances de la masonería en el país y era el único que no tenía una logia hasta los años 80 del siglo XIX.

Se dijo que una logia alemana junto con la de Lima habría enviado 6000 pesos para ser repartidos entre los detractores y que se procurara su asesinato. Los masones se reunían en la casa del ministro del Perú en Quito. Nunca se confirmaron estas afirmaciones.

La Iglesia

En sus últimos años García se había vuelto fanático e intolerante. Juzgaba a la gente por su devoción religiosa y espiaba a sus propios ministros, obispos y curas. Se ganó muchos odios en el clero por obligarlos a estricta observancia. Además tenía un conflicto con los jesuitas españoles que estaban enfrentados con los jesuitas alemanes, a quienes respaldaba, por el control de la Politécnica Nacional.

Los detractores

Los radicales recibieron con alborozo la noticia del crimen, los autores se convirtieron en héroes. Montalvo los consagró como “benefactores de la especie humana” y dijo “mi pluma lo mató”.

Vieron el crimen como un acto de justicia republicana y consideraron al tiranicidio como una necesidad nacional.

Lea también:

¿Quién mató a García Moreno?

García Moreno: de tirano a mártir

‘Dios no muere’, se repitió en Ecuador por años. García Moreno fue consagrado como ejemplo de estadista en Europa y América, un gobernante modelo. Hubo protestas en los dos continentes por su asesinato. La consigna fue presentarlo como campeón internacional del catolicismo. Incluso hubo una declaración del papa Pio IX en este sentido.

Sus biógrafos y apologistas sostienen que García Moreno aceptó voluntariamente el martirio que incluso lo buscó.

Una vez muerto desaparecieron sus enemigos, sobre todo en el clero. Todos cerraron filas alrededor de su figura de santo y mártir.

En 1939 se nombró una comisión para investigar su muerte. Se emprendió su beatificación, paso previo a la canonización. El culto a García Moreno se mantuvo por más de un siglo.

A los 100 años de su muerte, su cadáver que había permanecido oculto en el convento de Santa Catalina en Quito, fue descubierto y trasladado solemnemente a la Catedral, donde se levantó un sarcófago.

El Cadáver de Garcia Moreno en Monasterio de Santa Catalina, Quito. 1975. Foto: Instituto Nacional de Patrimonio Cultural/Colección Dr. Miguel Díaz Cueva

Enrique Ayala Mora, ‘El Poder y la Muerte’, Crímenes Políticos en el Ecuador 1830-1959. Dinediciones

Artículos relacionados de libre acceso

Etiquetas:

Comparte este artículo
WhatsApp
Facebook
Twitter
LinkedIn
Email

Otros artículos de la edición impresa