Los stencils, stickers (calcomanías) y arte urbano forman parte de las nuevas exploraciones artísticas de la fotógrafa ecuatoriana Andrea Barrionuevo (Quito, 26 agosto 1990). Una extensión de su mirada enfocada a los espacios quiteños.
Un microuniverso de personajes como caseritas (simpáticas mujeres vendedoras), mendigos sin rumbo, animalitos y ángulos curiosos del Centro Histórico de Quito posan inconscientemente desde hace casi 11 años bajo el lente de esta artista quiteña.
El 27 de marzo de 2022 se cerrará su exposición titulada ‘Rotos, Calles y Caseras’ en la Asociación Humboldt. Collages de fotografías, muchas de ellas pintadas a mano, con diferentes cortes y adaptados a diferentes soportes.
Sus stickers presentados en este espacio están ‘viralizados’, pegados en decenas de paredes en el centro de la capital.
Andrea Barrionuevo comenzó su carrera fotográfica sin saberlo. A los ocho años de edad, recibió de su padre una cámara Kodak, de rollos, de regalo.
“Yo pasaba con la cámara todo el tiempo. Semanalmente revelábamos las fotos con mi papá. En mi casa hay un baúl lleno de fotos análogas que la mayoría yo las tomaba: los paseos, fiestas de la casa o llevaba la cámara al colegio para tomar fotos a mis amigos. Esos fueros mis inicios”, recuerda Andrea.
Crecer en el barrio Santa Bárbara de Chillogallo, sur de Quito, era otra cosa a principios de los años 90. Ese ambiente entrelazado de imágenes de niños jugando en la calle, la señora de la tienda del barrio y unos que otros borrachitos los fines de semana fueron elementos citadinos que giraron alrededor de Andrea.
Para ella, jugar en la calle y comprarse una salchipapa en las tardes era un constante ritual infantil. Asistió a la escuela María Auxiliadora y a los colegios Academia USA y Ludoteca.
El Centro de Imagen de la Alianza Francesa de Quito significó volver a la escuela nuevamente. El objetivo fue dominar humildemente una cámara fotográfica.

De hecho, la joven fotógrafa lamenta que hoy aún no exista una universidad o instituto en Ecuador que ofrezca una sólida carrera académica para convertirse en fotógrafo profesional. Las clases didácticas en pleno casco histórico de la capital le inspiraron para hacer unos primeros retratos en la calle. Lo que pronto se convirtió en su más repetido escenario.
Su primera cámara profesional fue una Nikon D5100. Fiel amante de esa marca. Una sesión fotográfica con una cercana amiga y sus hijas en un parque fue su primer trabajo artístico remunerado.
Andrea Barrionuevo: del periodismo al Instagram
El fotoperiodismo se convirtió en una oportunidad poco tiempo después. Su paso de unos cuatro años (2011-2015) por el diario La Hora le “pulió” su técnica. Era necesario pues su vida giraba en torno a masivas manifestaciones, entrevistas y fotoreportajes de mercados populares y caseritas.
Siempre admiró el trabajo de colegas fotógrafos como Patricio Terán y Julio Estrella. Su máxima referencia artística: el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado.
A partir de allí creó un perfil en Instagram llamado ‘Quito Calle’. Una visión muy quiteña desde la perspectiva de Andrea Barrionuevo. De su mundo.
“No pensé que iba a crecer tanto. De repente tenía 25 mil seguidores. Tengo todo un núcleo de caseritas (…) tengo mis series de caseritas, mi serie ‘Todos estamos rotos’ y mi registro como Quito Calle, de fotos de las calles, que abarca desde paisajes o personas viviendo o trabajando en la calle”.
Lo que más le asombra es un 90% de su trabajo consisten en capturar escenas que son casi irrepetibles. Es un trabajo de caza, dice. Como cuando cazas un animal, un momento, buscar por horas una imagen inusual que pueda sorprender y hacer click.
La pandemia por covid-19 incluso fue una oportunidad. Documentar a las vendedoras ambulantes con mascarillas planteó un antes y un después en sus imágenes.
“Me apasiona el tema de retratar a las caseritas en la calle. Estoy loca por las caseritas. Tengo todo este registro de estas personas trabajando durante el covid-19 y pandemia. Las caseritas se adaptan a todo (…) se ingenian para salir adelante y mis procesos evolutivos con mis fotografías. Son procesos exploratorios, pero es un trabajo que nace y retorna a la calle con los stencils y stickers”.
Las calles a veces pueden ser un ambiente hostil, pero también un momento sano de diversión. Durante unas Fiestas de Quito, Andrea tuvo un accidente mientras trabajaba cubriendo unas carreras de coches de madera. A pocas decenas de metros de la línea de meta, uno de los grandes coches vira rápidamente para evitar un hueco en el asfalto.
El coche desviado fue directamente hacia Andrea, quien cubría el evento. Fue “todo muy rápido, yo abracé mi cámara, fue horrible. Me lastimé mucho la cara y me cogieron puntos sobre el ojo y la oreja”.
Hoy, Andrea Barrionuevo ejerce su profesión con una Nikon modelo D750 y otra D7100 junto con un lente 18-200mm.
‘Guayaquil Calle’ se titulará su próximo proyecto. En los próximos meses visitará de forma regular el Puerto Principal del país. Una forma de agrandar el imaginario colectivo que tienen los ecuatorianos de las caseritas y otros perdidos personajes callejeros.
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