Todo se convierte en vidrio. Es la primera impresión que te llevas al entrar al taller de la artista ecuatoriana Alexandra Moshenek (Quito, 22 septiembre 1973). Más de 20 años de experiencia moldeando un material noble. El vidrio le ha cambiado su forma de percibir la vida.
Ella se considera una ‘acuarelista en vidrio’. Su nombre completo es Alexandra María Moshenek Bolaños. Su primer apellido viene de su padre Donald, de origen estadounidense. “Y seguramente viene de alguna parte de Europa del Este o Escocia, no hay mucho registro”. Apartando ese dato, le gusta que le digan simplemente ‘Ale‘.
Es una eterna artista investigadora. Posee una extensa línea de objetos con infinitas dinámicas para ofrecer a interesados particulares. Por otro lado, satisface su propia exploración artística. Convence a los demás con una frase: “el vidrio no es frágil”.
Revista Mundo Diners conversó con Ale Moshenek desde la intimidad de su pequeña fábrica, allí moldea y hornea sus diseños y promesas futuras. En el siguiente video, ella desglosa el concepto del vidrio, su técnica favorita y comenta sobre su próxima participación como artista invitada en la I Bienal Internacional del Vidrio en Iberoamérica, a realizarse en Costa Rica a finales de agosto de 2022.
La acuarela fue su primera pasión. A pesar de que en su familia no había artistas plásticos, su inquietud por la pintura y el dibujo comenzó de forma repentina, de adolescente.
Creció en Tumbaco. A sus 14 años recibió clases de acuarela y carboncillo por parte del maestro César Tacco. Ella dibujaba mayormente paisajes y casas rurales. Eventualmente, abandonó la acuarela, sin saber que la retomaría casi 20 años después.
Hoy atesora su recorrido académico en el Instituto Metropolitano de Diseño de Quito, que culminó en 1995. El diseño gráfico se cuela entre sus obras actualmente. También exploró la docencia hace 25 años, aunque la dejó por su búsqueda individual de crecer como artista.
El vidrio, el camino a seguir
A inicios del 2002 se enamora del vidrio, por culpa de un acercamiento inocente a un taller de lámparas en vidrio Tiffany. Se sorprende de su potencial y sus infinitas posibilidades. Por el año 2005 logra su primera exhibición.
La vitrofusión forma parte de sus técnicas principales. Con mucha investigación, ensayo y error a través de la mirilla de su primer horno cosechó mucha experiencia empírica durante sus primeros años.
Decidió profesionalizarse. Durante 2005, asiste por un año a los cursos de la Real Fábrica de los Cristales y Vidrios de la Granja de San Ildefonso, ubicado cerca de Sevilla, España. Moldes, casting, soplete y soplado. Un repaso fugaz pero profundo a una diversidad de técnicas.
Sus más grandes influencias mundiales van desde el escultor estadounidense Dale Chihuly, el británico Colin Reid o la argentina Silvia Levenson.
“Yo trabajo con un elemento vivo, aunque parezca que no estuviera vivo, es mucha química, es lindo el vidrio”.
Su primer taller se ubicaba por la calle Whymper, en el norte de Quito. Luego se mudó a su actual taller, en el barrio La Floresta. Allí lleva unos 20 años.
Una de sus más grandes anécdotas involucra al cantante y compositor inglés Elton John. El reconocido músico ofreció un concierto en Quito en febrero de 2014. Él es un gran coleecionsita de arte en vidrio.
A su visita al país pidió conocer a artistas ecuatorianos involucrados en esta disciplina. Esta fue la oportunidad de Ale Moshenek de conocer al famoso autor de canciones como ‘Good Bye Yellow Brick Road’ o ‘Rocket Man’.
El astro musical compró dos obras de la artista quiteña. “Nunca esperé que se lleve dos de mis obras. Una fue un casting de vidrio sólida, que representaba a mis hijas. Otra era una vajilla de sushi para ocho personas”.




En Ecuador no existen grandes industria productoras del vidrio. Una gran parte de esta materia prima se importa. O por lo menos, lo que requiere Ale Moshenek.
Su proceso creativo empieza siempre por un boceto. Se inspira en las formas, percepciones y colores. Muchas de sus piezas expresan mensajes con contenido o reflexión social como la migración o la fragilidad humana, como consecuencia de la pandemia por covid-19, a mediados de 2020.
“Yo no tuve mucha cabeza para crear. Tenía la sensación de que todo se convertía en algo desechable. Vi mi trabajo como algo no necesario. Me hizo dudar y cuestionarme mucho. Trabajé más bien con la comunidad de La Floresta”, recuerda.
Le encanta colaborar con artistas locales con los que pueda mezclar diferentes técnicas a la suya, sea mecánica, cinética o robótica. Hoy ofrece también clases de artes visuales a estudiantes de bachillerato. “¡Gozo un montón!, estoy fascinada por poder dialogar e investigar con ellos”
Espera conseguir a corto plazo los máximos alcances de la técnica del soplado. Sacarle el jugo a su reciente maestría obtenida sobre gestión cultural, publicar su próxima investigación para realizar mullos andinos con vidrio reciclado y, ¿por qué no? volverse a encontrar con Elton John.
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