El escritor ecuatoriano Juan Fernando Andrade publicó ‘Adicto + Comedia romántica’, un dos por uno literario de 721 páginas en el que cuenta, en clave de autoficción, los claroscuros de los últimos diez años de su vida.

Esta es la primera parte de una entrevista con Juan Fernando Andrade. Está enfocada en ‘Adicto’, el Libro Primero de la novela que acaba de publicar con el sello Dinediciones. El protagonista de esta historia es Julián, un joven treintañero que habla sobre sus relaciones amorosas, sus adicciones y su salud mental.
Cuando Annie Ernaux ganó el Nobel de Literatura, muchos desestimaron su obra diciendo que no hay mérito en contar la vida personal, ¿qué dices tú?
La autobiografía y la autoficción cuentan como géneros literarios. Lo que me pasó a mí es que tenía algo para contar, que solo podía hacerlo en primera persona. Al final del día la gran cosa que me pasó no fue ir a Europa o a África para escribir grandes crónicas sino salir de mi pueblo, venir a Quito y convertirme en la persona que soy, y eso incluye mi adicción a las pastillas. Después de la última crisis que tuve entendí que la decisión más importante que tenía que tomar no era dejar de consumir, sino elegir vivir, con todo lo que eso conlleva, incluidos los pendientes. Uno de los que yo tenía era escribir un gran libro, el libro de mi vida, un libro de puta madre. Y decidí hacerlo de la forma más honesta y sincera posible.
¿A qué escritores de autoficción tienes entre tus preferidos y a quién de ellos te gustaría pasarle tu nuevo libro?
Aunque no son autores de autoficción, se lo pasaría a Alberto Fuguet, a Rodrigo Fresán y a Jaime Bayly porque siento que son autores que no se agotaron en mí. Hay muchas cosas que leí de adolescente o de veinteañero que ya no las leo o las releo. A los que te acabo de mencionar nunca he dejado de leerlos. Cuando los leo, me da la impresión que los manes se están divirtiendo mientras escriben y creo que eso es algo fundamental, porque quería escribir un libro divertido para mí. Para salvarme la vida necesitaba divertirme.
Julián, el protagonista de’ Adicto’, es un personaje de ficción pero al mismo tiempo tu mejor espejo, ¿qué es lo que más te agrada y lo que más te asusta de él?
Lo que más me agrada es que hasta en los momentos más oscuros conserva el sentido del humor, que para mí es una muestra de inteligencia y esperanza. Si alguien lee el libro se va a dar cuenta que hay momentos en los que Julián no debería hacer bromas, porque lo que está viviendo es algo serio. Y lo que más miedo me da es que le haya pasado todo lo que le pasó y no haya aprendido nada.
¿Qué es lo que más te costó escribir sobre tu vida?
Reconocerla. Evidentemente para la novela tuve que inventar harto. Como dicen en lugares como Alcohólicos Anónimos: ‘lo más difícil es que cambiar tiene que ser decisión tuya, si tú no la tomas no sirve de nada’. Para escribir la novela tuve que recordar muchas cosas paso a paso, como hace un reportero. Hice una repaso de todo lo bueno y lo malo y, claro, había más de lo último. Vi a una persona terrible, igual era buena, sensible, inteligente, pilas, pero que se hizo mucho daño y que estuvo mucho más cerca de la muerte de lo que pensaba. Y eso lo pude ver recién con el covid. Lo más grave de la adicción es que uno se vuelve pecho frío, donde estaba tu corazón hay un hueco, un hueco profundo. Como no tienes corazón no puedes querer a nadie, empezando por ti mismo. El verdadero zombi no es el que no tiene cerebro sino el que no tiene corazón. Lo que me parte cuando pienso en esos años es la cantidad de daño que hice a la gente que me quiere mucho.
“Para mí. Con despacio y por gusto” ¿qué hay detrás de estas siete palabras que escribiste en la dedicatoria del libro?
¡Uy!, son las mejores palabras del libro, porque quién más necesitaba este libro era yo. Esto lo decía Allan Poe y lo repitió Jodorowsky: es muy importante cumplir los sueños, un sueño de verdad, de esos que uno tiene desde niño. Yo quería tener un gran libro en todos los sentidos, que fuera gordo, de papel, con muchos personajes. Después de la pandemia logré salvar mi vida y con este libro salvé mi vocación, un bote, lo que quedó del Titanic. Con despacio es una expresión que se usa mucho en Manabí y tiene que ver con esta idea de tomar las cosas con calma. Ya fui de prisa en la vida. Tengo 42 años y veo el segundo tiempo enterito, veo adicionales y veo penales. Si la próxima novela no me toma 9 años sino 15, la escribiré en ese tiempo.
¿Quieres drogarte? Drógate, pero por los menos sé sincera. Toma el control, le dice Rue a Ali en el episodio navideño de la serie ‘Euphoria’. ¿Qué tan difícil es tomar ese control?
Imposible. Lo que pasa es que en ‘Euphoria’ todos tienen 15 años y a esa edad uno piensa que tiene razón en todo. Creo que es más fácil tomar el (des) control. Lo que sí se puede hacer es ser un adicto funcional. Tener un Excel de momentos y cantidades para consumir, que no interrumpa tu vida familiar ni laboral.
Julián dice que lo bello del vicio es que con él y en él se acaban todas las preguntas. ¿Qué era lo que más te preguntabas en tus momentos de delirio?
Hasta cuándo, hasta cuándo.
¿Y en los que estabas sin pastillas adentro?
Ahí la pregunta era cómo voy a retomar el camino del éxito que viví cuando era muy joven. Lo cuál era una estupidez, porque intentaba volver a algo que ya no existía. Había ese vació, y espero que eso se demuestre en el libro, que hubo momentos en los que escribía y no encontraba ningún misterio. Veía orden, ideas, chistes y un man que unía los puntitos, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis: ¡Un gatito! siete, ocho, nueve, diez: ¡Una nube! once, doce: ¡Una flor! cuando se supone que escribir era la gran vocación de mi vida. Había encontrado la palabra precisa y la sonrisa perfecta y eso me aburría.
Julián también dice que escribir es su forma de entender lo que pasa, lo que pasó y por qué pasó. ¿Cómo se llevan la adicción a las pastillas y la escritura?, ¿cómo funcionó en tu caso?
Como no tenía vida y estaba hueco por dentro no podía crear nada sino solo redactar. Cuando editaba los textos de los colegas, por respeto a ellos, a la revista y a los lectores, en esos momentos estaba vivo. En ese tiempo me pasó algo maravilloso y es que cuando aprendí a editar aprendí a leer. Leyendo los textos de otros identificaba ciertos trucos que luego encontraba en mi escritura y los eliminé. Creo que mis mejores momentos sin pastillas en relación con la escritura es todo lo que edité y, tarde, pero aprendí a leer.
Hablemos de la primera acepción de adicto que está en la contraportada del libro: Conforme con cierta idea o doctrina. ¿A quién o a qué es adicto?
La música. A mí, todas las instituciones se me cayeron desde muy joven, la Iglesia, la familia convencional, la política, la ley, las Naciones Unidas. Salvo la música, porque es verdadera, incluso la mala. Podía haber escrito una novela sobre un viaje al Himalaya, pero los lugares adonde yo fui fueron las farmacias, las licorerías, las clínicas.
¿Crees que escribir sobre la salud mental todavía está mal visto en Ecuador?
No creo que está mal visto pero creo que es menos leído de lo que debería. Creo que la salud mental es el tema de nuestra época.
¿Asusta?
Asusta que te digan que estás loco. Y la gente tiene tan poco conocimiento sobre la salud mental y las terapias, que cuando escucha la palabra psicólogo lo asocia con la locura. Creo que la gente tiene miedo de sentirse involucrada, diagnosticada y, por ende, loca; porque eso sí es un insulto. Pero desde el covid se está hablando mucho más y publicando más. Hay miedo pero hay que aprovecharlo para formar público.
¿Qué recuerdas de la primera vez que viviste un cuadro depresivo?
No recuerdo la primera vez, lo que sí recuerdo es que en un punto me di cuenta que no podía querer a nadie y que dejé de ver al mundo con asombro y eso es lo peor que le puede pasar a un escritor. Nada me gustaba. Habían cosas que me producían sensaciones físicas, mentales, sexuales, pero nada más.
¿Qué papel jugó la música y el disco ‘Blanco’ de los Beatles en este contexto?
El disco ‘Blanco’ terminó siendo blanco, porque como nadie estaba de acuerdo en nada lo mandaron así. Es un disco de cuatro solistas sin ningún tipo de orden que se convirtió en una suma de canciones increíbles. Una de las bromas con este libro es que decía que iba a hacer algo tan complicado, como mi disco favorito de los Beatles, pero que en apariencia sea sencillo. Decidí que mi libro, para divertirme realmente debía funcionar como este disco. Lo que a uno lo inspira es lo que lo libera.