No están todos, pero sí varios títulos relevantes de lo que dejó este año en las letras nacionales. Una guía para quienes busquen aproximarse a la literatura ecuatoriana.
Damián De la Torre Ayora
Fin de año. Momento de hacer listas. Está lo que se le pide a Papá Noel. Está lo que uno se propone para el 2023. También aparecen las listas de libros, álbumes, canciones del año que culmina.
En Ecuador, lugar donde algunos todavía piensan que es una línea imaginaria en cuanto a literatura, resulta difícil reducir una lista a 10 títulos que se hayan publicado en 2022. Acá se escribe y se publica bastante, y aparecen mucho más de 10 obras que se puedan recomendar.
A continuación, un listado que no representan un ‘top ten’, tan solo uno lista de sugerencias de lo que usted, lector, puede sumar a sus lecturas y engordar su librero. La primera regla, que tengan una primera edición y se haya dado en 2022. La segunda, que se concentren en cuento y novela. Tercera, que quien la elabora los haya leído.
De ahí una deuda con la poesía, o con propuestas híbridas como Estancias, de Alicia Ortega. También se omiten títulos como Biopic, de Andrés Cadena, Las máscaras que hemos sido, de Oscar Vela; Mizuko, de Juan Pablo Castro, que aún están en el velador por la deuda de la lectura. Sin más que decir, se propone mucho más por leer.
Trajiste contigo el viento (La Navaja Suiza): Natalia García Freire publicó su segunda novela y continúa con una literatura de viento en popa.
Crea el mundo de Cocuán -a lo Comala de Rulfo, a lo Macondo de García Márquez-, un universo onírico que está destinado a ser parte de la cartografía literaria, en el cual, el mito de Mildred en los Andes se consolida con el canto coral de varios personajes que muestran que la miseria de la ficción no está tan lejos de la realidad.
Ulises y los juguetes rotos (Seix Barral):Ernesto Carrión continúa consolidándose como uno de los escritores todoterreno de nuestras letras.
Una novela que narra la travesía de Ulises y otros 39 becarios del mundo del arte y las letras que llegan a México.
Las exploraciones y relaciones entre ellos, acompañados de ciertos excesos, retratan parte del mundillo cultural, sin olvidarse de exponer la situación precaria que atraviesan quienes apuestan por la literatura.
Lo que fue el futuro (Severo): Daniela Alcívar conmueve con una novela escrita con el corazón y las entrañas.
Una obra sobre la pérdida, el fin de un matrimonio, el vacío del bebé que no creció, de los perros que enterramos; pero también es la historia de la amistad.
La escritora logra conjugar el dolor con la esperanza, el llanto con la alegría, la reflexión para sobrevivir en medio del caos que implica vivir.
Tamia, el universo (Seix Barral): Roberto Ramírez crea a Tamia, la más prominente escritora ecuatoriana en medio de una ucronía, en la cual se expone toda su obra. Se trata de una mujer que apuesta por la literatura antes que por la maternidad.
Colocando a su personaje en medio de las historias que escribió entre 2013 y 2065, narra a una Latinoamérica trastocada, pero basada en hechos reales.
Salvajes (Casa de la Cultura Ecuatoriana): Sandra Araya, una de las novelistas más reputadas, sale bien librada en su primer libro de cuentos.
Sin afán de moralejas, su escritura se bambolea entre lo que concebimos como el bien y el mal adentro del ser humano, ese animal racional que no se aleja de lo instintivo.
Se trata de una autora más visceral que cerebral, sin que eso la aleje de su carácter incisivo al momento de cuidar el lenguaje al momento de sorprender con diez relatos.
Las tres versiones (Cadáver Exquisito): Eduardo Varas no deja su lado periodístico para literaturizar la historia de Juan Fernando Hermosa, ‘El niño del terror’.
Pero no se equivoque, lector. No se trata de una biografía, sino de un ejercicio ficcional, de tomar algunos elementos reales para apelar a un simulacro, el cual sí permite reflexionar sobre el horror al explorar la psicología de un asesino en serie.
Es jugar con el punto ciego, aquella capacidad de crear sin miedo, así se hable del miedo.
Fiebre de carnaval (La Navaja Suiza): Yuliana Ortiz Ruano publica su primera novela sin dejar su sólida voz poética.
Se trata de un libro cargado de una riqueza coloquial en el habla para mostrar la plasticidad del lenguaje. Ainhoa es una niña que narra su historia, que no es otra que el carnaval que habita en su natal esmeraldas.
La curiosidad como motor del conocimiento y la revelación por darle nombre a las cosas muestran que hasta en el dolor vive la fiesta.
1822 (Planeta): Con su novela sobre la Independencia, Íñigo Salvador se llevó el Premio Joaquín Gallegos Lara.
Un trabajo minucioso en cuanto a la historia y riguroso en cuanto a la narrativa, relata las batallas y sus pormenores que marcaron el triunfo frente a los españoles en las campañas independentistas.
El drama de la guerra como una dinámica de la liberación queda expuesto con maestría.
Flotar, pude (Severo): La escritora Gabriela Ponce publica un libro de cuentos cargado de belleza.
Con una habilidad narrativa permite que las palabras sean un torrente que fluye desde lo poético para hablar de la pérdida, para reflexionar sobre la maternidad y la orfandad con la dignidad que ameritan.
Se trata de una lectura imprescindible al ser capaz de mostrar que el peligro del dolor no está cuando se pierde la vida, sino en perder las ganas de vivir.
Anatomía transparente (Seix Barral): Se trata de la ópera prima de Rommel Manosalvas. Tras el suicidio de un hijo, una madreconocerá verdaderamente a quien resguardó en sus entrañas.
Irene busca respuestas en la Biblia para entender la decisión de su hijo, pero las encontrará en las cartas que Samuel deja como herencia para explicar su arraigo en los bordes, para exorcizar el dolor de un cuerpo enfermo en deterioro, pero cuyo espíritu ya estaba menoscabado mucho antes.
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