El difícil camino de las mujeres en el mundo de la música

Fueron contemporáneas durante el esplendoroso período de la música culta, pero solo una estaba destinada, aunque con dificultades, a brillar en los pocos espacios que dejaban a las mujeres los grandes compositores de los siglos XVIII y XIX.

Ambas vivieron a la sombra o a la diestra de grandes músicos, por coincidencia alemanes, por vocación grandes pianistas, de los más virtuosos en la creación de maravillosas obras musicales. Una se llamaba Clara Schumann (1819-1896), esposa de Robert Schumann; la otra era Fanny (1805-1847), hermana de Felix Mendelssohn.

Clara Schumann. Foto: Wikipedia.

A la primera, cuyo apellido de soltera era Wieck, no le fue tan mal, tuvo tiempo para crear música y también para procrear siete hijos (algunos biógrafos dicen que fueron ocho). A Fanny definitivamente le fue mal, porque su principal opositor para triunfar en la composición musical fue su padre y, en gran medida, la prejuiciosa sociedad de entonces.

Clara, la más exitosa entre las mujeres de su época, fue una fiel intérprete de la obra de Liszt, Chopin, Beethoven y de Schumann; además, dirigía la edición de todas sus composiciones musicales. Tuvo y sintió libertad para crear, pero llegó un momento en el que fue absorbida por la crianza de sus hijos.

Clara y Robert formaban la pareja perfecta de la época, musicalmente hablando, porque las dificultades matrimoniales eran evidentes, tal como refieren los biógrafos. Él tenía nueve años más y sufría de trastornos mentales, incluso la historia registra un intento de suicidio en el río Rin.

Pero Clara siempre fue considerada la mejor pianista de Alemania y también de Europa. Comenzando por la admiración que sentía por ella el compositor y también pianista Robert Schumann, autor de un centenar de obras para piano y canciones o lieder, música coral y dramática, conciertos y sinfonías.

Se cree que Schumann era esquizofrénico, como dicen algunos, o maniacodepresivo. También se afirma que padecía de sífilis. La escritora Elizabeth Subercaseaux, en su libro La pasión de Brahms, anota que Schumann fue internado en su etapa final por una neurosífilis, una grave enfermedad que afectaba seriamente al sistema nervioso y cuyos síntomas se manifestaban veinte años después de que la persona contrajera sífilis.

Cuando murió el compositor y por razones de supervivencia, Clara se tuvo que dedicar a tiempo completo a la música y contó con el apoyo de un joven que generaba enormes expectativas en Alemania y en Austria. Era Johannes Brahms, lo que llevó también a especulaciones sobre una supuesta relación sentimental que habría sobrepasado lo estrictamente musical.

En una carta que Johannes Brahms envió desde Hamburgo a su hermana manifiesta la preocupación por algunas insinuaciones de la prensa y que podrían afectar la reputación de Clara Schumann: “Los perversos periodistas insinúan que la concertista (Clara) tendría una relación algo más que amistosa con un desconocido músico de Hamburgo (Johannes) catorce años menor que ella, mientras su marido (Robert) vive postrado en el asilo de Endenich”. Y prosigue: “La relación no es más que amistad, cariño y agradecimiento por mi parte”.

Esa y otras cartas están publicadas en el libro de Elizabeth Subercaseaux. La escritora corrobora en la narración que Clara, en efecto, era una mujer casada y su marido estaba internado en un sanatorio. Por esa razón, Johannes se quedaba a cargo de los hijos y a veces acompañaba a Clara a dar sus conciertos.

En la novela se publica una carta en la que Clara expresa los más profundos sentimientos en su relación con Brahms: “Nunca he amado a un amigo como te he amado a ti; nuestra amistad ha sido la más bella comprensión que pueden tener dos almas. No te amo por tu juventud ni por razones de mi propia vanidad. Es la elasticidad de tu espíritu lo que amo, tu fina naturaleza y tu noble corazón”.

A la muerte de su esposo, Clara tenía 36 años y siete u ocho niños que cuidar. Se sentía en la más profunda soledad, salvo por el apoyo de Brahms. En su libro Subercaseaux revela que Clara siempre tuvo conflictos entre sus papeles de esposa, madre y artista, pero “siempre lo resolvía a favor de la artista”.

En uno de los episodios del libro se narra un contrapunto entre Clara y el compositor francés Hector Berlioz (1803-1869), que en la época era muy reconocido en el ámbito musical alemán y vienés.

El incidente ocurrió en Dresde cuando Clara tocó el “Impromptus” que su esposo había escrito para ella y con la presencia de Berlioz. “Lento, demasiado lento, Frau Schumann”, le habría dicho Berlioz a Clara, “con esa expresión terca y dura que le caracterizaba” al francés, relata la escritora.

Al regresar a casa la pianista reclamó a su esposo por haber invitado a Berlioz a la presentación del “Impromptus” y, además, se permitió decir: “Yo reconozco que hay mucho talento en su ‘Sinfonía fantástica’ y, sin embargo, no me gusta la violencia de su pasión ni esa horrenda fantasmagoría del final”.

Fanny Mendelssohn. Foto: wikipedia.

La fama de Clara, sus presentaciones en Alemania y otros países europeos fueron exitosos, muy diferente a lo ocurrido con Fanny Mendelssohn, cinco años mayor que su hermano Felix, quien cosechó todos los éxitos de la época, incluso llegó a publicar con su firma algunas obras escritas por su hermana.

“Para tu hermano Felix la música se convertirá en su profesión, pero para ti nunca podrá ser la base de tu existencia y vida diaria”, le escribió su padre cuando Fanny cumplió quince años. Además, la exhortaba a que el piano no le hiciera perder su femineidad, se dice en un reportaje de la revista Gatopardo.

La investigadora Sarah Rothenberg en el libro El viaje inconcluso de Fanny Mendelssohn-Hensel (este último el apellido de su esposo) escribe que a los trece años Fanny ya podía tocar los preludios completos de “El clavecín bien templado” y que su madre alguna vez, al observar sus manos, dijo que Fanny tenía dedos de “fuga de Bach”.

Fanny Mendelssohn compuso no menos de cuatrocientas obras para piano, entre ellas la “Sonata de Pascua”, escrita cuando tenía veintidós años y que constaba en el catálogo de las obras de Felix. El manuscrito de la obra recién fue descubierto en una librería de París en 1970, lo cual fue verificado por las correcciones en la partitura con la letra de Fanny.

Los biógrafos y musicólogos coinciden en que la relación de los hermanos fue cordial, solidaria. Se intercambiaban las partituras para corregirse mutuamente. Fanny tenía la intención de clasificar todas sus obras; se lo propuso cuando cumplió 42 años, pero murió poco después sin siquiera haber comenzado. La muerte afectó a Felix, quien moriría seis meses después. 

Para Clara Schumann la vida fue un tormento porque sus responsabilidades como madre le impedían una dedicación a la música a tiempo completo; Fanny Mendelssohn nunca tuvo problemas económicos, su familia poseía un grandioso patrimonio.

La mayor coincidencia entre estas dos mujeres talentosas fueron las dificultades para sobresalir en una sociedad machista y repleta de prejuicios.

Maria Anna, la hermana de Wolfang Amadeus Mozart

Además de Clara Schumann y Fanny Mendelssohn, un siglo antes, otra mujer, austríaca, también se había destacado por sus prodigios musicales, pero sufrió de prejuicios similares.

Foto: Wikipedia.

La música estaba reservada para los hombres; las mujeres tenían que ocuparse de los oficios del hogar, casarse, criar hijos, tejer, bordar, etc.

Es lo que ocurrió con Maria Anna Mozart (1751-1829), la hermana mayor de Wolfang Amadeus Mozart (1756-1791), hijos de un gran músico de la época, Leopold Mozart, quien constató y apoyó las aptitudes musicales de su hija, pero solamente hasta que cumplió dieciocho años y consideró que era tiempo de casarse.

Al igual que su hermano, que muchos conocieron en la película Amadeus, de Milos Forman, en 1984, la historia de Maria Anna —o Marianne— también fue llevada al cine, por René Féret en 2010, en un filme en el que el director deja muy bien evidenciadas las cualidades musicales de la protagonista, al igual que sus frustraciones.

El título original de la película rodada en Francia es Nannerl, la soeur de Mozart, y la crítica ha sido positiva mayoritariamente. 

Algunos biógrafos sostienen que Wolfang admiraba a su hermana y que la vocación por la música la adquirió de ella. Se dice que escribió algunas obras para violín y para clavecín, sin embargo, no se han encontrado copias de las supuestas partituras.

Algunos musicólogos creen que la influencia del padre fue determinante para los dos niños; pero Marianne se limitaba a tocar en las cortes y en las casas de familias influyentes. La composición musical, definitivamente, no era un oficio para mujeres.

La hermana siempre apoyó a su hermano, quien, a temprana edad, antes de los cinco años, ya era capaz de sentarse frente a un clavecín o tocar el violín con insuperable prolijidad. Mozart alcanzó los mayores éxitos del período clásico de la música, que fuera iniciado por el genial Joseph Haydn (1732-1809).

Con la prolijidad, exigencias y rigurosidad de la época, Leopold Mozart no hizo ninguna diferencia para guiar musicalmente a su hija y a su hijo de manera estricta durante los recorridos que efectuaban por diferentes ciudades europeas, donde los niños asombraban al público.

Wolfang, que era un gran observador, desde los tres años miraba a su padre mientras enseñaba las notas musicales a su hija. Ese fue un factor determinante para que el músico, nacido en Salzburgo, se inclinara por tocar y luego escribir partituras.

Maynard Solomon, uno de los más destacados biógrafos estadounidenses que escribió las mejores historias de Beethoven y de Mozart, anota que en su temprana edad Wolfang Amadeus ya manifestaba sus deseos de ser como su hermana Marianne, con quien compartía su diario de vida.

Tanto confiaba en su hermana que le compartía sus partituras para conocer su criterio y observaciones musicales. Marianne hacía lo mismo y todo fluía sin contratiempos hasta que ella se casó y, en simultáneo, la vocación musical llegó a su fin.

El padre, considerado por algunos críticos como un “monstruo posesivo”, siempre tuvo la última palabra sobre las decisiones de sus hijos.

En el caso del genio Wolfang, quien murió pobre y enfermo, para su padre fue una importante fuente de ingresos financieros de la familia, según coinciden algunos musicólogos.

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