Mujeres ecuatorianas despegan a la NASA

Quince niñas y adolescentes ecuatorianas fueron seleccionadas por She Is Astronauta.
Viajarán en agosto de 2023 a la NASA. Son la segunda tripulación del país de mujeres en conseguirlo
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Adolescentes ecuatorianas que viajarán en agosto 2023 a la Nasa.
Fotografía: Santiago Fernández.

Érase una vez…

El inicio de esta historia, podría ser, cuando la perra soviética Laika viajó en la nave Sputnik 2 y se convirtió en el primer ser vivo terrestre en entrar en órbita.

O podría empezar cuando la rusa Valentina Tereshkova, de entre cuatrocientas aspirantes, se convirtió en la primera mujer en viajar al espacio y pilotear la cosmonave soviética Vostok 6. Hoy mantiene el récord de ser la única mujer en realizar una misión espacial en solitario.

Esta historia también podría arrancar cuando el astronauta Neil Armstrong fue seleccionado por la NASA y fue el primero en pisar la luna, tras su viaje en el Apolo 11. “Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, pronunció al dejar su huella.

Pero, esta historia, inicia así: Érase una vez, un grupo de niñas y adolescentes ecuatorianas que fueron seleccionadas para participar en un programa de la NASA…

¡Viajas a la NASA!

Carmen Rodríguez improvisa un taller de manualidades en su casa. Elabora unos pequeños carteles en forma de cohetes y ordena las cartas oficiales que entregará a las jóvenes seleccionadas para viajar al Space Center de la NASA. Ella es la coordinadora del programa She is Astronauta Ecuador.

Llega el día para dar la buena noticia y prepara todo para que sea una sorpresa. “Imagina que postulas para algo superimportante en tu vida. Estás a la espera de la respuesta vía mail o por Zoom. ¡Qué mejor que te lo digan cuando menos lo esperas!”, explica Carmen.

Antes de empezar a repartir las enhorabuenas, revisa que no haya olvidado ningún documento. Cuida que los cohetes de fómix estén intactos y aterricen así en las manos de los familiares de las elegidas. Ellos son sus cómplices y la acompañarán al momento de pronunciar: ¡Viajas a la NASA!

La puerta del noveno de básica de la Unidad Municipal Milenio Bicentenario se abre sin previo aviso. Carmen, con emoción, dice: “Busco a Karlita Guevara. Quiero decirle que viaja a la NASA”. La niña de trece años, que quiere ser astrofísica, se levanta aletargada del pupitre, como si estuviera en un sueño. Se abraza con sus familiares y recibe su carta de admisión entre los aplausos de sus compañeros.

***

Al igual que las últimas noches, Camila Reyes Chamba de diecisiete años no dejó de llorar. Impaciente revisaba su correo electrónico a cada momento. Se cuestionaba por qué no fue admitida en el programa. La misma pregunta daba vueltas en su cabeza cuando, con sus compañeros del Manuela Cañizares, fue convocada al auditorio principal.

Detrás de unos 150 estudiantes que visten sacos y calentadores celestes, ingresa Carmen y los familiares cómplices. Como en la noche anterior, Camila llora, pero esta vez de alegría. Sus amigos aplauden, silban, saltan, a gritos la felicitan. El momento parece una escena cinematográfica. Algo así como cuando en Armageddon el equipo de la NASA celebra el que Bruce Willis y Ben Affleck salven la Tierra.

“Voy a dedicarme al máximo en el programa”, dice Camila, quien se debate entre la ingeniería química y la astrofísica. Pero, por ahora, divide su tiempo entre participar en el intercolegial de Olimpiadas de Astrofísica, continuar coordinando el club de Periodismo del Manuela, dar clases de oratoria y enseñar a sus compañeros a caminar en zancos.

***

Roberta Vallejo Rodríguez está en la última hora de clase. Es viernes. Junto con sus compañeros del colegio Miguel Ángel Asturias, espera que suene el campanazo final del día, que es el inicio del fin de semana.

Pero la clase se interrumpe sorpresivamente. El “viajas a la NASA” se vuelve a escuchar, al igual que los aplausos. Roberta tarda en articular sus palabras. Una sonrisa se congela en su rostro, mientras un brillo de alegría nace en sus ojos.

Pasarán varios minutos para que su voz se exprese al igual que su gesto. “Veía en las redes sociales que ya anunciaban a las chicas de otros países y a mí nada”, cuenta sin dejar de sonreír. “Además —explica—, ya estamos en marzo y nos dijeron que los resultados se daban a finales de febrero”.

Roberta de quince años quiere ser astrofísica y desde pequeña sueña con ser astronauta. Mira documentales y lee todo lo referente al espacio desde los siete años, cuando se planteó que llegaría un día a la NASA, y de ahí a la luna.

She Is Astronauta

La colombiana Nadia Sánchez tenía un objetivo claro: trabajar programas de emprendimiento económico con las mujeres víctimas del conflicto armado de su país. En 2015, tras ganar un capital semilla para proyectos emergentes, auspiciados por la Casa Blanca de Estados Unidos, creó She Is.

La labor de su fundación comenzó a ganar notoriedad y Nadia apostó por nuevos horizontes. En 2019 firmó con el Space Center de la NASA un acuerdo para realizar un programa social para mujeres menores de edad. Se trataba de formarlas a través del sistema educativo STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas); además de llevarlas a la NASA.

La iniciativa se replicó en otros países como Ecuador y Perú. Hasta el momento, se han dado dos ediciones con 131 beneficiarias. Diez ecuatorianas fueron parte de la edición 2022. Ellas recibieron por cuatro meses clases virtuales de emprendimiento social, liderazgo femenino y el pénsum STEM.

Luego de esta preparación, viajaron a la NASA por una semana. Ahí recibieron clases de robótica, programación, cohetería y hábitat lunares. Sus instructores fueron científicos y expertos en dirección de vuelo y simulación de viajes al espacio.

Para esta edición 2023, el número de la tripulación ecuatoriana aumentó. Un total de quince mujeres, seleccionadas entre 890 postulantes de todo el país, vivirán la experiencia de She Is Astronauta, cuya regla es acoger a quienes viven en situaciones de vulnerabilidad económica y destaquen académicamente.

Un espacio de encuentro

Es un sábado de marzo y la lluvia no da tregua. Quito marca 8 °C. Pese al frío, el ánimo de los familiares de la nueva y la anterior tripulación es cálido. Cada uno destaca a su hija, a su nieta, a su hermana…

“Uy, es que la niña no para de estudiar. Una debe, por poco, suplicarle que salgamos a dar una vuelta”, dice una madre medio en broma, medio en serio. “Es que es inteligentísima y no para de leer”, cuenta entre risas un abuelo. Todo se pronuncia sin ostento. Todo se dice con la sensación de que los une algo más fuerte que el hecho de que un ser querido vaya a la NASA.

Nayeli Moreno, Milagros Soria y Samay Irais Benítez parecen recién llegadas del espacio. Visten su traje azul de la NASA y portan los parches y medallas de sus logros tras su viaje a Houston. Se encuentran en el vestíbulo del Planetario de la Fundación Mundo Juvenil. Mientras esperan que Stéfano Ávila, administrador del lugar, proyecte el universo dentro de la cúpula de concreto, comparten sus vivencias a la futura tripulación.

En el año 2022 Milagros Soria, Nayeli Moreno y Samay Benítez recibieron durante cuatro meses clases virtuales de emprendimiento social, liderazgo femenino y viajaron a la NASA por una semana.
En el año 2022 Milagros Soria, Nayeli Moreno y Samay Benítez recibieron durante cuatro meses clases virtuales de emprendimiento social, liderazgo femenino y viajaron a la NASA por una semana. Fotografía: Santiago Fernández.

Milagros de catorce años tiene una actitud extrovertida. Conversa tanto con quienes fueron sus compañeras de misión como con las que recién conoce. “Van a aprender un nuevo idioma, porque les enseñan la comunicación binaria”, relata con sorpresa, abriendo tanto los ojos que parecería que están por salirse de su órbita.

“¿Se acuerdan de la simulación al espacio y cómo en ese ejercicio trabajamos manejando ese robot pequeñito, que parecía un juguete?”, les pregunta a sus colegas en un ejercicio de remembranza. También dice que en varias de las clases se aprende jugando, lo cual no implica que dejen de ser un reto, que es premiado al final.

Nayeli tiene doce años y es la más joven de las tripulantes que ya fueron a la NASA. Ella tiene un proyecto para que los niños se acerquen al espacio. Quiere crear una especie de planetario nómada que se pueda ambientar en cualquier habitación. Para ello ha elaborado una serie de tarjetas plegables que contienen la información de planetas, estrellas y más cuerpos espaciales. Su herramienta clave es un celular que se transforma en cohete y permite que se despegue a la Vía Láctea a través de códigos QR.

No muy lejos de Nayeli, Hanna Almachi de catorce años lleva el traje tradicional del pueblo caranqui de Imbabura y sostiene un casco de astronauta de papel maché. Con una sonrisa tan blanca como la blusa de su comunidad, manifiesta que, si alguien sabe hacia dónde va, no debe olvidar de dónde viene.

Otra que sabe hacia dónde va es Samay de dieciséis años. Anhela seguir los pasos de José Granda, científico ecuatoriano que lleva más de dos décadas en la NASA y ha colaborado en diecisiete misiones espaciales. Ella pudo verlo y asimilar cada enseñanza y consejo de su compatriota. Hoy Samay está convencida de que su oportunidad de llegar al espacio es real.

Y es que ella, como cualquiera de las veinticinco ecuatorianas que hasta el momento forman parte del programa, tiene la posibilidad de ir al espacio, al haberse convertido en Alumni NASA. Con esto, además de obtener mayores oportunidades para becas educativas o de fondos para desarrollar proyectos, han ingresado a la base de datos del Space Center, que hará un seguimiento de los pasos que dé cada una.

Solo el tiempo dirá si el recorrido de alguna de estas mujeres es de cuatro mil kilómetros desde Ecuador a Houston, o de 384 400 kilómetros desde la Tierra a la luna.

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