
El caso de la banda quiteña Minipony es particular: está formada por una pareja que comparte vida, sudor y arte. Su música se describe como metal experimental, pero el verdadero experimento es la forma en la que están conquistando a la audiencia ecuatoriana.
El beso de la desgracia
Él y Ella están dentro de su casa, amarrados. Un grupo de asaltantes los siguió hasta la entrada y los ató, el uno al otro, mientras se llevaban todos sus equipos. Ella clava la mirada en uno de los ladrones y se atreve a decirle: “Déjanos el disco duro, a ti no te sirve de nada”. El delincuente regresa a ver al aparato, luego la mira a Ella, y decide dejarlo sobre la mesa vacía. Se llevaron todo, una guitarra de nueve cuerdas, sintetizadores, micrófonos, pedales, computadoras, todo. La pareja queda sola, apenas con el disco duro en el que tenían grabado el disco Imago, debut de su banda, llamada Minipony.
Un mes después del asalto, Filippo Brandimarte, baterista de El Karmaso, su banda anterior, fallece en un accidente de tránsito mientras entregaba un pedido en su motocicleta. El vacío es inenarrable, y esta banda hace un tácito pacto de silencio, en tributo a quien, según la pareja, fuera su referente de compromiso y profesionalismo. Así lo recuerdan: “Era la persona más profesional que hemos conocido, él nos llevó al nivel que ahora tenemos”. El Karmaso, luego de conquistar los escenarios más grandes del país, como el QuitoFest o Festival FFF, y ganarse el reconocimiento del receloso público ecuatoriano, se toman un incierto y respetuoso tiempo fuera de la escena.
Colores de El Karmaso
La pareja vivió en Italia durante la primera década del siglo XXI. Emigraron, entrando a sus veintes, para estudiar: Él, Amadeus Galeano, producción musical; y Ella, Emilia Moncayo, fotografía. Están juntos desde que ambos tenían trece años, a esa edad comenzó el amor y comenzó la creatividad, pues empezaron a componer música juntos. En Italia formaron El Karmaso, banda que fusionó rimas con algunos géneros duros como el rap, el rock progresivo y el metal. Algunos fanáticos los comparan con Rage Against the Machine por su contenido social y un sonido claramente definido.
Luego de sus primeros conciertos en escenarios italianos, grabaron su álbum debut, DeaMadre, de la mano de Alessandro Scala, profesor de ingeniería de sonido de Amadeus. Este reconocido productor italiano, que ha trabajado en discos de grandes del pop europeo como Laura Pausini o Eros Ramazzotti, le enseñó cómo captar y potenciar el sonido de una banda. “Tuve la suerte de que Alessandro me agarró mucha buena onda. Cuando terminamos el curso de grabación, él estaba buscando a un grupo que quisiera grabar baterías. Yo propuse a El Karmaso, fuimos al estudio, tocamos y la gente se cayó de culo. Lo que empezó como un ensayo de grabación para un fin pedagógico terminó en una relación intensa con Scala para grabar nuestro primer disco”.
Las sesiones de producción de DeaMadre, que se extendieron durante tres años, eran minuciosas y agotadoras. “Interminable. Estábamos sentados horas enteras frente a la computadora, escuchando cientos de redoblantes, para definir el sonido de la batería. Pasábamos oyendo: taas… taaaaas… tassss toda la semana”. Este proceso, tan frustrante como profesional, abrió las posibilidades de los músicos, que ahora triunfan en escenarios locales y extranjeros con el nombre de Minipony.
Minipony en blanco y negro
Amadeus decide aplicar lo aprendido de Scala en la producción del que entonces era su proyecto alterno, Minipony, banda de metal progresivo que forma junto a Emilia con la intención de respirar fuera de la absorbente atmósfera de los otros proyectos.
Su nombre busca parodiar las estructuras del mundo del metal pesado. En Minipony se encuentra entonces la temible actitud de un orco sobre la ternura de un minúsculo caballo pony. Entrando en su universo musical, lírico y estético, hay un matrimonio entre la energía femenina y masculina de sus fundadores; la unión, digamos, de un conjunto de equipos complejos con la sensibilidad de una poesía transparente. Así, Minipony plantea el equilibrio entre la creatividad de la pareja, él es el sonido, ella la estética visual; él lo técnico, ella lo poético; él compone las estructuras de las canciones, ella escribe las letras.
Un camino cruzado
En 2013 sale el sencillo Milk With Silk. La música la produjo Amadeus y el video lo editó Emilia, juntando 3291 fotografías en blanco y negro para crear un stop motion que cuenta la onírica historia de un amor alucinado. En general, Minipony propone canciones de ritmos complejos y armonías simples, típicas del math rock, que es un subgénero del rock progresivo. Su sonido es un claro gesto de admiración al trabajo de bandas de metal como Meshuggah.
Con este sencillo empieza a palpitar la historia: se liberan de la sombra exitosa de su banda anterior, El Karmaso; entusiasman al productor Alessandro Scala, quien acelera la producción de DeaMadre, su nuevo disco,y así se establece Minipony como grupo oficial de la pareja.
Desde las cenizas
“Si tenemos que empezar de cero, entonces hagámoslo, y hagamos lo mejor que podamos”. Las palabras de Amadeus a Emilia, luego del beso de la desgracia, hacen su magia, y se manifiestan en una realidad tangible. Empiezan a gestionar un proyecto que se levanta y surge del vacío y la pérdida. Como sucede con todas las iniciativas culturales, abrir paso para Minipony fue sobre todo enfrentar a los que prefieren seguir escuchando eso a lo que se han acostumbrado y que repiten sin remordimientos. Sin embargo, la pareja ha logrado construir un público que entiende a la banda, la sigue y disfruta de su espectáculo, caracterizado por sus altos estímulos sensoriales.
Y sucedió la magia
Están parados en el escenario más grande de sus carreras, el festival mexicano Hell and Heaven de 2020, que tuvo como cabeza de cartel a Deep Purple. El concierto fue excelente, pero minutos antes de subir a tocar, les informaron que las fronteras del Ecuador se habían cerrado debido a la covid-19. “Fue alucinante presentarnos ahí, pero no pudimos quedarnos, disfrutar, hacer contactos. Corrimos a buscar vuelos para regresar”. Viajaron con su hija recién nacida, ignorando, por fortuna e instinto, la recomendación de dejarla en casa, pues era mucho ajetreo para una bebé de tres meses.
El viaje a México, planeado para una estadía de una semana, duró un mes. Treinta días a los que sobrevivieron reventando tarjetas de crédito y contando cada centavo antes de gastarlo.
Lograron regresar en un vuelo humanitario cuyos pasajes costaron el doble de lo que cuestan normalmente. Al llegar al Ecuador los obligaron a pasar su cuarentena en un hotel al que llegaban decenas de viajeros en la misma situación: aislamiento obligatorio. Aquel espacio era un caldo de cultivo y la pareja no quería exponer a su hija, movieron cielo y tierra para obtener luz verde y cumplir el encierro en su casa, pero no lo consiguieron. Solo recibieron el escarnio público de una funcionaria que les dedicó un tuit llamándolos, sarcásticamente, “angelitos”, por no querer acatar la norma sanitaria. Y a continuación recibieron una oleada de tuits acusándolos de irresponsables.

Que esto no se detenga
Ahora encaran a miles de personas en el Tatoo Music Fest, en Bogotá. El público no les da una bienvenida calurosa. Se escuchan pifias de una multitud que no sabía qué esperar de un grupo de metal llamado Minipony. Tocaron y las cosas se dieron la vuelta. Bajaron del escenario entre los aplausos de miles de personas que lograron conectar con su música. Ese día Minipony dejó claro que el nivel musical trabajado en el Ecuador es alto y que puede enfrentarse al público de cualquier escenario.
Regresan a seguir con su vida. Durante la pandemia y ante la paralización de la actividad cultural en el mundo, abrieron Olmo, un rincón de comida italiana ubicado en Lumbisí. El local nació con la idea de vender lasañas a domicilio y despachar pedidos dentro del barrio, pero al ver que durante la espera la gente se tomaba una cerveza o una copa de vino, la propuesta se amplió a servicio a la mesa, lo que les permite continuar con su actividad musical y compartir su pasión por la gastronomía italiana.
De vuelta al ruedo
En Soundgarden, una sala de eventos ubicada en Tumbaco, se dio el lanzamiento de Ajna, elsegundo disco de la banda. Era un festival con varios grupos del circuito underground del país, como Sal y Mileto y Descomunal, que se presentaban luego de años de confinamiento obligatorio. Al frente, como siempre, el pogo de entusiastas; atrás, puestos con mercadería; entre puesto y puesto, gente disfrutando de la conversación y una o dos cervezas.
Los estándares técnicos del evento fueron altos, el sonido claro y nítido, las bandas presentaron un repertorio sólido, el espacio era cómodo y bien equipado y la iluminación estuvo a la altura, sobre todo en el set de Minipony, cuyo técnico de luces ensaya cada semana con la banda para conseguir un espectáculo que coordina las luces con los golpes de la batería.
El disco Ajna surge como un contundente golpe dentro de la escena local y Minipony es referente de lo mejor del país. Han tocado en los eventos nacionales que convocan a la mayor cantidad de público, han formado su propio ejército de fanáticos y ahora esperan salir de gira en Latinoamérica y Europa. Ha llegado el momento de cabalgar sobre el mundo.
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