Miguel Varea: el valor de lo intrascendente.

Por Francisco Febres Cordero.

Fotografías: obras del artista (www.miguelvarea.com).

Autorretrato.

Ante el sensible fallecimiento del pintor Miguel Varea, la revista Mundo Diners le rinde homenaje con una entrevista realizada en el 2012.

No murió Miguel Varea de coronavirus, en tiempos de coronavirus: murió de vida.  Una vida intensa, incesante, febril, en que todo lo llenaba el arte.  Ahí están sus cuadros de pequeño y gran formato, sus murales, sus libros.  Ahí está su caligrafía única, personalísima.  Ahí están su irreverencia, su ironía.  Pero también sus amores, sus dudas, sus quebrantos y sus sueños.  Deja una obra vasta, elaborada con enorme inteligencia y paciencia de orfebre.  Pero deja también un recuerdo imborrable en quienes tuvimos la fortuna de conocerlo, tratarlo y crecer con su palabra y su amistad.

ENTREVISTA

A los dos años de edad, Miguel Varea se cayó de un segundo piso, se golpeó en la cabeza y nunca volvió a ser igual. El impacto contra el suelo lo condujo a una vida en llamas de la que ha podido sobrevivir a pesar de sí mismo. Desde el taller donde pinta, traza con palabras su autorretrato.

Su casa está en Sangolquí. Y en ella (con un jardín en el que se nota el amor por las plantas y una decoración interior cuidada al detalle, en que se mezclan piezas arqueológicas con coloniales y con muebles de una madera pesada, antigua) tiene Miguel Varea su taller y, sobre él, por una entrada independiente, se accede al de su mujer, Dayuma Guayasamín, también pintora y, además, diseñadora. Los dos espacios destinados al trabajo creativo de cada uno son amplios, generosos en luz… y desordenados, como corresponde.

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