Michelle Grunauer: la médica humanista

Michelle

Por Pablo Cuvi

Foto de Juan Reyes y archivo M. G.

 

Quiteña con pinta de alemana, Michelle Grunauer tiene un PhD obtenido en São Paulo y especializaciones de medicina paliativa y salud mental en Inglaterra y Estados Unidos. Es decana de la Escuela de Medicina de la Universidad San Francisco y trabaja en el Hospital de los Valles, sobre todo en cuidados intensivos de niños en peligro, y es parte de una fundación de ayuda comunitaria. Para descubrir la historia detrás de esta escueta ficha conversamos en la salita que acaban de abandonar algunos alumnos. Ella me tutea de entrada. Mejor. Y tiene una sonrisa fácil. Tanto mejor.


 

 

 

—¿Desde cuándo sabías que querías ser médica?

—Mis papás me contaban que cuando comencé a hablar decía que quería ser médica, es algo que pasó. Pienso que la razón era para aliviar el dolor y el sufrimiento, eso es lo que me ha ido motivando a lo largo de la vida porque es la meta más grande de la medicina.

Una niña escribió un cuento: “Yo quiero ser de grande un gran médico en un gran hospital de Nueva York y cuando se mueran los enfermos, morirme con ellos”.

—¡Qué lindo! Yo creo que cuando un enfermo tuyo fallece, un poquito de ti fallece con ese ser, sobre todo cuando son niños. Al mismo tiempo concientizas que hiciste lo mejor que pudiste, que en tus manos no está el poder dar el obsequio de la vida o no.

En un texto tuyo decías que no debes vivir el dolor.

—Sí, lo importante es que no vivas ese dolor porque eso puede modificar tu toma de decisiones, tu pensamiento crítico, pero la clave es que no pares de conmoverte con ese dolor. La segunda cosa de por qué quise ser médica es porque la medicina te da el privilegio de entrar en la vida de alguien de una manera incondicional. Cuando hablas con tus pacientes te cuentan dónde comen, con quién duermen, qué es lo que aspiran. No les importa el nombre de la enfermedad, les importa lo que viene después de la enfermedad, cómo va a hacer su vida mejor.

Bueno, en la psiquiatría entras totalmente al alma del paciente.

—No debería ser la psiquiatría la única. No debería etiquetarse al médico cirujano, por ejemplo, porque él no va solamente a retirar un apéndice. Ese médico va a operar a una persona que tiene una familia, que tiene hijos, padres, que tiene un trabajo. La medicina abarca todo eso, no importa la especialidad. Porque estás tratando con un ser humano que te abre las puertas del día a día. Un paciente mío en cuidados intensivos tenía que hacerse un cateterismo cardíaco urgente y se negó, no entendíamos la razón, pedía el alta para salir, pero eso era firmar la muerte, pues podía haber un nuevo infarto. Me dijo: “Doctorita…” (Hace un paréntesis: No hay nada más lindo que un paciente te diga ‘doctorita’, y no hay nada más feo y doloroso que un colega te diga ‘doctorita’, son los dos extremos. Tu paciente con extremo cariño, tu colega con extremo despotismo). Dijo: “Doctorita, yo tengo que firmar la garantía para que mi hija pueda tener su casita, yo soy el garante, si me operan hoy día antes de ir al banco y me muero, mi hija y mi nieto, que solo me tienen a mí, nunca van a poder tener su casita”. Ahí no estamos hablando de psiquiatras.

¿Cuándo empezaron con esta nueva tendencia del paciente como un ser integral? De lo que recuerdo, hace 30 años era: ¿usted apéndice? apéndice; ¿usted ojos? ojos; el médico no estaba para preocuparse mucho de tus problemas.

—Hipócrates ya promulgaba la medicina como una vida de entrega, de compromiso, de desarrollo comunitario. No es una nueva tendencia, es el profesionalismo que debía haber existido hace 40 años y que tiene que existir ahorita. En el momento en que eres médico o médica te estás entregando a un contrato con la sociedad donde vas a poner los mejores intereses de la persona sobre los tuyos, vas a ser competente, íntegro, vas a promover el desarrollo comunitario. La intervención eficaz no es sacar la vesícula, al paciente no le importa el nombre, una colecistectomía, le importa lo que viene después de este nombre. Cuál es el impacto en su vida después de esta operación.

¿Estudiaste en la Universidad Central?

—Sí, son los recuerdos más lindos de mi vida. Fueron momentos de muchísimos cambios, de encuentros y desencuentros, se hicieron tan claras las diferencias en acceso a oportunidades. La Central me dio las vivencias más lindas de exploración, de compromiso y de entrega al ser humano.

-¿No te hiciste china?

—No me hice china. Nunca he tenido una afiliación política, ni china, ni cabezona, pero cuando había las marchas por lo justo iba a las marchas, y me rescataron varias veces de las bombas lacrimógenas las personas que vivían en el Centro quiteño, me metían en su casa.

 

El soporte emocional

(La flamante doctora fue a São Paulo a especializarse en neumología, en medicina crítica, en cuidados intensivos y obtuvo un PhD en el área de mecánica respiratoria y ventilación mecánica. Allá se quedó ocho años trabajando en la unidad de trasplantes hepáticos, fue directora de cuidados intensivos, allá nació su hija. Volvió al Ecuador y abordó el campo de la salud mental).

—Salí un día de la unidad, no hace mucho tiempo y me encontré con un paciente que había estado en una situación gravísima y salió adelante. Pero siendo tan joven, pasó un año y no estaba trabajando, tenía depresión, tenía ansiedad y tenía estrés postraumático, eso significa que van a aparecer algunas imágenes que modifican rápidamente tu emoción y tu comportamiento, se ve generalmente en personas que han ido a la guerra. (Explica que menos de un tercio está trabajando un año después de haber salido de la unidad de cuidados intensivos; eso está relacionado con el nivel de estrés que viven entre los monitores, en la sala oscura, donde la mamá de un niño grave tiene un riesgo cuatro veces más alto de desarrollar trastornos de ansiedad, estrés traumático y depresión). Imagínate un niño que ha salido de la unidad para ser cuidado por una mamá que está severamente deprimida y sufriendo. Entonces dije: tengo que ir y formarme en esto, es algo que está comenzando realmente en el mundo. Yo veía que los avances tecnológicos no empataban con el humanismo que necesitaba transmitir a mis pacientes. (Fue a Inglaterra a prepararse en salud mental, niños, familia; luego hizo terapia cognitiva conductual en Estados Unidos). Ahora combino salud mental, medicina paliativa y cuidados intensivos, y estoy tranquila. Veo sobre todo a niños y neonatos que están en la unidad de cuidados intensivos; ahí no manejas la enfermedad-problema del niño solamente, sino de toda la familia, porque toda la familia está sufriendo.

¿Cómo recibe un niño la noticia de que tiene, por ejemplo, un cáncer grave? ¿Qué sucede?

—Va a depender de la edad que tenga porque eso le va a dar diferentes niveles de entendimiento del cáncer; depende de la exposición que el niño haya tenido en su día a día, en personas que hayan tenido cáncer y que hayan sobrevivido o no. Va a depender de la capacidad de resiliencia que tienen los niños, que es una capacidad gigantesca de salir adelante de obstáculos.

(Para cada tema tiene un ejemplo, una historia. Aquí cuenta de un niño de 10 años con un diagnóstico de leucemia, de una condición económica muy vulnerable, que tuvo una infección tan severa que fue rápidamente por su bracito y si no se le amputaba, esa infección podía matarle. Su mamá había fallecido con cáncer cuando él tenía cuatro años, quedaban su papá y él. La doctora explicaba al niño sobre lo que le había pasado con su brazo, cómo tenía ya una estrategia para el futuro, cómo personas con la prótesis manejan una vida plena, etc. En medio de la explicación el niño dice: “Doctora Michelle, solamente un ratito”. Su papá estaba conmigo todo el tiempo y le dice: “Papito, ¿comiste?”. El papá le responde: “Claro que comí”. Él le dice: “No, papito, tú no comiste”. Ellos venían de la Costa. En medio de la unidad de cuidados intensivos, el papá le muestra una factura pero no le convence: “Porque cuando estamos en la casa, nos alcanza para un día y aquí todo se ve mucho más caro. Doctora Michelle, puede ver que mi papá coma”. Los ojos de la doctora se humedecen levemente).

Iba a perder su brazo, su vida estaba en peligro porque la infección se había diseminado, pero ponía el cuidado de su papá sobre el suyo. Una generosidad tan inmensa, ese compromiso tan grande que ves en un niño de 10 años. Cada niño o cada niña va a responder de una manera diferente. Generalmente encuentran una salida aunque no sea real, la salida puede ser “igual puedo jugar fútbol con cáncer”. Para los papás es más duro.

¿Qué tienes que hacer en ese caso?

—Tengo que encargarme del soporte emocional, tanto del niño como de sus papás, y respetar la autonomía en la toma de decisiones, del niño y de sus papás, la toma de decisión viene en consenso, tiene que ser compartida por los tres.

—Por tu trabajo estás muy cerca de la muerte. ¿Qué es la muerte desde tu punto de vista?

—Para mí es la interrupción de todas esas cosas que todavía has querido hacer y no hiciste, generalmente porque fuiste corriendo por la vida y centrándote en lo que no es tan importante. Yo trabajo todo el año para poder tener un viaje con mi hija y con mi esposo, esto representa mucho para nosotros tres. Espero llegar a mi muerte con pocas de estas cosas no realizadas o no completas y espero que llegue antes que la de mi marido. (Ríe porque tiene un compromiso absoluto con él desde los 17 años).

—¿Ayuda la religión en la cuestión paliativa?

—Ayuda cuando la religión está para sacar lo mejor que está adentro de la persona, cuando no tiene fanatismo y está bien aplicada. Yo soy respetuosa de absolutamente todas las religiones. (Cuenta la historia de una niñita que estaba muy grave y los papás dijeron que no estaba bautizada. Ella podía bautizarla pero no se trataba de eso sino del símbolo, de modo que fue en medio de la noche en busca de un cura porque para ellos era muy importante). Cuando funciona de esta manera fortalece mucho a la familia y la medicina paliativa se centra también en el área emocional y en el área de psicología también. Pero si un paciente tiene muerte encefálica, y un señor le dice a su esposa y a sus hijos que la fe hará que el paciente salga adelante y que si tiene poca fe el paciente fallecerá, ves cómo la religión mal empleada puede acabar no solamente con una persona sino con toda una familia.

—Veo en tu currículo que eres pionera en algunas cosas, que eres la primera decana que ha habido en el Ecuador en todas las facultades de Medicina? ¿Ubicas a Matilde Hidalgo de Prócel?

—He oído mucho su nombre, sí.

—Ella fue la primera estudiante mujer de Medicina, ahí por el año 1919 hay una foto en la que está con el doctor Isidro Ayora. Luego fue la primera mujer que votó, era una pionera total. ¿Cómo te sientes al ser la primera mujer que ha llegado a ese puesto?

—Siento que la posibilidad de servir es mucho más grande porque tienes muchísima injerencia en la educación de los alumnos, que van a ser los futuros médicos, y poder definir líneas dentro de la educación; ser decana me permite también optar por ampliar la Escuela de Medicina, por tener un nuevo campus, soñar más y concretar sueños. Antes teníamos muy pocas mujeres en Medicina, la relación era de una o dos mujeres para cada 15 o 18 hombres en la Central; ahora la tendencia en países industrializados es tener más mujeres accediendo a la carrera de Medicina, nosotros tenemos ya un número que puede llegar hasta un 60% de mujeres en los primeros años y hay años en los que la presencia de mujeres es bastante más grande.

Quisiera ser pionera en que las personas puedan orientarse a un modelo real de inclusión, donde la discriminación ya no exista, donde la recuperación de la enfermedad mental no sea solamente probable sino posible, donde no te centres solo en la máquina que va a mantener la vida sino en el ser humano que está viviendo. Está bien ser decana, pero no es una gran cosa.

 

Consecuencias del acoso

 

—Tienes un estudio sobre bullying o acoso en los colegios. ¿Qué relación tiene esto con tu campo de la salud mental?

—El acoso escolar se caracteriza porque tienes una persona o un grupo de personas más poderosas y una persona o un grupo de personas más vulnerables. Se genera una agresión premeditada con la intención de dañar, de incomodar; se repite y genera un gran impacto en la vida de la persona y también en la vida de las personas que están acosando a alguien más.

En ese estudio nos centramos en identificar cuál era la prevalencia de acoso en un colegio de Quito. Fue muy interesante porque nos mostró que niños y niñas que son víctimas de acoso tienen un riesgo entre cuatro o cinco veces más alto de presentar depresión y trastornos de ansiedad; los niños y niñas que acosan tienen un riesgo también muy alto de presentar problemas de comportamiento, ofensas a la ley, adicciones. Los niños que acosan y son acosados tienen el peor pronóstico posible, el impacto del acoso en la vida de los niños puede ser siete veces más alto que el impacto normal del día a día en la población normal.

—¿Por qué se da el acoso?

—Hay varios factores: uno es el modelaje, si tienes o ves a lo largo de tu familia que la comunicación se hace en función de usos de manipulación por agresividad aprendes a ser agresivo; otro es llamar la atención, el que tu nombre suene muchas veces porque estás maltratando a alguien más; la intención auténtica de dañar es otra de las razones, o tener una ganancia secundaria en función de uso del poder y la desigualdad. La falta de tolerancia a las diferencias es un factor muy importante; otra cosa, bastante notoria, es la búsqueda constante de estatus, la persona que acosa se siente muy poderosa y puede manejar un nivel alto de estatus.

—¿No es una verdadera escuela de machismo, de cómo vas a ser de grande, con lo bueno y con lo malo porque estás expuesto tempranamente al juego del poder?

—El machismo entra como uno de los factores pero no es el más importante ni tampoco el único, porque también puede ser acoso entre mujeres, donde se da más por exclusión, por humillación, por ridiculizar; en los hombres es más físico, pero lo que tú dices es totalmente correcto. Si hablamos de víctimas de acoso en la vida adulta y les entrevistas, varios estudios remarcan esto, te van a decir que no se sienten mejores personas de lo que se sintieron en el colegio, no lograron superarlo.

(Añade que un 40 por ciento de las personas que fueron acosadas siendo niños van a presentar depresión y trastorno de ansiedad severos en la vida adulta. Entre los acosadores los problemas serán con la ley y con el uso de drogas; en las víctimas, el uso de sustancias como automedicación para quitar los síntomas de la depresión y la ansiedad. La mitad de presos en Estados Unidos dicen que alguna vez acosaron a sus compañeros en la escuela).

—La pregunta es cómo cambiar eso…

—Tienes que trabajar en varios niveles, en el sistema educativo, concientizar a profesores y alumnos sobre lo que es acoso, a los padres de familia, al personal administrativo y de limpieza dentro del colegio, a la policía. Hay que generar políticas muy claras sobre acoso con consecuencias que sean previsibles para el acosador, con soporte para la persona que es victimizada y para la persona que acosa también; generar campañas de aumento a la tolerancia, al respeto, generar una mayor alerta en niños y niñas que son testigos de acoso, el 90 por ciento te dicen que no les gusta, ellos pueden parar el rato que lo ven pero no saben cómo y piensan que, si impiden que se dé el acoso, van a ser acosados después. Este es un grupo muy importante que debe ser empoderado y debe recibir las herramientas para parar el acoso.

—Sería toda una reforma educativa que se debe hacer.

—Pero que es necesaria y es importante. Por ejemplo, Inglaterra tiene uno de los mejores modelos de campañas para disminuir el bullying dentro del sistema escolar y es difícil porque involucra todo un sistema, entonces se ponen metas realistas, por ejemplo, de aquí a diez años seguir disminuyendo en unos 11 puntos el acoso a nivel nacional. Nosotros dimos continuidad a este proceso en este colegio que te comento y los resultados fueron excelentes, pasamos a tener padres y madres sumamente comprometidos, no te voy a decir que se erradicó el acoso pero sí disminuyó, el colegio sabe cómo intervenir y cómo actuar. En el colegio tienes letreros que dicen “Sé respetuoso, sé tolerante, sé responsable”, el profesor sabe cómo intervenir.

(Planteo el problema de los hooligans pero dice que no hay una relación directa y que eso es más bien vandalismo y agresión. Replico que el ritual simbólico permite descargar esta mala energía en un sitio cerrado, como puede ser la cancha de fútbol, con unas reglas más o menos dadas; más allá del acoso sería una catarsis semanal que procesa esta violencia latente en lugar de que se manifieste a balazos).

—Hay varias formas de hacer que esta violencia salga, por ejemplo, a través de gritar y hacer barra por tu equipo. El fútbol saca lo mejor de cada uno y al mismo tiempo puede sacar lo peor de algunos individuos. Cuando me hablas de este fenómeno colectivo nos tendríamos que centrar más en el concepto evolutivo, de que nosotros compartimos un 98,9% del código genético con los chimpancés y que los chimpancés son capaces de definir su territorio, ser los monos alfa, los que mandan y son capaces, inclusive, de escoger el grupo de chimpancés al que van a linchar mañana, planificarlo y salir al día siguiente a linchar a ese grupo. A nosotros nos separa de los chimpancés este poquitito de ADN que nos permite pensar. Si me preguntas que es una forma de descargar energía, yo te diría que es una mala forma de descargar energía.

—Pero es lo mismo que estamos viendo en la política todos los días, los mismos patrones de comportamiento.

—Con comportamientos inapropiados que modelan tan mal a nuestros niños.

—Ahí viene el problema, ¿cómo puedes cambiar si la política, que es la máxima generadora de modelos, está reproduciendo los modelos más agresivos y machistas, cómo?

—Sí ha habido cambios, el cómo viene desde Martin Luther King, cuando parecía que era imposible y hubo el cambio.

—Pero lo mataron…

—… Y Mandela. Las personas deberían orientarse a pensar y a crear en función del colectivo, pero el problema con la política es que primero entra el individuo y lo que sobra es lo que va a beneficiar al colectivo, y este es un obstáculo muy grande, diferente de pensar en los otros primero.

 

Tu ejemplo de vida

 

—¿Cómo te sientes en la cátedra universitaria?

—Feliz porque la educación médica moderna permite apropiarte de muchísimos escenarios nuevos, porque en nuestra época no había los descubrimientos que hay ahora y probablemente la persona que venga de aquí a 20 años nos va a decir exactamente lo mismo. Es lindísimo poder modificar la visión que teníamos antes, de que todos teníamos que ser especialistas, o sea, tratar la enfermedad, cuando hay que tratar el bienestar, la promoción de la salud. Además de cómo se forman tus alumnos, lo más importante es formarles a través del currículo escondido, eso que no se ve, que es tu ejemplo de vida y es lo más lindo porque son ellos los que te van a atender cuando envejezcas.

—Mucha gente se queja de que la medicina está muy comercializada y que los médicos lo que buscan es enriquecerse. ¿Cómo manejas eso y cómo se detecta cuáles alumnos están por vocación de servicio y cuáles vienen atraídos por el estatus y el dinero?

—Es difícil detectarlo porque es una carrera de mucho estudio, de largas horas y poco sueño, donde quieras o no va a llegar un momento en que la condición humana te conmueve. Puedes haber entrado porque querías ganar muchísima plata, pero la vida que vas a tener los siguientes siete años va a ser la vida de no tener la plata, de no salir con tus amigos en el mismo nivel, porque a determinada edad tus amigos ya están trabajando y tienen su sueldo; estás constantemente en contacto con el ser humano. Si es que hay algunos casos de alumnos o de alumnas con esa idea, la cátedra permite rápidamente volverles a poner en el camino correcto.

El paciente debe acceder a un sistema de salud con personas que sean íntegras, competentes, éticas, que definan lo correcto de lo incorrecto; la medicina tiene la obligación, en este contrato social, de ofrecer oportunidades de atención a precios justos. Si ves que no es el caso, no vayas donde este médico o esta médica, sal corriendo.

El problema antes era que médicos y médicas tenían la última palabra y los pacientes no tenían la posibilidad remota de cuestionar. Esto ha cambiado, tú vienes a la consulta y puedes saber mucho más de lo que yo sé porque ya googleaste la información y puedes exigir profesionalismo, ética y competencia. Cada vez más los miembros de la comunidad pueden obligarnos a rendir cuentas y ver si lo que estamos haciendo o lo que estamos cobrando es correcto y coherente.

—¿Qué opinión tienes de programas de médicos como el doctor House?

—El doctor House es un programa que veo con mis alumnos y alumnas, algunos y algunas. Estamos conectados en el teléfono para ver quién llega antes al diagnóstico. Trae lo mejor dentro de la medicina, generalmente los casos son bien elaborados, pocas veces te das cuenta de que hubo un error en la interpretación de un caso o de un diagnóstico. Y saca lo peor de la medicina, este médico que tiene una adicción y al mismo tiempo ve pacientes, que pone sus mejores intereses sobre los de los pacientes en muchos momentos…

—Más que sus mejores, sus peores neuras.

—Justamente, la persona que maneja un egocentrismo que le aleja de todas las personas que podrían ser un soporte para él.

—¿Por qué resulta tan atractivo ese médico en lugar del médico onda George Clooney que había antes en la televisión?

—Porque refleja que somos humanos, que nos equivocamos, que lloramos, que sufrimos, que podemos ser malvados y que podemos ser maravillosos. En medicina los médicos hombres, solo por el hecho de ser médicos, van a tener un riesgo cuatro veces más alto que el resto de la población de presentar una adicción, alcohol o sustancias; la mujeres en medicina, un riesgo entre tres y cuatro veces más alto de suicidio, entre los 35 y los 50 años, eso no se ve. ¿Por qué gusta tanto la serie? Porque muestra a cada uno de esos médicos y médicas en su condición de seres humanos: peleando por espacio, enamorándose, traicionando, sin todas las virtudes y cualidades que siempre se nos atribuyen. Al fin del día, somos humanos y esa es una de las razones por las que todavía veo el programa, porque te molesta ver un médico que es tan mal médico y que cura. (Risas y chao).

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