María Verónica Córdova puede vivir sin respirar

¿Cuánto tiempo puede usted permanecer sin respirar? María Verónica Córdova puede vivir sin hacerlo. No exageramos y le soltamos un dato: estamos hablando de la primera latinoamericana que hizo podio en un mundial de apnea en piscina.

María Verónica Córdova.
Fotografía: Omar Sotomayor.

El segundo día de competencia en el Mundial de Apnea Indoor en Belgrado, Serbia, 2021, María Verónica Córdova camina con sus aletas largas, un collar de plomo que se ajusta a su cuello, un gorro rosa y gafas de natación. El traje de neopreno negro se ajusta a su cuerpo y la pinza con la que cubrirá su nariz cae de su cuello como una medallita. Hacen cuarenta grados, pero sus piernas tiemblan como nunca antes de una competencia. La prueba empieza en cinco minutos.

Se ajusta sus aletas largas. “Has entrenado tanto, por eso estás aquí”, se repite. El juez comienza el conteo en altoparlante. Treinta segundos. Cierra los ojos y exhala todo el aire que lleva en sus pulmones. Veinte segundos. Inhala profundamente y deja que su barriga se hinche. Quince segundos. Suelta todo el aire e intenta no pensar en nada. Cinco segundos. Toma treinta bocanadas. Cubre su nariz con la pinza. Se repite las palabras que su esposo, David Henriques, le escribió en una hoja antes de entrar en calentamiento. “Confía en ti. Todos confiamos en ti”.

Llega a la primera pared con los brazos en flecha y cinco ciclos de seis patadas. En su mente la prueba recién comienza. Llega a la segunda pared: 100 metros. En cada pared desbloquea una barrera. No duda en seguir, aunque las piernas le pesan un poco. Tercera pared. Se siente fuerte aún. Sus manos se mueven. Su visión está bien. Se concentra en cada segundo.

Piensa en los entrenamientos que hizo cuando recién empezaba la mañana; en Marina, su hija; piensa en que una vez creyó que no volvería a entrenar porque iba a ser madre. Cuarta pared. Ha tocado los extremos de la piscina cuatro veces. “Puedo un poco más”, repite en su cabeza. “Ya hice esto en un entrenamiento. Esta es mi mejor versión. Esto es lo mejor de mí”, se dice. Sale a la superficie con las manos arrugadas como pasas. Los labios un poco morados. Respira y sonríe. Hizo 209,25 metros en tres minutos y cuatro segundos.

Entrenamos juntos para estar más juntos

María Verónica Córdova es delgada, mide 1,60 y aprendió a nadar a los cuatro años. En el colegio lideró por dos años consecutivos unas competencias de natación, una especie de panamericanos llamados Juegos Humboldt.

Cuando salió del colegio no quería saber nada del agua. Quería hacer lo mismo que hacían todas sus amigas, algo de zumba, ir al gimnasio, pero en realidad se aburría. En 2016, después de casarse, buscó una actividad que permitiera a ella y a su esposo, David, pasar tiempo juntos. El camino, por muy hecho que suene, estaba marcado por la disciplina que aprendió en el colegio y por la motivación que recibió de su pareja. Así, juntos, llegaron a la apnea.

En este deporte, que se practica solamente en tres piscinas de Guayaquil y entre menos de diez personas a la vez, quedan claros dos objetivos principales. El primero es que los pulmones se expandan para captar la mayor cantidad de aire en una sola bocanada. El segundo es tolerar altos niveles de anhídrido carbónico (CO2), el otro gas que circula en el cuerpo humano.

A diferencia de la natación, donde el objetivo es ser tan rápido como el medallista Michael Phelps, que logró un récord por nadar 200 metros libres en 1:42,96 segundos, en la apnea hay que ir despacio, al menos en la mayoría de las modalidades. Los músculos deben hacer, únicamente, el esfuerzo justo para que el atleta pueda permanecer más tiempo en el agua sin desperdiciar el oxígeno que logró captar antes de su inmersión.

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Las modalidades que se practican en piscina consisten en recorrer la mayor cantidad de distancia bajo el agua, con monoaleta o con bialetas; además, está la modalidad estática, aquella en la que se toma una sola respiración para sumergirse en el agua, boca abajo, por la mayor cantidad de tiempo posible.

En el agua, los seres humanos activamos un reflejo mamífero que permite que nuestro cuerpo baje su frecuencia cardiaca ante el contacto del rostro con el líquido helado. A pesar de que en competencia la apnea puede ser estresante, cuando se entrena para repetir el proceso se logra disfrutar al máximo.

Cuando María Verónica empezó a practicar apnea habían pasado menos de diez años de las primeras competencias locales, cinco campeonatos panamericanos y nueve mundiales. En 2017, un año después de haber empezado a practicar apnea, representó al Ecuador en el Panamericano de Apnea Indoor en Veracruz, México.

Consiguió el primer puesto en las cuatro pruebas en que compitió y rompió récords en dos modalidades. Aun así, las marcas europeas parecían lejanas. Un año antes, en 2016 y durante el noveno Mundial de Apnea Indoor, la italiana Alessia Zecchini se había coronado campeona por haber tocado cuatro veces la pared de una piscina de cincuenta metros en la misma modalidad: 200 metros en total, frente a los 153 recorridos por la ecuatoriana.

María Verónica había logrado mucho en muy poco tiempo: a diferencia de Alessia Zecchini, que empezó a entrenar a los trece años, ella comenzó formalmente a los veintiséis, pero casi diez meses después de su primer Panamericano dejó de entrenar casi dos años porque nació Marina, su primera hija. “Al principio quería estar todo el tiempo con mi hija.

Eres como un animal que necesita proteger a su cría, pero después de un tiempo necesitaba ser yo de nuevo y empecé a buscar la forma de entrenar con ella y la llevaba a la piscina. Algunas personas pensaban que era mala madre por hacerlo, pero ella se adaptó y yo volví a mí”, dice.

En 2019 María Verónica volvió a entrenar para bajar las cincuenta libras que tenía de más después del embarazo. Dos años después estaba en su primer mundial.

El podio llegó

“María Verónica Córdova Mancheno va liderando la competencia”. El nombre de la deportista ecuatoriana se repite una y otra vez en el altoparlante mientras otras veinte mujeres hacen la misma prueba con la expectativa de superarla. Antes de competir, cada deportista debe declarar una marca, de eso depende el orden de salida. Ella declaró 120 metros en bialetas. En la misma lista, la mayoría de competidoras declaraba más de 200 metros.

María Verónica Córdova.

Su nombre seguía encabezando la lista de ganadoras. Cuando quedaban dos atletas en competencia, María Verónica se dio cuenta de lo que había pasado: era tercera en el mundo. La italiana Cristina Francone y la croata Mirela Kardasevic iban por delante con 234,7 m y 232, m, respectivamente. La diferencia es que María Verónica superaba a muchas otras atletas que se pensaban más cerca del podio.

La diferencia es que por cada uno de esos países europeos compiten hasta veinte atletas en cada modalidad, pero por el Ecuador eran solo tres deportistas en modalidades distintas y ella compite en cuatro modalidades. La diferencia es que cada deportista europeo está acompañado por su entrenador, a ella la acompaña su esposo.

Cuando anunciaron los resultados en el micrófono, María Verónica seguía en la lista y no podía creerlo. En el Ecuador eran las 2:30 de la mañana y le hizo una videollamada a Nusy Horvath, una húngara que se enamoró del Ecuador y ahora es una de sus compañeras de entrenamiento: “Amiga, tercer puesto”. Ambas lloraron por teléfono.

Ni Córdova ni Henriques llevaron la bandera del Ecuador al mundial de Belgrado, mucho menos tenían preparado el himno. No pensaron en la posibilidad de subirse al podio. Llamaron a los otros dos competidores ecuatorianos, que ya descansaban en el hotel, recogiendo fuerzas para las siguientes pruebas, y fueron ellos quienes le prestaron la bandera nacional que María Verónica levantó en la premiación.

En 2021, un año después de la pandemia y de haber vuelto a entrenar tras el nacimiento de Marina, Córdova se convirtió en la primera latinoamericana en llegar a los 200 metros en su modalidad. La primera latinoamericana en hacer podio en un mundial de apnea en piscina.

Más allá del triunfo

“¿Cuánto tiempo más querré mejorar? ¿Cuál es el límite? ¿Hacia dónde más voy a llegar? No lo sé. Cuanto pueda”, dice ahora con insistencia. “En el mundial vuelvo a ser yo. Vuelvo a encontrarme”.

Cuando se anunció la cita mundial en Serbia, María Verónica empezó a ver los videos de quienes serían sus competidoras y visualizó una nueva marca, un poquito más lejos. Miraba la televisión con su hija y su suegra, cerraba los ojos y pensaba en una nueva distancia. Antes de dormir tomaba una bocanada de aire, cerraba los ojos y se visualizaba en 225 metros.

María Verónica Córdova.
Fotografía: Cuenta Instagram María Verónica Córdova.

Volvió a Serbia un año después, a competir con menos nervios y con mejores resultados: hizo los 225 metros en bialetas en tres minutos y veinticinco segundos. “Lo que importa es sacarte el aire, ahí no importa llevarte una medalla. Yo lo di todo”, dice.

Cuando vuelve a la tierra, arma estrategias. “Mamá, hazme un mapa como el de mañana”, le dice Marina, su hija, pensando en el pasado como si fuera futuro. María Verónica dibuja mapas del tesoro para que su hija esquive la mesa del comedor con la idea de que es una estación de pulpos, así hasta llegar a la cocina, donde encontrará chocolates como recompensa. El tiempo que dedica Marina a buscar el tesoro le sirve a María Verónica para armar estrategias de desarrollo sostenible en las consultorías ambientales en las que trabaja. Eso, mientras piensa cuál será su siguiente marca.

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