Auténtica. Es la palabra que María Sol Muñoz escogió para definirse. Y, lo es. La quiteña, de 46 años, es la primera mujer representante de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) en el Consejo de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
Son los organismos que regentan el fútbol en esta parte del continente y en el mundo. Además, forma parte, con poder de decisión, de la Comisión de Competiciones de la FIFA, es decir, del comité organizador de todos los campeonatos mundiales de fútbol. Ya estuvo en Rusia 2018 y desde el año pasado trabaja en los detalles del Mundial Catar 2022.

Es abogada, fue hincha de Liga Deportiva Universitaria de Quito hasta que conoció a su esposo, Diego Cajas, que la convirtió en hincha de la Universidad Católica. En su adolescencia no practicó ningún deporte, pero llegó al fútbol tras coleccionar álbumes de los mundiales. El primero fue México 1986, que hasta ahora lo guarda.
Con María Sol Muñoz conversamos sobre fútbol, en un lugar muy familiar para ella: el palco del Estadio Olímpico Atahualpa, donde se ubica de manera habitual para mirar los partidos de la Universidad Católica. “Me han dicho traicionera pero siempre digo que Liga puso la U en mi corazón y la Católica lo pintó de celeste”, dice.
—¿Quiteña?
—Quiteñísima. Nací un 6 de diciembre, el día de Quito, en la clínica San Francisco, que está ubicada en la zona de La Mariscal. Mis papás son quiteños, mis abuelos sí tienen ascendencia de algunas provincias, con mucho orgullo, por supuesto.
—¿Qué te gusta de Quito?
—El Centro Histórico, la iglesia de La Compañía, la Plaza Grande, el convento de San Agustín, La Merced. La vista desde San Francisco al Panecillo. Existen muchos lugares para enamorarse. El paisaje desde la calle Venezuela hacia la Basílica. Me fascina el Centro Histórico y me gusta promover las maravillas que tenemos.
—¿Promueves esas maravillas de Quito en la FIFA y en la Conmebol?

—El año pasado (octubre de 2021) vinieron a Quito los presidentes de la FIFA y la Conmebol. Francisco Egas, presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, organizó una pequeña recepción en la plaza de San Francisco. El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, se quedó maravillado del arte y de la riqueza cultural e histórica de Quito. Al ingresar a la iglesia de La Compañía su comentario fue: “Soy italiano y estoy acostumbrado al arte y lo que he visto aquí me ha dejado sin palabras”. El presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, había venido antes a Quito pero no había visitado estas iglesias, estaba cautivado. Esa reacción me llena de emoción y orgullo.
—María Sol, ¿cómo fue tu infancia?
—Fui hija única durante doce años. Amaba ir al colegio, estudié en el Liceo Internacional, porque ahí estaba acompañada. El fin de semana compartía con mi familia, con mis primos, pero llegaba el lunes y me encantaba ir al colegio. Había un bosque con muchos árboles, recuerdo que corría por ahí aunque me caía y vivía con las rodillas lastimadas. El olor a eucalipto me transporta inmediatamente a mi niñez.
—¿A qué jugabas?
—Tenía una prima, un poquito mayor, y un primo menor. Con mi prima jugaba a las muñecas y a la cocinita, y con mi primo bádminton y béisbol; jugábamos con las figuritas de las guerras de las Galaxias o armábamos ciudades con legos. Me encantaba llenar álbumes, hicimos el de los Amos del Universo. Por ahí vino la vinculación al fútbol, por el álbum del Mundial México 86.
—¿Cómo fue ese primer contacto con el mundo del fútbol?
—Cuando se realizó el Mundial Argentina 78 no me acuerdo de nada. De España 82, recuerdo que se estaba jugando, pero no le presté atención. Para el Mundial de México 86 llené el álbum y después me entró la curiosidad por conocer de qué se trataba. Me enganché.

—¿Y después, cómo te fue enamorando?
—Escuchaba el fútbol por la radio. La primera vez que vine al estadio fue en 1991 cuando mi tío, el hermano menor de mi mamá, me trajo a un partido de la Copa Libertadores de América. Liga ganó 4-0 a Concepción de Chile. Me encantó la organización de la barra, las banderas. Al ingresar al estadio nos regalaban unas tablitas para alentar al equipo. Ese día mi tío me dijo que tenía que hacerme hincha de la Liga, y le dije que sí. Volví al estadio todos los fines de semana, en esos años muy pocas chicas o mujeres venían al estadio.
—¿Cuándo cambiaste la camiseta de Liga por la de la Universidad Católica?
—Cuando conocí a quien hoy es mi esposo, Diego Cajas; él es hincha desde antes de nacer. Mis suegros son seguidores de la Católica desde siempre. Cuando nos hicimos novios, el equipo estaba en la serie B. Luego nos casamos y, cuando nació mi primer hijo, ya subió a la A. En ese transcurso le fui tomando cariño al equipo. Diego ingresó a la dirigencia del club y luego tuve la oportunidad de trabajar con el equipo. Ser parte de la Universidad Católica me cambió totalmente, el corazón se volvió celeste.
—¿Ya no hay ningún sentimiento por Liga?
—No puedo dejar de sentir cariño por el equipo al que seguí por unos doce años. Si a la Liga le va bien, soy feliz. Con Católica el proceso fue distinto, el sentido de pertenencia me marcó. Sufrí las derrotas con mucho dolor y viví las victorias de otra manera. Como estaba dentro del equipo, miraba el trabajo de los jugadores de toda la semana. Por este equipo he llorado en varias ocasiones.
—¿Cómo te recibió el plantel de jugadores cuando trabajaste en relaciones públicas?
—Me considero una persona bastante tímida, no parece pero lo soy. Me causaba incertidumbre el hecho de trabajar junto a treinta hombres pese a que he logrado cientos de amistades por el fútbol. Santiago Cattani me presentó al equipo, el entrenador era Jorge Célico. No sé si él les hizo alguna recomendación o algún pedido, pero el grupo de jugadores me recibió muy bien, todos muy respetuosos. Con el pasar de los días, se afianzó una amistad. Los consideraba casi que hijos; cuando se lesionaban o se iban del equipo porque se les terminaba el contrato, yo sufría. Con mi esposo reflexionamos y me decía que este es su trabajo, que van y vienen de los clubes y que algún día tienen que salir, inclusive yo, y así fue.
—¿Cuánto tiempo estuviste en el equipo?
—Un poquito más de dos años (2013-2015), sufrí mucho cuando me fui. No pude hablar el día que me despedí de los jugadores.
— ¿Pero fue la U. Católica la que te postuló al buró de la Conmebol?
—Sí. En una de las múltiples ocasiones que fuimos a un partido de la U. Católica, Miguel Almeida, que entonces era el presidente del club, me dijo que en el medio tiempo quería hablar conmigo. Me imaginé que me iba a proponer volver a manejar las redes sociales del equipo, o a conducir las ruedas de prensa, o a escribir las reseñas de los partidos para la página de Internet. Pero no, me dijo que la FIFA cambió sus estatutos y la Conmebol debía tener una representante en el Consejo. La dirigencia de la Federación Ecuatoriana de Fútbol debía enviar una candidata y habían pensado en mí porque hablo inglés, sé de fútbol, he estado en un club, conozco cómo se maneja la dirigencia deportiva y sé de la organización de partidos. Le respondí que sí me interesaba y que le enviaba mi carpeta, pero honestamente creí que el cargo no iba a ser para mí, que por delante había otros países con más tradición futbolística como Brasil y Uruguay.
—¿Cómo fue el proceso?

—Comencé a recibir correos electrónicos de la Conmebol. Llené las formulaciones de Ética y Cumplimiento, y todo lo que requerían. Miguel Almeida estaba muy pendiente de que respondiera a todos los pedidos. Yo lo tomé muy relajadamente, creí que tendría pocas oportunidades. Finalmente me comunicaron que debía viajar a Ciudad de México para tomar posesión del cargo en el Congreso Mundial de la FIFA de 2016. Ese día surgieron otras dudas como si debía ir a vivir a Paraguay (sede de la Conmebol) o Suiza (sede de la FIFA), me preguntaba: ¿qué va a pasar con mi vida? El director ejecutivo de la Conmebol me llamó y me dijo que me quedaba en el país y que solo viajaría a reuniones, cada dos meses. Pero no fue así, las reuniones pasaron a cada quince días porque debíamos cambiar los estatutos. Por la frecuencia de viajes decidí renunciar a mis funciones en el Municipio de Quito.
—¿Cómo fue la posesión de tu cargo en Ciudad de México?
—Llegué a enfrentarme a un montón de gente que no conocía. Me sentía perdida, hasta que se acercó una persona de protocolo y me indicó lo que debía hacer. Me senté junto a los delegados del Ecuador y luego, al momento de tomar posesión como la primera representante mujer de Conmebol en el Consejo de la FIFA, debía pasar adelante. Todo parecía fácil, hasta que se acabó la ceremonia. Salí del salón y tuve un mar de periodistas enfrente, ni siquiera me acuerdo de lo que hablé. Estaba tan nerviosa, nunca había tenido tantas cámaras encima. Me había acostumbrado a ver las cámaras en los entrenamientos de la Católica o en las ruedas de prensa, pero esta vez estaban enfrente. Fue un momento abrumador, pensé, “ya me fregué”.
—¿Eres de las primeras dirigentes mujeres en la FIFA?
—En 2012 Lydia Nsekera, de Burundi, fue la primera mujer que formó parte del Comité Ejecutivo de la FIFA como presidenta de la Federación de Fútbol de ese país. Hoy ya no está. En 2016 ingresamos una representante por Europa, Asia, Oceanía, Concacaf (Norte y Centroamérica) y yo por Sudamérica.
—¿Cuántas postulaciones se recibieron para disputar tu cargo?
—Sinceramente nunca me dijeron cuántas candidatas nos postulamos ni cómo fue la elección. Cuando se realizó la reelección el año pasado, fui la única.
—¿Hasta cuántas reelecciones puedes acceder?
—Se pueden ejercer estas funciones por tres períodos, no más. El primero lo completé de 2016 a 2020. El segundo culminará en 2024.
—¿Cuáles son tus funciones específicas?
—Estoy en la Comisión de Competiciones de la FIFA. Mi formación como abogada me ayuda porque ahí conocemos los reglamentos de cada evento que la FIFA organiza: los mundiales masculinos y femeninos de todas las categorías. Las legislaciones son distintas en cada país, pero se tiene una idea funcional, sobre todo en lo procesal.
—¿Cómo es el mundo FIFA, tú llegaste luego del FIFA Gate?
—Hubo gente que me preguntó el por qué de aceptar el cargo luego de las denuncias y los escándalos. Les respondía que era el mejor momento, el reto era supergrande: cambiar toda esta imagen que se tiene de las instituciones que rigen el fútbol. Es una oportunidad de oro para no volver a lo mismo. Me tratan bien, pero me dicen que no sé cómo era antes. ¿Cómo sería? Los vuelos que realizan son en primera clase, me alojo en muy buenos hoteles. Están prohibidos los regalos ostentosos. Hoy nos entregan la camiseta del evento o el pin del torneo al que vamos y no más. Me parece perfecto, porque el dirigente no tiene que ser bañado en regalos o recibir los mejores tratos para que no necesites más de lo que FIFA te brinda.
—¿Percibes un sueldo en la FIFA?
—Sí, la FIFA nos paga un salario a los miembros del Consejo. Conmebol me paga viáticos en cada uno de los desplazamientos.
—Hace cinco años ingresaron cinco dirigentes mujeres al Consejo de la FIFA. ¿Ha crecido el número de mujeres?
—No. El objetivo debe ser ese, buscar la equidad de género, pero todavía hay dificultad para que lleguen muchas mujeres. No sé si es machismo o no hay un interés de las mujeres por ser parte de la FIFA. En Sudamérica no hay ninguna mujer presidenta de una federación nacional, en la Concacaf hay dos. En la Confederación Africana está la presidenta de Sierra Leona. De los 211 países asociados a la FIFA solo hay cinco o seis mujeres. El número es reducido, pero tengo esperanza de que poco a poco habrá más mujeres involucradas.
—¿Las dirigentes del Consejo de la FIFA no han hecho alguna petición para que el número de mujeres se incremente?
—No nos hemos reunido para tratar este tema específico. Hay eventos en los que nos hemos reunido con otras dirigentes mujeres, no para realizar un planteamiento global de sugerir algo así.
—¿Por qué los torneos femeninos de fútbol no crecen en Sudamérica?
—Por falta de respuestas desde las hinchadas y de convicción en los clubes para invertir en sus divisiones femeninas. En Chile el crecimiento ha sido muy grande. Su selección participó en los Juegos Olímpicos. En Sudamérica damos pasitos, todavía hay distancias muy grandes con Europa.
—¿Cómo se prepara el Mundial de Catar de este año cuando hay restricciones de consumo de cerveza en los estadios y las mujeres tienen algunas prohibiciones en la vestimenta?
—Son cuestiones muy puntuales. Una marca de cerveza es auspiciante del mundial, esperamos que se permita su consumo en áreas específicas y en cantidades limitadas. Es cierto, existen diferencias culturales muy grandes. Serán días de experiencia y aprendizaje.
—¿Cómo reaccionan tus hijos y tu esposo al mundo FIFA en el que te desenvuelves?
—A ellos les encanta. Es gracioso porque los compañeros de colegio y amigos me ven como una mamá diferente. Cuando nos reunimos, al hablar de fútbol, me preguntan a mí, como que dicen ella es la que sabe. Eso me encanta, saber que las mujeres estamos en este mundo y que no solo los hombres saben de fútbol. Mis hijos están fascinados, me han acompañado a algunos eventos donde han podido conocer futbolistas y nuevos estadios. Para ellos ha sido una experiencia increíble.

—¿Adónde te han acompañado?
—A la final de la Copa América Centenario en Estados Unidos en 2016. En el Mundial de Rusia 2018, estuvimos en una semifinal, en el partido por el tercer y cuarto lugar, y en la final. En Quito estuvieron en partidos de la Copa Libertadores femenina y en la Recopa.
—¿Esas experiencias les han motivado a seguir alguna profesión ligada al fútbol?
—Al mayor. No sé si para la dirigencia, pero sí para el periodismo deportivo. Es una enciclopedia. Conoce de clubes y futbolistas que no son los top. Le gusta el mundo del fútbol internacional.
—Desde que eres dirigente internacional has dicho que no quieres una exposición pública para ellos, ¿por qué?
—Los veo todavía chiquitos, prefiero guardarlos. Juan Ignacio tiene catorce años y Francisco José, doce. No subo fotos de ellos a las redes sociales.
—¿Cumpliste el sueño de muchos chicos de conocer a los futbolistas que viste por televisión?
—Claro, empezando por Pelé, mi ídolo máximo. Paolo Maldini, mi jugador favorito. El argentino Pablo Sorín, el brasileño Cafú y el mismo Alex Aguinaga. No había podido conversar con él nunca, ahora somos amigos. He estado en eventos con los uruguayos Enzo Francescoli y Diego Forlán. Conocí a Teófilo Cubillas (peruano), a Francesco Totti. Pasé horas conversando con Van Basten (Países Bajos) por su trabajo en la FIFA y también hablé con el brasileño Roberto Carlos, de cómo hacía los goles de tiro libre.
—¿Qué travesura hiciste en un estadio?
—Para el Mundial 2002 nos enteramos que la selección estaba entrenándose en el estadio Atahualpa. Con mi esposo y el hermano menor, subimos por el muro del sector de la preferencia. Saltamos la fosa (mide dos metros de altura) y llegamos a la cancha. No sé cómo no nos vieron. Pero ese día no trajimos ni cámara de fotos ni un cuaderno para los autógrafos. Al siguiente día, mi esposo volvió a saltar el muro, yo me fui por la puerta del sector de maratón y le dije al portero que me había olvidado la credencial de periodista. Nos dejaron entrar. Nos tomamos fotos con todos los jugadores.
—¿Hoy la colección es más grande?
—Sí, tengo todas las camisetas de las selecciones de Sudamérica, muchas personalizadas. Una camiseta del uruguayo Edinson Cavani. Tengo bufandas, monedas conmemorativas, réplicas de las copas. Los álbumes de los mundiales que hoy colecciono con mis hijos.
—¿Qué no dejas de comprar cuando vas a un viaje?
—Libros. De Uruguay, cuando fui a la final de la Copa Libertadores me traje tres libros. De los últimos que leí me encantó el de Michelle Obama. Me fascinó Ahora que cae la niebla de Óscar Vela. Acabo de leer El olvido que seremos, espectacular.
—¿Crees en las cábalas como todo futbolero?
—Sí, soy una persona llena de cábalas. Eso es culpa del entrenador Jorge Célico.
—¿Cómo cuál?
—No te la digo, es otra cábala…