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Manuela y Simón, la pasión llevada al teatro

La Feria Internacional de Libro de Quito, cuyo propósito es fomentar la cultura, destacar las obras de escritores ecuatorianos e internacionales se llevó a cabo en el Centro Cultural Metropolitano, a pocos pasos de la Plaza de la Independencia.

A cinco cuadras de la Feria, en el remodelado Teatro Variedades y en la histórica Plaza del Teatro Nacional Sucre, durante dos días (20 y 21 de diciembre) se presentó la obra de teatro ‘Amor de Manuela y Simón o sueño de un país no fundado’.

La creación escénica, de Tramaluna Teatro, la dirección de Carlos Satizábal poeta, escritor, dramaturgo y actor teatral colombiano nacido en Palmira, Valle del Cauca, Colombia, 1959.

Fue una puesta en escena que marcó la diferencia en el marco de la Feria literaria. Y, además, la obra se constituyó en un hito entre todos los eventos que se cumplieron en el año del Bicentenario de la decisiva Batalla de Pichincha.

Satizábal y Tramaluna Teatro ya habían estrenado la obra durante tres días, 4, 6 y 7 de agosto de 2010, con motivo del Bicentenario de la proclamación de la Independencia del Ecuador.

La trama, el nacimiento

En realidad, la obra teatral no comienza en el escenario sino en el hall y en la puerta de entrada a un costado de la céntrica plaza. En medio de un redoble de tambores tres Manuelas, armadas con sus pistolas se mezclan con el público y adelantan algunos diálogos de la obra.

El director interviene a modo de bienvenida, explica brevemente el argumento e invita a los asistentes continuar el espectáculo en el interior… la expectativa estaba generada, la presencia de Manuela se hacía notar.

Un nuevo redoble de tambor para anunciar el nacimiento de la niña Manuela Sáenz Aizpuru y su inmediata reclusión en el convento de las monjas Conceptas. Fiel a la historia, la trama muestra a la hija de amores secretos de don Simón Sáenz con Joaquina Aizpuru, de ascendencia española.

El nacimiento de la hija expósita ocurrió el 27 de diciembre de 1797, pero los biógrafos no coinciden en la fecha que fue entregada a sor Buenaventura en el convento quiteño de La Concepción.

En el escenario, al pie de la Virgen, Simón Sáenz se da golpes de pecho y exclama: ¡mea culpa, mea culpa, mea putísima culpa!

Durante el primer acto, en el que queda evidenciado el sentido religioso de la culpa, el libretista recurre a los conceptos bíblicos de “sufrirás y parirás con dolor”; y “ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

Las escenas se ambientan con música original y cabe reconocer una textura musical prolija para mostrar a la sociedad quiteña de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.

Se aprecia el tono poético del libreto:

…el cantar de un caminante,
con el río se cruzó,
púsose contento el río,
su perfume se llevó.

Con ironía aparece la imagen del general Francisco de Paula Santander. En un monólogo Manuela se defiende: …quieren saber a quién maté, a quien me monté como leona en celo ¿Sí? Pues solo a mi Simón amé.

En el segundo acto aparece la Batalla de Pichincha, los rumores sobre la llegada de Sucre y tras el triunfo el arribo de Simón Bolívar a Quito. El acto tercero llega hasta los Andes peruanos y se comienzan a conocer las cartas enviadas por los famosos amantes.

A Simón le preocupan las habladurías sobre la relación sentimental, Manuela le responde “estamos en América, señor. Las habladurías no me quitan sueño”. Y el libertador replica que los escándalos se originan “en tu temperamento admirable”.

Música, canciones, poesía, todo durante el largo recorrido de Manuela y Simón.

Llegan al Alto Perú y Santander no envía pertrechos, Manuela advierte a Simón la posibilidad de una traición, protesta la quiteña: “no te tembló la mano para mandar a degollar a 800 soldados españoles (…) te tiembla ahora para mandar a fusilar a un traidor”.

La narración se dirige hasta el atentado ocurrido en Bogotá el 25 de septiembre de 1828: “salta Simón, salta”, le decía la Libertadora y el Libertador saltó por la ventana para ocultarse bajo un puente con el agua hasta la cintura.

La historia no deja nada pendiente, continúa con la noticia de la muerte del Libertador en San Pedro Alejandrino y el destierro de Manuela en Paita, donde recibe a Simón Rodríguez y a otras grandes figuras de la intelectualidad de la época.

Muerto el Libertador, la presencia de Manuela en Bogotá incomodaba a Santander; esta fue la sentencia del general:

“Usted señora Manuela Sáenz de Thorne ha estado turbando la tranquilidad pública con repetidos actos escandalosos. En traje de hombre se presentó en la plaza pública, rastrilló unas pistolas (…) Teniendo el gobierno conocimiento (de sus) vicios, ambiciones y prostitución de usted (…) el presidente de la república decreta su prisión y posterior destierro de nuestra patria”.

El epílogo es con el ruido de las olas del mar en el puerto peruano de Paita a donde llegó Manuela después que los políticos ecuatorianos de inicios de la época republicana le negaron el retorno a su Quito natal.

El sueño de un país no fundado

Simón: Escribo en medio de los Andes respirando un aire mefítico que llaman soroche sobre la nieve y al lado de las vicuñas… ¿Quiere usted probar las desgracias de esa lucha?

Un suceso que alienta es el hallarse en cualquier recodo con una columna rezagada de godos y quitarles los fuciles (sic).

¡Tú quieres probarlo! Hay que estar dispuesto al mal tiempo, a caminos tortuosos tu refinamiento me dice que mereces alojamiento digno y en el campo no hay ninguno.

Manuela: Mi Simón, triste y amargada. Mis días que se ven rodeados por una huraña soledad, llena de la nostalgia hermosa de su nombre…

De sus ojos que ya no están conmigo, pero que siguen ahí abiertos… Conozco el viento, conozco los caminos para llegar a mi Simón… Pero no puedo responder a esta tristeza.

Fuente: cartas entre Manuela Sáenz y Simón Bolívar.

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