Mama blanca

Por Milagros Aguirre.

Ilustración: Adn Montalvo E.
Edición 463-Diciembre 2020.

Me siento afortunada. Gracias a las herramientas del periodismo, he podido escuchar, desde hace casi dos años, una vez por semana, a Blanca Chancosa, y servir de mediadora entre su narración oral y la palabra escrita de la que están hechos los libros.

Me siento verdaderamente agradecida. Blanca, considerada líder histórica del movimiento indígena y fundadora de la Conaie, me abrió su corazón y me confió episodios de su vida. Yo, mientras escuchaba atenta y admirada, le daba la mano para que ella pudiera contar a los demás sobre los hilos con los que ha tejido su historia.

En ese caminar juntas, ella hablando y yo transcribiendo sus palabras, tejimos también una amistad, una suerte de complicidad, un respeto profundo. Reímos y lloramos en largas jornadas de conversa y reflexión. Recorrimos archivos del pasado, fotos familiares, recortes de prensa. Discutimos puntos de vista. Festejamos. Compartimos dolores y alegrías. Bailamos en un Inti Raymi y le abonamos a la tierra con nuestro brindis, al pie de la laguna Cuicocha, en un atardecer rojizo que solo puede dar esperanza.

Ahora solo puedo decir gracias, Mama Blanca, como le dicen ahora los jóvenes, por la confianza y por las lecciones de cada día. Por haberme enseñado a mirar con otros ojos algunos acontecimientos de la historia, esa historia que nos viene siempre contada desde los privilegios.

Gracias por ayudarme a calzar los zapatos de otro y ver desde otras esquinas las injusticias, el racismo, la democracia o el tutelaje, los diezmos y las primicias. Gracias por contarme de la resistencia, de los largos caminos recorridos en los ochenta y noventa del siglo pasado; por compartir conmigo lo que es ser madre sola y mujer valiente; por compartir, no solo conmigo, sino con quienes ahora serán los lectores de su autobiografía, el sueño de libertad de sus abuelas y de su padre, el compromiso sin medida con un ideal, la coherencia y el actuar honesto y sereno.

Los hilos de la historia de Blanca Chancosa están hechos de muchos colores y también de tensas y fuertes fibras. Están hechos de valentía, de una constancia de romper piedras, de una preocupación constante por la justicia y de un camino bastante empedrado con las dificultades de la exclusión, la marginalidad, la inequidad o la incomprensión, que, como la mala hierba, crecen y afectan la siembra y la cosecha. Y ahí va ella, con santa paciencia, limpiando y podando el sendero cada vez que regresa a ver crecer nuevamente las malezas del camino de un pasado que parecía superado. Y que forman parte también de un futuro que se vuelve utopía, pero que hace que la vida valga la pena.

El camino de Blanca Chancosa está marcado por el sueño de un país plural, rico, diverso, colorido, como los bordados de su tierra. Acompañarla en su relato ha sido un privilegio.

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