Ecuador: el narcotráfico muestra sus cartas

La muerte de Pablo Escobar en los noventa generó un cambio en el fortalecimiento de la institucionalidad colombiana. La presión a los grupos narco delictivos provocó un “efecto globo” para transmutar las operaciones al Ecuador. Este plan B de las mafias inició hace más de veinte años.

La mafia del narcotráfico en Ecuador.
Ilustraciones: Shutterstock.

Juan Manuel tenía apenas quince años cuando caminaba por las estrechas calles de Medellín, en Colombia. Vestía con camisas holgadas y pantalones acampanados. Eran finales de los años ochenta, y en los bares el rock intentaba desplazar al vallenato y la cumbia, dos de los géneros tropicales que no faltaban en las fiestas de barrios y verbenas.

Para Juan Manuel entrar a los noventa en plena adolescencia fue todo menos divertido. No salía de casa, las clases en los colegios se suspendían de un momento a otro, la gente no iba a restaurantes y tampoco hacía fiestas. Su familia incluso empezó a escuchar la misa a través de la radio. En su casa la televisión siempre estaba prendida, pues las noticias con frecuencia suspendían la programación habitual.

“Era muy joven y parecía que estuviéramos en guerra”. De hecho, eso fue lo que vivió Colombia en 1991. Las mafias del narcotráfico, encabezadas por Pablo Escobar, atacaron sin tregua al Estado. Las bombas en espacios públicos, los secuestros y las masacres grupales infundieron una ola de terror que hizo de la ciudad un lugar imposible para vivir.

La inseguridad llegó a niveles tan extremos que Medellín estaba a la cabeza de las ciudades más violentas del mundo. Los reportes oficiales señalan que más de 6800 personas fueron asesinadas ese año.

De allí que la familia de Juan Manuel decidió huir al Ecuador y se asentó en Guayaquil. Hoy tiene 47 años y dice que la ciudad cada vez se parece más a la Medellín que dejó hace tres décadas.

“Todos los días nos levantamos con balaceras, muertos, atentados, coches bomba. La gente ya no sale de sus casas por miedo. Nadie está seguro”.

En Colombia las fuerzas militares siguen de cerca la evolución de la violencia en el Ecuador. Así lo confirma el general de la reserva activa Rafael Colón Torres. Él lideró parte de las operaciones más importantes del país cafetero entre 1979 y 2011.

Su experiencia lo llevó a convertirse en oficial de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid). Desde ese organismo ha analizado zonas de conflicto en todo el continente. Para él, la violencia que vive el Ecuador es el resultado del desarrollo y ejecución de un plan B que tenían las organizaciones narcodelictivas colombianas a finales de los noventa.

Con la muerte de Escobar se dio paso a una época de fortalecimiento institucional en Colombia. En las administraciones de Pastrana y Uribe se mejoró sustancialmente la inteligencia militar policial. El país vecino se centró en equiparse contra las mafias. También instaló más radares y compró naves a la Armada. “Las incautaciones de droga se incrementan y las organizaciones narcodelictivas empiezan a sentir la presión estatal”. Es en ese momento en que el Ecuador se convirtió en el plan B de las mafias y se volvió atractivo. Para oficiales del Ejército colombiano el país vive lo que se denomina “efecto globo”.

De esto conoce Eric Samson, periodista y catedrático de la Universidad San Francisco de Quito. Él ha sido corresponsal extranjero en países andinos y siguió de cerca los momentos más críticos de la Colombia de los años noventa. Por eso dice que, sin duda, el Ecuador se volvió un punto estratégico para las mafias desde el año 2000. Además, la dolarización llamó la atención de las organizaciones narcodelictivas para empezar a expandir sus ramificaciones. Así prepararon el terreno por cerca de veinte años. “El Gobierno de Guillermo Lasso tiene responsabilidad sobre el poder que han tomado en las cárceles, pero las mafias llevan años imponiéndose”.

Para los militares colombianos la aceleración de la violencia se da a partir de la firma de la paz con las FARC, en 2016. Este evento hizo que agrupaciones ilegales como el Frente Oliver Sinisterra y el Clan del Golfo, en Colombia, junto a los carteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, en México, enviaran emisarios al Ecuador para definir las rutas del narcotráfico y dividirse los principales puertos del Pacífico. Es en este punto donde negociaron con bandas locales y los dotaron de logística para concentrar las actividades ilícitas. Esmeraldas y Guayas se convirtieron en puntos estratégicos para el cruce de la cocaína proveniente de Nariño. En cambio, Manabí, se volvió el centro de operaciones para el encaletamiento de cargamentos y aterrizaje de narcoavionetas por sus extensas playas y zonas selváticas.

Ser los semilleros de las bandas

La mafia del narcotráfico en Ecuador.

En los últimos dos años las tres provincias presentan los índices de violencia más elevados del país. Esmeraldas tiene la tasa de homicidios más alta a escala nacional con 81 crímenes por cada cien mil habitantes. Guayas y Manabí siguen en aumento y superan las veinticinco muertes por cada cien mil personas.

Agentes de Inteligencia del Ecuador señalan que, desde 2020, en el país, hay una masificación de bandas delictivas. Ese año la Policía tenía informes de cinco organizaciones establecidas, pero la muerte de alias Rasquiña, principal cabecilla de Los Choneros, desencadenó una pugna de poderes entre las organizaciones narcodelictivas y el control de las cárceles. Actualmente, la Policía tiene una lista con al menos treinta bandas en todo el país.

Para expertos en seguridad como Hugo Espín esta ramificación de redes delictivas ha crecido por el olvido del Estado de zonas populares de las ciudades más grandes. Por ejemplo, en lugares empobrecidos de Guayaquil, las bandas otorgan servicios de salud para personas con adicciones, levantan centros de rehabilitación clandestinos para “ayudar a las familias”. En épocas de Navidad y Día del Niño reparten juguetes, electrodomésticos y enseres. En los parques crean altares y espacios religiosos que sirven como fachada para captar a menores.  A la falta de UPC cercanos se suma una aparente seguridad que ofrecen a los negocios. Por otro lado, en los Guasmos, las bandas tienen el control de la gente. En el sector conocido como Miami Beach, hay reglas instauradas por las mafias. Una de las más recientes es la restricción de transitar por las orillas del estero.

“Ya nos advirtieron. Nos dijeron que después de las cuatro de la tarde nadie puede ir por el estero o será asesinado por sapo”, cuenta un hombre de la zona que hace un mes dejó Guayas para escapar de las amenazas. El hombre accedió a contar su historia con la condición de que no revelen su nombre en este reportaje. Dice que su cabeza tiene precio porque una noche vio cómo pasaba una lancha con bultos hacia el puerto marítimo.

Se conoce a estas organizaciones como grupos de logística o fuerzas de choque. En Quito ya hay indicios de estos en los barrios del sur de la ciudad como Guamaní, Nueva Aurora, Caupicho, donde ya existen ramificaciones de redes de sicarios. Así lo develan dos agentes de la Policía que trabajan en la unidad de Muertes Violentas. Los uniformados también cuentan que al oriente de la ciudad y en el norte, por el sector de Pomasqui, hay más células delictivas. Desde estos puntos se investigan casos como el asesinato del candidato a la presidencia Fernando Villavicencio. De hecho, los seis detenidos fueron capturados en estos barrios.

En Esmeraldas ocurre exactamente lo mismo. Sectores como la Guacharaca se han convertido en bastiones de las bandas. La Fuerza de Tarea Conjunta de los militares en esa zona ha encontrado vestigios de casas de tortura y asesinatos múltiples. Allí a finales del año pasado fueron hallados dos cuerpos suspendidos en un puente peatonal.

La vida no vale nada

La mafia del narcotráfico en Ecuador.

En el ámbito internacional, para medir el nivel de violencia de un país se toma en cuenta el número de muertes violentas por cada cien mil habitantes. Dentro de esta estadística están todos los muertos en medio de balaceras, las víctimas colaterales, los atentados contra miembros de organizaciones delictivas, las riñas y hasta los femicidios.

En este contexto, en lo que va del año, el Ecuador ya contabiliza 4800 crímenes. La tendencia muestra que a finales de 2023 el país cerrará con una tasa de cuarenta muertes violentas por cada cien mil habitantes. Esta cifra sería la más alta de la región. La comparación con años anteriores evidencia que en 2000 la tasa era de apenas catorce muertes violentas. En la opinión del psicólogo Samuel Merlano esto significa que el país llegó a la penosa etapa de la violencia en la que la vida no vale nada. Por eso tenemos asesinatos en cementerios y velorios, balaceras frente al malecón de Guayaquil, políticos acribillados y coches bomba. La gente cada vez más sucumbe al miedo y a la impunidad. “Es muy peligroso cuando una sociedad está bajo estos efectos”.

Justino, otro colombiano que vive en Guayaquil, cuenta que en los noventa Cali también sufrió una ola de violencia por los narcos. “Todos los días amanecíamos con muertos en las calles. Luego vinieron las desapariciones. En todo Cali se conocía que un método que utilizaban los narcos para desaparecer a las víctimas era depositarlos en las columnas o en los pisos de sus mansiones cuando estás estaban en construcción. Hay muchas casas cuyos cimientos están levantados con los restos de gente. Lo mismo sucedía en las cárceles. Los maleantes utilizaron ácido para desvanecer a sus víctimas”.

Sin embargo, hay que precisar que expertos militares, académicos y psicólogos coinciden en que el Ecuador no necesariamente podría convertirse en Colombia. La principal diferencia radica en que el país cafetero tuvo luchas internas con grupos ideológicos y políticos armados. En cambio, en el Ecuador, existe una guerra contra las mafias cuyo fin principal es una economía ilegal.

La ruta del dinero de las mafias

La mafia del narcotráfico en Ecuador.

La última estimación del Centro Estratégico de Geopolítica (Celag) cifró en 3500 millones de dólares el dinero sucio que se lavó durante 2021 en el sistema financiero del Ecuador. La cifra triplicó la estimación de 1200 millones del período 2007-2016.

El ente internacional señaló al narcotráfico como una de las principales fuentes de las mafias para esconder el capital ilegal. Según los informes de militares colombianos, parte del proceso de mutación de territorio de las mafias colombianas a territorio ecuatoriano fue la consolidación de plataformas para distribuir el dinero de la droga.

Se estima que en toda la franja colomboecuatoriana personas de al menos diecisiete localidades fronterizas se dedicaban al cultivo y a la producción de cocaína en territorio colombiano.

Hoy el panorama ha cambiado y el Ecuador no está exento de plantaciones y laboratorios clandestinos en medio de los campos de palmas. De hecho, ese fue el hallazgo de la investigación de Renato Rivera Romo, investigador de la Red Latinoamericana de Análisis de Seguridad y Delincuencia Organizada (Relasedor), quien, a través de imágenes satelitales, reveló el crecimiento de cultivos de coca en el país.

Pero la economía ilícita no se quedó en la selva. En 2020 las mafias se expandieron para controlar la minería ilegal. Imbabura, El Oro y Loja se convirtieron en los principales puntos de este esquema que busca unificar los territorios del paso de la droga con otros delitos transnacionales. Estas provincias son vitales para el tráfico de armas que se afianzó en 2021 y 2022.

A esto se suma una economía ilegal con base en extorsiones, vacunas y secuestros de empresarios. Solo en el primer semestre se recibieron 2700 denuncias por estos hechos. Los agentes de la Unidad de Extorsión de la Policía (Unase) tienen datos que indican que las bandas podrían generar hasta 500 000 dólares al mes por estos hechos.

En el Ecuador se han registrado pedidos de rescate de hasta un millón de dólares. En los casos más bajos los secuestradores piden cinco mil dólares. En tanto que, en las extorsiones o vacunas, las cifras ascienden hasta cincuenta mil. Esa es la cantidad que le pidieron a un finquero en Durán para brindar seguridad a su ganado y cultivos.

Por otra parte, los réditos más elevados se enquistan en los puertos marítimos. Las cuotas por peajes o ingresos de cargas de droga superan los cinco mil dólares por kilo enviado. A pesar de que el Estado afirma que ha reforzado los controles, los puertos presentan serios problemas de seguridad. La cifra de quinientas toneladas incautadas en este año no significa una mayor eficacia.

La fase del narco-Estado

La mafia del narcotráfico en Ecuador.

Por todos estos hechos, el experto en seguridad Mario Pazmiño afirma que el Ecuador se encuentra en una etapa de narco-Estado. Hugo Espín también coincide con esta hipótesis que se sustenta en la incursión de las mafias dentro de las instituciones públicas. Las primeras señales se avistaron en 2021 cuando Estados Unidos informó la existencia de narcogenerales en la Policía, investigación que después de dos años sigue en la fase inicial.

En 2022 las mafias apuntaron a las fuerzas del orden. Es el año con más ataques a la Policía. Al menos veintitrés uniformados fueron asesinados y heridos, sin contar con la destrucción de dieciocho unidades de policía comunitaria en el país. Para Pazmiño esto fue un mensaje de las organizaciones narcodelictivas que mostraron que ya no tenían miedo a la Policía.

Es así que, tras estos ataques, se refuerzan los índices de contaminación de agentes, fiscales y jueces. La judicatura en el primer semestre de este año anunció una investigación para determinar actos de corrupción. Hasta el momento dicho proceso no ha señalado resultados.

Lo mismo ha ocurrido con los quince estados de excepción decretados por el Gobierno como medida para contrarrestar la violencia. La militarización de las calles y la restricción de movilidad no han impedido que más mueran en manos de las mafias.

Sobre esto conocen de cerca los moradores de La Floresta, una barriada al sur de Guayaquil. Allí, en abril pasado, cinco sicarios llegaron con armas largas en pleno toque de queda y acribillaron a un grupo de jóvenes. Desde entonces, las madres de este sector han prohibido a sus hijos que salgan pasadas las 18:00. La cancha de fútbol permanece desolada. En las fachadas de las viviendas aún son visibles los agujeros de las balas de los fusiles.

Un caos anunciado

El dato

En 2020 las organizaciones delictivas más comunes eran Los Choneros, Las Águilas, Latin King, Ñetas y Cubanos. Hoy la lista de bandas se ha multiplicado. Los informes policiales señalan otras redes Chone Killers, Lobos, Tiguerones, Mafia Balcánica, Lagartos, entre otros.

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