Luz Elena: periodismo + política + turismo.

Por Pablo Cuvi.

Fotografía: Juan Reyes y archivo de L.E. Coloma.

Edición 449 – octubre 2019.

Entrevista---1

Luz Elena Coloma quiso ser periodista de televisión desde que correteaba por los patios del colegio, pero en el camino estudió Sociología y trabajó como redactora en la época dorada del diario Hoy. Luego se volvió una cara conocida del programa La Televisión y en 1998 tuvo a su cargo las relaciones internacionales del Municipio de Quito. Desde entonces ha sido tres veces concejala y estuvo al frente de Quito Turismo durante algunos años. Lo que no conoce el público es que nació en el pueblo de Alberto Spencer, que fue reina del Americano y es devota, por igual, del encocado y de la Virgen de El Quinche, aunque se declara “creyente de escritorio” pues no ha hecho aún la romería hasta el santuario. Con fama de eficiente y responsable, confiesa que si volviese a empezar sería menos exigente consigo misma. ¿Quizá como el tío pintor que vivió la bohemia del arte? Veamos.

 

—¿Llegaste a conocer a tu tío abuelo, Alberto Coloma Silva?

—Claro, justo ayer encontré una foto de cuando vino de París. Está con terno, junto a su esposa francesa, muy guapa, y tres niñitos que somos mis hermanos y yo. En la casa se hablaba de este gran artista que vivió la bohemia de París y pintó estos grandes cuadros y fue embajador en Roma y el Vaticano. Él y sus hermanas, las señoritas Coloma, que fueron las primeras floristas, eran velasquistas. Y hubo una ruptura con mi abuelo, que fue ministro de Gobierno de Galo Plaza.

—¿Dónde naciste tú?

—En Ancón.

—Como Alberto Spencer…

—Y Gloria Gallardo y el arquero Pepe Pancho. Mi papá estudió Ingeniería de Petróleos y su primer trabajo fue con la Anglo en Ancón. Estaban los ingleses todavía en el campamento. Ahí pasé los primeros cinco años de mi vida. Luego entré al colegio Americano…

—Como exreina del Americano, ¿eres solidaria con la fundación Reina de Quito o no?

—(Bromea). Primero, esa era una elección democrática, no era un reinado de belleza. No, no… yo soy supersolidaria y respeto si quieren hacer o no quieren hacer un reinado de belleza, caduno caduno. Creo que es un poco anacrónico elegir una reina de una ciudad, pero en el caso de la fundación Reina de Quito los estándares son más exigentes, hay que hacer proyectos sociales.

—¿Qué hiciste al salir del colegio?

—Logré entrar como pasante a Canal 8, me parecía fascinante hacer cosas en televisión. Siempre tuve como referentes a Carlos Vera y Ana María Granizo, que eran personajes destacados, líderes en el colegio, y, en el caso de la Ana María, la primera anchor mujer que había en televisión. En el canal estaban el Polo Barriga en el Noticiero, Javier Barzola, Fernando Larenas, Pancho Borja, el Chicoco Khalifé, la Monserrat Cramer que era una excelente periodista, la que está de ministra; era un gran grupo. Empecé rebobinando casetes y haciendo la pauta del contenido.

—¿Cómo así entraste a Sociología?

—Quería formarme como periodista, pero solo había Periodismo en la Central y estaba cerrada la facultad, algo pasaba en ese momento, algún bochinche, y me desanimé. Entonces entré a la Católica, a Sociología, que era lo más parecido, según mi entendimiento de la época, y teníamos excelente profesores. Estudiaba y trabajaba, pero Canal 8 me duró menos de un año porque se abrió el diario Hoy en junio del 82 y yo entré en octubre o noviembre.

—¿Qué onda el diario Hoy, qué pasaba ese rato?

—Ese rato era fantástico porque tenía un concepto gráfico diferente, revelador, supermoderno para la época, aunque el diseño era totalmente manual. Trabajé primero con Fernando Larenas en la sección Internacional. Mi función era enrollar primero los veinte metros que llegaban del cable, agencia DPA, agencia FP, agencia AP. Después cortábamos y leíamos: “Masacre en Palestina”. Escogía y tipeaba las noticias que iban a salir en el diario al otro día, según el editor.

—¿Te gustó el periodismo?

—Me encantó el periodismo. Me parecía fascinante esa posibilidad de ver el mundo, era como un canal para ver la realidad del país y el mundo. Estoy hablando de un tiempo sin redes sociales, sin celulares.

—Ahora este aparatito (señalo mi smartphone) tiene quinientos mil diarios metidos ahí.

—Claro, tienes esa avalancha. Me desvelo a las tres de la mañana y estoy leyendo El País que ya salió en España…

—¿Y qué te desvela?

—La edad (risas), la vejez.

—Pensé que ibas a decir el tráfico del Distrito Metropolitano.

—Eso después, cuando la mente se activa va la agenda interminable. Pero fue chévere: Benjamín Ortiz era un gran director, un gran maestro. Gonzalo Ortiz era el editor económico, que tenía a sus buenos alumnos: José Samaniego, Fidel Jaramillo, Felipe Burbano…

—¿Ahí empieza el romance con Pepe Samaniego?

—Ahí, estudiantes de la Católica, él de Economía, yo de Sociología. Nos casamos en el 86, todavía en el diario Hoy.

—¿De ahí se van a Estados Unidos?

—El Pepe se gana una beca para hacer una maestría en Desarrollo Económico, era una maestría para estudiantes de países en desarrollo: africanos, latinoamericanos. Yo me voy de esposa, sin tener nada que hacer. Ahí hago un curso de periodismo en la Universidad de Boulder cuando Rolando Vera había sido el campeón de la San Silvestre y se entrenaba en Boulder y le decían The Champ cuando le veían en la calle. Le hice una entrevista y mandé al Hoy. Después conseguí un trabajito en el periodiquito del pueblito donde vivíamos. Yo venía de la supertecnología Mac del diario Hoy y les enseñé, yo era el genio de la Mac, ja ja.

Entrevista---2
A los cuatro años en el jardín de la casa de los abuelos, Quito, 1968.
Entrevista---3
Leyendo el diario Hoy, donde trabajó siete años, Quito, 1984.

TELEVISIÓN CON LLAPINGACHOS

—De ahí vino la época del programa La Televisión. ¿Por qué crees que tuvo ese éxito?

—¿Qué tenía La TV? Que era fascinante en esa época, creo, no tenías la competencia de las redes ni YouTube ni de otros canales…

—Lo primero que vino a cambiar la percepción fue la televisión por cable, los reportajes de National Geographic.

—Entonces era una mezcla de National Geographic, digamos, con llapingachos y con investigación también; era una buena revista.

—Con esos equipos grandotes. Solo para cargar la grabadora se necesitaba una persona extra.

—Y el ataúd donde iba el trípode. Pero fue un programa superexitoso, estuve ahí hasta el 97-98, con idas y venidas porque nacieron mis hijos.

—¿Qué tal era ser reconocida en la calle: ahí va la señorita de La Televisión?

—Había un componente de calidez y afecto, pero sí me pesaba, no me gusta mucho la exposición…

—Pero te metiste a la política, qué más exposición… ¿cómo es eso de que no te gusta?

—No me gusta de verdad, no es: qué lindo, estoy expuesta a… Ahora las redes me generan esta suerte de angustia de que se expone lo que dices, lo que no dijiste, con total descontrol.

—¿Qué pasó durante el conflicto del Cenepa?

—A Fredy se le ocurrió hacer un centro de información para proveer ayuda y contenidos a los periodistas que venían a cubrir el tema, un centro de prensa internacional. En tres días nos obligó un poco a los colaboradores a armar esto en Ciespal. Me acuerdo que vino el famoso Jorge Gestoso, que era la estrella de CNN. Él me comentó en una conversación informal que dudaba que Paquisha existiera y fuese ecuatoriana.

—Es que se hablaba del falso Paquisha, los peruanos decían eso.

—Exactamente, esa era la teoría del Perú, que no estaban los ecuatorianos en Paquisha. Comenté esto con los directivos del centro y que Gestoso quería ir a ver si era verdad. Ese rato consiguieron un helicóptero para que se fuera el señor, no sé si con otros periodistas, y él hizo el famoso reportaje.

—Se le veía en la selva, bajo la lluvia…

—Y daba testimonio de que Paquisha existía y estábamos los ecuatorianos ahí. Entiendo que esto fue importante para la guerra de prensa.

Entrevistando al presidente Osvaldo Hurtado, cuando era reportera de Ecuavisa, Quito, 1982.
Entrevistando al presidente Osvaldo Hurtado, cuando era reportera de Ecuavisa, Quito, 1982.

LLUVIA DE CENIZA

—¿Entraste por primera vez al municipio con Roque Sevilla?

—Sí, él era concejal y cuando el Consejo le eligió alcalde, rearmó el equipo y me llamó porque, cuando fui a dar a luz a mi primera hija, Pilar Pérez me reemplazó en La Televisión. Conversé mucho con ella para hacer la transición, una mujer admirable, y cuando su esposo se convirtió en alcalde, ella le sugirió que yo fuera a Relaciones Internacionales del municipio.

—Y no volviste a salir del municipio hasta ahora. ¿En qué consistía el trabajo?

—Sí, salí tres años una vez y otro año después. Hay muchas relaciones ciudadciudad, o sea, con otras ciudades; hay temas de cooperación, es una mezcla de protocolo con relaciones internacionales. Cuando erupcionó el Pichincha, nos tocó buscar ayuda y creo que la ciudad de Lousville nos donó unas barredoras especiales de calle que pueden absorber cenizas. Estuvo bastante marcada esa gestión por la erupción del Pichincha. Todo se trastocó y tuvimos que volcarnos a eso, desde armar un plan de seguridad que no existía entre los riesgos de ciudad: si explota el Pichincha, qué pasa con las fuentes de agua, cómo las proteges, etc. En mi caso debía buscar estas ayudas. Antes de que erupcionara, Hugo Yépez, de la Politécnica, vino un día y dijo: “Alcalde, creo que el Pichincha se está activando”. Porque había estos enjambres de sismos, por Cotocollao, por el norte y no entendían bien. ¿Y cómo le dices por primera vez a la ciudadanía que vive al lado de un volcán activo un mito, cómo sueltas esta información?

—De hecho, la cultura Cotocollao quedó sepultada por una erupción hace unos 2500 años, creo.

—Claro. Me acuerdo clarísimamente que el Roque nos convoca una noche a su equipo directivo: creo que vamos a tener un erupción del Pichincha. Recuerdo esa sangre helada que me recorrió por dentro y lo primero que pensé es yo me largo a mi casa, mis hijos. Pero desde el municipio la lógica era frentear esto.

—Qué tal que se vayan corriendo el alcalde y los concejales…

—Pasó algún tiempo hasta el día del hongo. Hubo los protocolos y la información de las vías de evacuación y dónde podía caer la ceniza y qué hacíamos con la ceniza, o sea, familiarizarse con esto.Un día tenía un evento de expertos en tránsito que venían a Quito y que nosotros organizábamos. Estábamos en el hotel Sheraton y empezó a caer ceniza del cielo, había habido una erupción. Para eso, a todos los asistentes les habíamos dado su máscara, no pasa nada, si es que sienten esto no se preocupen, usen la máscara. Total, ceniza, ceniza, se cerró el aeropuerto y todos tenían que regresar a sus países. Nos tocó montarles en busetas, Iberia se fue a Latacunga, otros se iban hasta Guayaquil en busetas para embarcarse, ¡qué desastre!

Otro día, en la elección de la reina de Quito, el Roque salió con máscara porque empezó a llover ceniza de noche, y la caricatura al otro día era el alcalde bailando con máscara en las fiestas de Quito.

—En la campaña del año 2000 perdió Roque Sevilla, pero tú entraste como concejala. ¿Se dice concejala?

—Ahí se empezó a decir concejala porque se puso en vigencia la Ley de Cuotas de Género. Esa fue la última elección en la que corrió la DP antes de dividirse. En la 5, Mauricio Pinto era el primero de la lista, yo era la segunda, había que tener una cuota de mujeres, tenían que ir alternando. Entramos Mauricio y yo pero no ganó Roque, sino Paco Moncayo con sus concejales: Andrés Vallejo, Gonzalo Ortiz, Wilma Andrade…

—¿Cuál fue tu papel en el Concejo, qué hiciste?

—Mi primera reflexión fue:… estudiar. Y para seguir ese curso de gobernanza, hablé con Paco Moncayo, a quien había conocido cuando fue elegido Hombre del Año por la La TV, y me tocó seguirle todo el día para hacer su perfil. Fui a la Comandancia del Ejército, fui a su casa, me regaló unos aguacates del árbol. Vi un póster en la sala donde estaban trece hermanos Moncayo y la mamá. Digo: “¡Qué increíble, trece hermanos! ¿Y todos vivos?” Responde sonriendo: “Casi todos vivos. Once vivos y dos militares”. Una relación muy cordial, todo el apoyo para estudiar y me designaron presidenta de la Comisión de Expropiaciones. A mí me gusta más el trabajo ejecutivo que el ámbito legislativo, que es un poco tortuoso, y esta comisión era muy de trabajar en cosas concretas. Uno de los retos enormes era el parque Metropolitano, que estaba expropiado desde la época de Álvaro Pérez, pero no habían concluido los procesos expropiatorios…

—¿El maestro Juanito no iba a hacer una urbanización? Incluso trazaron calles allí.

—Por supuesto. Era bien polémico el tema porque, si es declarado de utilidad pública, tienes que pagar y cerrar el círculo para que realmente sea de propiedad pública.

—¿De quién era esa hacienda?

—Parte de esa hacienda Miraflores era de un bisabuelo mío, Juan Elías Donoso, y sus descendientes, incluida mi abuela, tenían pedazos de diez, quince hectáreas. Y yo termino peleándome con mi papá cuando defiendo el parque y no el interés de la familia. Ni modo, ya estaba expropiado, lo que sí era justo era pelear para que les pagaran a todos, ahí hay como trescientos o cuatrocientos expropiados.

—¿Te tocó lo de la Ruta Viva también?

—Algunas expropiaciones y conflictos. Por el lado de la ciudad tienes que expropiar para hacer una ruta, pero obviamente el afectado es el afectado, a quien no siempre se le paga a tiempo. Era un desastre. En ese caso creo que la concesionaria tenía que pagar las expropiaciones, que es mejor a que lo haga el municipio.

—¿Quién fija los precios?

—El catastro, el avalúo municipal, que suele ser más bajo que el comercial. Lo que les pagaron a los expropiados, esa era la fuente principal del conflicto, era muy poco por metro. Entonces hay peleas judiciales, a veces el juez fija un monto superior, el municipio apela o no apela, llega a un acuerdo, son procesos largos.

En cobertura periodística en Cuba, con Fidel Castro y el personal del ex Instituto Nacional de la Niñez y la Familia (Innfa), 1987.
En cobertura periodística en Cuba, con Fidel Castro y el personal del ex Instituto Nacional de la Niñez y la Familia (Innfa), 1987.

LA VIRGEN Y EL ENCOCADO

—Aquí hay un paréntesis, lo que cuando eras reportera se llamaba “el lado humano…”.

—Exactamente.

—Todo lo que has hablado hasta ahora es lo inhumano.

—(Ríe). Lo humano es qué comes, cuánto pesas…

—Tengo tu lado humano que apareció en alguna revista. Dices que te gusta el encocado, de todo tipo.

—Me fascina todo lo que tiene coco: arroz con coco, encocado de pescado, de camarón…

—(En tono burlón). Perfume: Amor de Cacharel.

—¡Qué vergüenza! Debe haber sido el que usaba ese momento. Ya no. Me gustan todos los perfumes de flores o de cítricos.

—Actividades: caminar por el campo, correr, montar bicicleta.

—Bueno, montar bici ya no es tanto una actividad, pero sí tengo un grupo de amigos con los que hacemos caminatas. Acabamos de venir de El Cajas en el feriado de agosto.

—Donde se aparecía la Virgen. Este ya no es el lado humano, sino el divino: ¿sigues siendo devota de la Virgen de El Quinche?

—Por supuesto.

—¿Cómo tú, que estudias gobernanza, que manejas la política, puedes creer que hay una fuerza más poderosa que… la democracia, digamos?

—¡Pero cómo no voy a creer! Creo que la democracia y el ejercicio del gobierno en general nos ha demostrado todos los lados no divinos de los humanos: las ambiciones, la corrupción, la falta de espíritu de entrega, de servicio, la codicia, todas estas miserias están en ese ejercicio.

—¿Por qué no arregla la Virgen de El Quinche estos problemas?

—Porque no es su problema, ese es nuestro problema como humanos.

—¿Y de qué se encarga la Virgen?

—Nosotros somos los que tenemos que hacer la tarea. Ella probablemente se encarga de sostenerte cuando flaqueas en la tarea que tienes que hacer en el mundo, cuando la realidad te sobrepasa y tu capacidad humana no es suficiente… yo creo que somos manifestaciones terrenales de algo mucho más grande.

—¿Vas a la romería en noviembre? ¿Has ido alguna vez?

—No, soy una creyente de escritorio, no he hecho nunca la romería, muchas veces me he propuesto caminar, creo que este noviembre podría hacerlo. De guaguas pasábamos mucho por Ascázubi y había unos siete kilómetros hacia El Quinche. Algunas veces me fui con la señora que trabajaba, mi abuela me mandaba con ella, unas caminatas que no eran las romerías de ahora.

Con su esposo José Samaniego y sus hijos Isabel y José Ignacio, Quito, mayo de 2019.
Con su esposo José Samaniego y sus hijos Isabel y José Ignacio, Quito, mayo de 2019.

EL MALEFICIO DE CORREA

—¿Cómo empezaste con la empresa de Turismo del Municipio?

—Con Augusto Barrera habíamos sido compañeros en el Concejo cuatro años, él fue concejal de Pachakutec. Le eligen alcalde y un año y medio después me llama: “Quiero que vengas, es importante el turismo, poder hacer ese nexo con la empresa privada”. Le digo: “Tú sabes que no soy correísta, mi marido es de la larga noche neoliberal”. La verdad es que muchas veces discrepamos en el Concejo, él sabía, me quedé pensando. Noviembre 1 fue mi primer día de trabajo. Y es un chévere trabajo porque es una empresa donde no tienes la carga política, estás como aparte, no estás tratando los temas pesados de la ciudad, como los taxis, digamos, en el turismo te relacionas con temas más agradables.

—¿Qué había que hacer en Quito Turismo cuando entraste?

—Como la empresa se hizo pública, había que hacer algunos ajustes. Eso me tocó enfrentar: ¿cómo puede ser ágil y hacer las cosas? Pero la empresa tenía ya, por suerte, un plan estratégico y una dinámica de gestión que ya venía caminando, mi función fue agilitar las cosas, estar presentes en ferias de promoción de turismo para que Quito sea un destino. En el año 2014 tuvimos 703 mil turistas, luego vino un bajón terrible, recién estamos volviendo.

—Cada alcalde se va con su etiqueta: Moncayo restauró el Centro Histórico, Barrera no sé bien: empezó el Metro, inauguró el aeropuerto

—Renegoció el contrato del aeropuerto y lo inauguró y empezó el Metro, él quiso que ese fuera su legado, un legado que se ha diluido en el tiempo porque es una obra que la terminará inaugurando Yunda. Aunque el turismo está como un poco distante, obviamente estás alineado con las políticas de la alcaldía, pero Augusto fue siempre muy respetuoso con la gestión, nunca hubo interferencia, fue una gestión supertécnica. Augusto tenía un peso tremendo del vecino de enfrente, que era su líder político. Él fue un buen alcalde, conocía la ciudad, trabajaba durísimo, probablemente en su equipo pudo haber falencias, pero su gran error fue perder un año en reorganizar todo, imitando lo que había hecho a nivel nacional la Senplades con ese modelo pesado. Pero ese peso de Carondelet no le permitía tomar posturas sintonizadas con los ciudadanos en determinados temas, inclusive no políticos.

—Esa fue su desgracia, por eso no creció y por eso perdió la alcaldía.

—Sí, fue tortuoso eso, me parece que fue un karma ese liderazgo de Correa que probablemente tenía en su ADN: no permitió que surgiera ninguna otra figura política.

—El comandante ordenó botar unos edificios del centro. ¿Eso fue en tu época?

—Eso fue en los últimos años de Barrera. La Comisión de Áreas Históricas aprobó porque obviamente había una presión bien grande desde Carondelet también en la gestión del Centro Histórico. Recuerdo cuando lo del aeropuerto, a varias personas, incluido el alcalde, les pareció sensato pensar en un nuevo nombre y se convocó un concurso: Aeropuerto de Mitad del Mundo, Manuela Sáenz, eran algunos nombres y ganó…

—Ganó Carlos Montúfar, pero Correa dijo que cómo van a poner un nombre pelucón y ordenó que fuera el mismo nombre: Mariscal Sucre.

—En la sabatina el man despotrica contra esta “idea estúpida” y me llama Elizabeth Cabezas, que luego fue presidenta de la Asamblea, como molesta, ¿a quién se le ocurrió esto?, porque ya le oyó a su presidente despotricar en la sabatina.

—¿Por qué Rodas, que venía ganándole a Barrera, no surgió? ¿Qué le falló?

—Creo que desconocer la ciudad. Quito es bien compleja para ser gestionada si tú no sabes claramente adónde vas. Por otra parte, no sabía dónde estaba: si estaba como líder de una oposición de la ciudad al Gobierno, y a la vez atado de manos porque desde el Gobierno tenían que venir recursos para el Metro o garantías soberanas. En esta relación un poco temerosa, su gestión no llegó a tener una personalidad política.

UN MUNICIPIO DESMESURADO

—Como has trabajado también en Metropolitan Touring, ¿cuál es la diferencia entre la empresa pública y una privada que está en la misma área de turismo?

—La principal diferencia es la velocidad con la que puedes gestionar y decidir porque es empresa privada. En lo público tienes que pasar por unos procesos complicados para tomar una decisión, para usar la plata; en lo público solo se puede hacer lo que está permitido en la ley, en el otro lado puedes inventarte lo que quieras. Pero sí tuvimos una buena alianza también con operadores privados, fue una forma buena de trabajar. Cuando Roque Sevilla dejó Metropolitan y se fue a comandar el ITT, yo había salido un poco antes de Metropolitan porque se hizo una reorganización interna y me fui cuatro meses al ITT.

—¿Qué pasó en la iniciativa Yasuní- ITT, donde estaba también Yolanda Kakabadze?

—Había ese concepto claro de que íbamos a pedirle al mundo que nos restituyera lo que se le iba a quitar a la Amazonía, para evitar que se quitara, y ponerlo en un fideicomiso para reinvertirlo en esas mismas poblaciones, en sostenimiento… Cuando estaba todo esto armado con los parlamentarios alemanes, Correa dice en la sabatina que se metan los centavitos en la oreja porque él no va a aceptar que nadie maneje la plata. Fue muy duro, Roque me llamó un domingo en la tarde y me dijo “Ayúdame a organizar una rueda de prensa porque mañana anuncio que me voy”. Dio la rueda en el hotel Colón, se le fueron las lágrimas y chao. Roque le metió muchísimo ñeque, como es él, tan enfocado y tan claro, pero ahí quedó.

—¿Cómo anda el municipio ahora?

—El tema de la economía en la ciudad, con el índice más alto de pobreza y de desempleo del país, y una migración sin precedente, es un tema crítico.

—A lo que se suman los venezolanos…

—La ciudad no es la misma de hace diez años, hay 300 mil personas más, tiene otros problemas, con la pérdida de empleos del sector público por el achicamiento. Si aquí no se dinamiza la economía, si no hay plazas de empleo… ese tema me preocupa absolutamente.

¿Y cómo va el alcalde Yunda?

—Son tres meses de ubicatex todavía, de entendimiento de este monstruo, de ubicar gerentes, de armar equipo, sin un conocimiento del alcalde electo de la problemática de la ciudad, hay un acercamiento más técnico: ¿cómo resuelvo, cómo administro? Tiene buenos elementos en su equipo, sin duda. Lo que me perturba un poco es sentir que no está comandando el tema él, sino más bien esperando que le reporten los gerentes. Eso es complicado porque tú puedes tener muchos nortes y muchos intereses, muchas formas de querer hacer las cosas, y no tienes una línea.

—Otro problema es la comparación con Guayaquil. Cuando Febres Cordero empezaba su alcaldía, le pidió asesores a Rodrigo Paz. Era lo contrario: un municipio quiteño que funcionaba de maravilla frente a ese desastre que era Guayaquil. Ahora es al revés, está de pedir asesores a Guayaquil.

—Quito siempre tuvo más competencias que gestionar que las que tuvo Guayaquil y por eso el municipio siempre fue más burocrático, pero creció desmedidamente, tiene veintidós mil personas ahí. De un presupuesto de 1 300… 1 400 millones el próximo año, la mitad se va al Metro y de la mitad que queda, el 60% en gasto corriente y el 40% para inversión. Tampoco puedes resolver el problema diciendo reduzco a la mitad el municipio de un plumazo. Pero, ¿cómo le haces al municipio más eficiente, menos burocrático, sin este calvario de la tramitología? Creo que en gran medida es con un liderazgo fuerte y claro: vamos para acá, vamos.

—Si pudieras volver al último año del colegio, ¿qué vida escogerías?

—Una vida más conectada a lo que yo quisiera hacer y menos a lo que deba hacer, a lo que otros esperan de mí. ¿Qué tipo de vida es esa? No sé, porque sí he tenido la suerte de que muchas de las cosas que he hecho a nivel profesional me han gustado, pero quizá una vida menos exigente conmigo misma, más relajada, menos preocupada de llenar las expectativas de mis papás, de la sociedad, de mis jefes, de mi entorno, más libre en ese sentido. (Sonríe). Que no me oigan mis guaguas…

—Que no me oiga la Virgen de El Quinche…

—(Ríe). Pero una vida menos exigente conmigo misma.

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