
Después de algunas rocambolescas sesiones a las que nos tiene acostumbrados la Asamblea Nacional, la legisladora Guadalupe Llori manifestó que ni cuando baila da pasos hacia los costados.
Fue la respuesta al tan insistente pedido de “dar un paso al costado”, que es el eufemismo que siempre se menciona en lugar de “renuncia” y es el más repetido de todos los lugares comunes en el ámbito político.
Conocido también como truismo o perogrullada, se usa cuando se carece de argumentos idiomáticos o narrativos.
El lugar común, es decir, la verdad obvia, es un vicio del lenguaje que reemplaza a la originalidad y puede convertirse en el más vulgar de los atajos.
Si nos trasladamos al siglo XX de nuestra política, podríamos mencionar a varios dirigentes que recurrían a los lugares comunes para que el discurso sea más elocuente y las masas entiendan mejor.
Solo por señalar algunos nombres: Raúl Clemente Huerta, Carlos Feraud Blum, Rodrigo Borja, Carlos Julio Arosemena, Jaime Roldós, Velasco Ibarra… En cada uno de ellos había originalidad.
Al contrario, el discurso populista siempre repite las originalidades de sus antepasados políticos, pero cuando inventa una frase, por lo general, es un vulgarismo.
La frase final de Jaime Roldós, el 24 de mayo de 1981, fue: “Este Ecuador amazónico, desde siempre y hasta siempre. ¡Viva la Patria!”. Todos los políticos que la han repetido han incurrido en el lugar común.
Este recurso no debe confundirse con la metáfora, que es una excelente idea para expresar, acentuar o ilustrar el discurso; lo malo es que la repetición metafórica se transforma en jerga.
Es común que cada vez que hay un escándalo el poder político reaccione con la repetida frase “Llegaremos hasta las últimas consecuencias”. Otros agregan: “caiga quien caiga”; y no cae nadie ni se llega a la primera consecuencia.
Digamos con sinceridad que el lugar común no solo se encuentra en el ámbito político; con el devenir de la comunicación a través de las redes sociales, el recurso alcanza proporciones incalculables.
Ya que mencionamos a las redes, anotemos que en este terreno los fenómenos de la naturaleza se exaltan de manera desproporcionada. Por ejemplo, un temblor de mediana intensidad alcanza niveles de terremoto; un aguacero significa que el cielo se cayó, y los más exagerados sugieren comenzar a construir el arca de Noé.
Otros lugares comunes ocurren en el ámbito de los deportes como, por ejemplo, cuando el equipo “jugó como nunca y perdió como siempre”; la selección ganó porque “jugó bien”, o sea, de Perogrullo porque son muy pocos los que ganan jugando mal.
Pero el campeón de los lugares comunes en los deportes es el hat trick, con el que el periodista quiere lograr alto impacto narrativo para referirse a un jugador que, durante un partido de fútbol, ha anotado tres goles.
Otros recursos deportivos muy usados son “merecido triunfo”, “justo empate”, “gol agónico” y “polémico partido”.
No existen manuales ni enciclopedias que nos adviertan sobre el uso innecesario del lugar común, sin embargo, la lectura de ensayos, novelas, poesía, ayudarán a perfeccionar el discurso narrativo.
Al mejorar la comunicación, incluso podríamos alcanzar la meta a la que muchos aspiran en las redes sociales: convertirse en un influencer ilustrado.
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