Los puentes del río Chiche

Texto y fotografías: Xavier Gómez Muñoz.

Edición 467 – abril 2021.

De frente se observa al puente viejo del Chiche que funciona desde 1970 aproximadamente. Tanto el viejo puente como el nuevo ubicado en la Ruta Viva son sitios de decisiones fatales.

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—Pero no se irá a lanzar.

Responde, casi en serio, la dueña de una tienda de víveres donde pregunto cómo llegar al puente viejo del río Chiche. Estamos en la Ruta Viva, a menos de un kilómetro del puente nuevo que conecta Quito con el aeropuerto de Tababela.

Y continúa.

—Últimamente se ha escuchado de algunos que han querido saltar, algunos sí se han lanzado. La gente, en el sector, está preocupada.

Las noticias lo confirman mes a mes y en las redes sociales circulan, quizá con más frecuencia en tiempos de pandemia, videos con un mismo guion. Un hombre o una mujer supera las barras metálicas de alguno de esos dos puentes y se prepara para saltar al vacío, mientras policías, fa­miliares o personas que están en el sector tratan de convencerle de que no. Decenas de suicidios se han podido evitar de esa manera. Otros se han consumado. En ese y otros lugares, las cámaras de vigilancia del ECU 911 han registrado videos cuyo contenido prefiero no describir. También hay llamadas telefónicas de familiares, amigos, transeúntes que trataron de evitar la tragedia y de víctimas.

—Quiero reportar un suicidio.

—¿Alguna persona se ha suicidado? —pregunta la operadora.

—Se va a suicidar.

La voz se rompe.

—¿Usted se quiere suicidar?

—Sí.

—…

¿Pero, en verdad, han aumentado los suicidios e intentos de suicidio durante la crisis del coronavirus o es una percepción creada por los medios y la gente que com­parte videos en las redes sociales? Veamos algunas cifras. Del 12 de marzo de 2020 al 5 de febrero de 2021, es decir, entre el ini­cio del estado de emergencia y el tiempo en que escribo, el ECU 911 ha registrado 291 emergencias por suicidios y 560 intentos en todo el Ecuador. Según estadísticas de esa institución, Guayas es la provincia que más emergencias por suicidio ha reporta­do (19,6 %), con una diferencia de más del doble de la provincia que le sigue, Manabí (9,3 %). La ciudad más afectada ha sido Guayaquil (10,7 % del total de emergencias por suicidios a nivel nacional) y atrás están Quito (5,8 %), Cuenca (5,2 %), Machala (4,5 %) y Santo Domingo (4,1 %). Durante esos mismos meses, las provincias con ma­yor registro de emergencias por personas que han intentado —y no han logrado— quitarse la vida son Azuay (14,1 %), Pichin­cha (13,6 %), Tungurahua (13,2 %), Guayas (12,3 %) y Manabí (6,8 %).

Y hay otro dato. Si se compara 2019 y 2020, durante el año de la pandemia hubo 6,3 % más emergencias por suicidios en todo el país, aunque menos registros de intentos (-3,4 %). El ECU 911, sin embar­go, contabiliza únicamente emergencias, a través de su sistema de videovigilancia y llamadas. El registro completo lo tiene la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros (Dinased).

Según la Dinased, las cifras de suicidio en el Ecuador —una vez más con los nú­meros— prácticamente no han cambiado entre 2019 y 2020 (1169 y 1162 casos cada año). Sin embargo, en 2014 se registraron 557 suicidios y en 2015 casi el doble (1048 casos). De ahí en adelante, los números se han mantenido hasta 2020 en más de mil suicidios por año. Las personas que más se suicidan, al igual que ocurre en el resto del mundo, son hombres (casi ocho de cada diez casos en el Ecuador, y los expertos en­cuentran una respuesta a esto en la cultura machista, “los hombres no lloran”, “no ex­presan sentimientos”, “resuelven solos sus problemas”); las causas más comunes son problemas sentimentales, familiares, eco­nómicos y enfermedades terminales, en ese orden.

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A un costado de la vía Interoceánica, al pie del puente viejo del río Chiche, hay una virgen de unos 35 centímetros, que mira desde un pedestal hacia la estructura me­tálica. En el sector hay tres puentes, que se hicieron para unir en diferentes momentos —en distintos contextos económicos— Quito con el valle de Tumbaco, con la Amazonía y con el aeropuerto de Tababela.

Del puente más antiguo, hecho de pie­dra en arco y construido en los años cua­renta, queda poco que ver. El segundo es lo que se conoce como puente Bailey, una estructura metálica que se montó a inicios del boom petrolero, en los setenta, para acortar camino y llevar maquinaria y gente a la Amazonía; es el llamado puente viejo. El nuevo puente del río Chiche fue inaugurado en 2014, como parte del proyecto vial Ruta Viva. Es el más largo en el Distrito Metro­politano de Quito (315 metros) y uno de los más impresionantes por sus 130 metros de altura, comparables con el edificio más alto del Ecuador. La torre The Point, en Guaya­quil, mide 137 metros.

Aunque no existe un registro histórico sobre suicidios en los puentes del Chiche, el director general del ECU 911, Juan Za­pata, está de acuerdo en que se trata de puntos críticos. Asegura que solo en enero de 2021 han “tenido ocho casos de inten­tos de suicidio y suicidios en Quito, y la mitad han sido en el Chiche”. Antes de la pandemia, sigue, los motivos más comu­nes estaban relacionados con problemas afectivos (divorcios, decepciones amoro­sas), seguidos por problemas económicos (pobreza, desempleo) y educativos (pérdi­das de año, acoso escolar…), pero en los últimos meses eso ha cambiado y entre las causas más comunes, asegura el director, han constatado problemas económicos de “gente que se quedó sin trabajo, como aquella mujer que intentó saltar de un puente en el sur de Quito, porque —según dijo— no tenía para pagar el arriendo” y afectivos, “ya no solo situaciones amoro­sas, sino personas que han perdido a seres queridos”, además de las causas anteriores.

En diciembre de 2020 el ECU 911 condecoró a veintidós policías, bomberos, agentes de tránsito y demás personal de emergencias que con “acciones oportu­nas” evitaron suicidios en Quito y a una ciudadana que salvó a su amiga en uno de los puentes del Chiche. Pese a que tampo­co lleva una “estadística personal”, el agen­te civil de tránsito Nelson Proaño cree que se trata de “una situación alarmante, de la que todos (él y los compañeros con los que patrulla el sector) nos hemos podido dar cuenta”. Lo dice en el parqueadero del Campamento de Emergencias El Chiche, junto a la virgen, al pie del puente viejo.

—Son hombres, mujeres, en su mayo­ría personas humildes… Y no es solo gen­te del sector. Recién hubo el caso de un señor que vino manejando desde Quito.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) cuenta con una serie de recomenda­ciones para medios y periodistas, acerca de cómo informar sobre suicidios con el obje­tivo de evitar que aquellos casos se repitan. Entre las cosas que recomienda no hacer, se destaca no mencionar la palabra “suici­dio” en el título, no ser sensacionalista, no simplificar o banalizar, no publicar notas o cartas suicidas, no normalizar ni culpabili­zar, ser prudente con las fotografías (nada de fotos mortales ni videos), no glorificar o romantizar, evitar los detalles, métodos, no mencionar lugares… Aunque esto último —si se me permite— no tiene mucho sen­tido para lugares ampliamente conocidos, como los puentes del río Chiche.

El director general del ECU 911 aclara que esos puentes no son los únicos sitios de altura donde las personas tratan de quitar­se la vida en Quito, aunque sí los más co­munes, y, según estadísticas de la Dinased, aquel método tampoco es el más utilizado, pero posiblemente sí el que más se publica en medios y redes sociales. Debido al incre­mento de casos percibido en el Chiche, Za­pata asegura que ha solicitado en dos oca­siones a la Empresa Metropolitana de Obras Públicas que instale mallas para reforzar la seguridad. “Si se sabe que este es un punto conflictivo —explica—, es fundamental ge­nerar obstáculos para que la ciudadanía no solamente llegue y se lance… Las personas depresivas siempre están buscando estos sectores”.

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La estructura del puente viejo vibra cuando pasa un vehículo por alguno de sus carriles (tiene uno en cada sentido), se escu­cha el metal y aumenta el vértigo mientras tomo fotografías. El puente nuevo tiene tres carriles de asfalto a cada lado, casi no hay vibraciones y el único ruido que se oye es el de los carros que circulan con velocidad. Alrededor no hay casas ni personas.

El psicólogo clínico y profesor uni­versitario Nicolás Reyes ha investigado el suicidio durante ocho años, ha partici­pado en talleres de prevención y en con­sultorías públicas y privadas. A decir de Reyes, no se puede hablar únicamente de una causa para entender el suicidio, sino de varias que actúan de forma paralela y en un determinado momento, en el que una persona siente que no puede superar el sufrimiento, la pulsión tanática (muer­te) prevalece a la pulsión vital. Por eso, y para explicar mejor su planteamiento, Re­yes prefiere hablar primero de factores de riesgo y prevención.

Los factores de riesgo engloban “con­diciones de vulnerabilidad social, pobreza y extrema pobreza, situaciones de vio­lencia (intrafamiliar, de género, escolar, social), consumo problemático de drogas y alcohol, movilidad humana (refugio, migración), pérdidas (amorosas, empleo, duelo)”, entre otros. Además, “hay que tener en cuenta temas psicopatológicos como la depresión, que puede volverse un factor de riesgo”. Los factores de preven­ción tienen que ver con la salud mental: “acompañamiento profesional en situa­ciones difíciles y redes de contención que puede tener una persona a nivel familiar”.

—Es decir, para contestar a tu pre­gunta, las causas que pueden llevar a una persona al suicidio (de forma paralela y en un momento específico) son sociales, psicológicas y circunstanciales.

Los datos de Naciones Unidas sobre el suicidio en el mundo son contundentes. Unas ochocientas mil personas se suicidan cada año y por cada uno de esos casos hay muchos más intentos; el suicidio es la terce­ra causa de muerte entre personas de quince a diecinueve años; el 79 % de suicidios ocu­rre en países pobres y con ingresos medios; los métodos más comunes son ingestión de plaguicidas, ahorcamiento y uso de armas de fuego; cada cuarenta segundos alguien muere por suicidio. Los países miembros se comprometieron a bajar en 10 % sus tasas nacionales, mediante un convenio llamado Plan de acción sobre salud mental 2013- 2020. En el Ecuador, sin embargo, a juzgar por las cifras de la Dinased (2014-enero de 2021), eso no ha ocurrido.

Sobre los factores de riesgo que evi­dentemente se han agravado durante la pandemia, Reyes agrega que quizá algunos efectos en la salud mental ya se pudieron ver en 2020, pero “cuando alguien pasa por un momento traumático, los efectos (estrés postraumático) a veces se demoran me­ses o incluso uno o dos años en aparecer”. Frente a eso, considera que es fundamen­tal aumentar la inversión pública en salud mental y, de esa manera, mejorar el tiempo, la frecuencia y la calidad del servicio que cada especialista puede ofrecer a sus pa­cientes. Destaca la activación de líneas te­lefónicas de apoyo como las del Ministerio de Salud, algunas universidades y talleres preventivos como los del Municipio de Quito, pero considera que no es suficiente y que los servicios deben estar segmenta­dos (especializados en niños, adultos, an­cianos), y tener una visión intercultural. Otro aspecto importante es la prevención: identificar el problema antes de que se convierta en intento, “buscar ayuda profe­sional y, en el caso de familiares y amigos, acompañar sin juzgar”.

En el mundo existen lugares famosos por la cantidad y frecuencia con que las per­sonas se suicidan. Entre los más conocidos están el bosque Aokigahara en Japón, el puente Golden Gate en Estados Unidos, la estación de metro Rabindra Sarovar en Cal­cuta, India, y las cataratas del Niágara en la frontera que comparten Canadá y Estados Unidos. En las afueras de Quito, ¿por qué hay personas que eligen los puentes del Chi­che? Para Reyes la ubicación geográfica, la altura, la información disponible en medios y redes sociales y el fácil acceso, además del contexto creado por la pandemia, son facto­res determinantes. Por eso, al igual que el director del ECU 911, considera que es ne­cesario instalar bloqueos y mejorar el con­trol y la vigilancia. De esa manera se logra­rían reducir los casos en el sector, pero para sanar los problemas de fondo se requieren políticas públicas y proyectos concretos, dice el experto. Y para eso sabemos que no hay malla o bloqueo que ayude.

Unas ochocientas mil personas se suicidan cada año y por cada uno de esos casos hay muchos más intentos; el suicidio es la tercera causa de muerte entre personas de quince a diecinueve años.

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