Los muchos rostros del Niño Jesús

Por Milagros Aguirre
Edición 456 – mayo 2020
El ruido ensordecedor del Centro Histórico, los carros, los vendedores y los predicadores contrastan con la paz y el silencio dentro del convento de Santo Domingo. Basta cruzar la puerta para entrar en otro mundo: el de la contemplación y la ternura. Las iglesias coloniales quiteñas guardan más de un tesoro que no ha sido exhibido. En las bodegas de los conventos hay verdaderas maravillas. Iván Cruz y Ximena Carcelén, siempre curiosos del arte ecuatoriano, han dado con algunas curiosidades que se exhiben hasta el mes de mayo en la muestra El dulce nombre de Jesús.
Amorcillo. Anónimo,
siglo XVIII, madera tallada,
encarnada y policromada.

El ruido ensordecedor del Centro Histórico, los carros, los vendedores y los predicadores contrastan con la paz y el silencio dentro del convento de Santo Domingo. Basta cruzar la puerta para entrar en otro mundo: el de la contemplación y la ternura. Las iglesias coloniales quiteñas guardan más de un tesoro que no ha sido exhibido. En las bodegas de los conventos hay verdaderas maravillas. Iván Cruz y Ximena Carcelén, siempre curiosos del arte ecuatoriano, han dado con algunas curiosidades que se exhiben hasta el mes de mayo en la muestra El dulce nombre de Jesús.

Motivados por el famoso belén de El Carmen Bajo, empezaron su periplo por iglesias y conventos con la idea de buscar piezas de pesebre lo suficientemente lindas y originales para hacer una exposición. Encontraron cosas bellas: niños de pelo rubio ensortijado, caritas redondas con grandes ojos azules y rubor en las mejillas; ángeles y querubines, así como la ternura de la Virgen de la Promesa, entre otras bellezas del arte colonial quiteño.

En el convento máximo de Santo Domingo de Guzmán encontraron esculturas, pinturas y telares, además de antiguas columnas que deben haber sido parte de retablos, bañadas en pan de oro. Ambos tenían una gran expectativa: una muestra que sume todos esos tesoros hallados en las iglesias de Quito y en colecciones particulares, que anime y se sume a los festejos navideños, pero, sobre todo, que ponga en escena uno de los temas de mayor representación en el arte quiteño: la imagen del Niño Jesús.

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