Los gatos y los escritores

Fotografía: Shutterstock.

Edición 459 – agosto 2020.

En todos los tiempos los escritores se han sentido fascinados por los felinos. La literatura universal está repleta de historias cuyo protagonista es este animal, la compañía más apreciada por los más diversos autores.

Los egipcios los adoraban como dioses y para los escritores han resultado ser una fuente inagotable de inspiración. ¿Qué tienen los gatos para resultar tan fascinantes?

Anécdotas de todo tipo, algunas de ellas realmente curiosas, nos hablan del estrecho vínculo entre autores y sus gatos. Un buen ejemplo de ello fue Bob, un gato sordo que seguía a Charles Dickens como si fuera su sombra y, por supuesto, lo acompañaba cuando leía y escribía, según cuenta en sus memorias la hija del escritor. Cuando falleció el animal, un taxidermista elaboró un abrecartas uniendo una de sus patas a una hoja de marfil. En el objeto se grabó una inscripción para recordar a Bob, según explica la periodista Raquel C. Pico en su blog Librópatas.

Un gato callejero llamado Bob es una emotiva e inspiradora historia real que ha llegado al corazón de miles de lectores.

“¿Qué mayor regalo que el amor de un gato?”, afirmaba Dickens, sobresaliente novelista de la era victoriana y uno de los más conocidos de la literatura universal. Con una historia bien distinta, pero con un protagonista felino del mismo nombre, otro autor inglés, en este caso el contemporáneo James Bowen, ha conseguido ser un superventas de la talla de Dickens con su libro Un gato callejero llamado Bob, en el que narra su propia experiencia personal: la de un músico callejero que encontró un gato herido en su apartamento. Lo cuidó y se convirtió en su amigo inseparable. Gracias a esta amistad Bowen logró superar su adicción a las drogas y entrar en la élite de los escritores que han vendido más de un millón de ejemplares en Reino Unido. La historia también se ha llevado al cine.

Jean Cocteau inmortalizó a su gato favorito (no fue el único que tuvo), pero lo hizo de una forma muy diferente. El poeta y dramaturgo francés describía a Karoun como “el rey de los gatos” y le dedicó la obra de teatro Drôle de ménage. Creó el Club de los amigos de los gatos y diseñó una original insignia que representaba la cabeza de un gato, colocada en la entrada del lugar. Allí se daban cita conocidos artistas de la época y también amantes de los gatos, como los pintores Foujita y Picasso, el actor Jean Marais y la escritora Colette, según la información de Gatos y respeto, un sitio web creado en honor del filósofo y músico franco-alemán, Albert Schweitzer, Premio Nobel de la Paz en 1952. En palabras de Schweitzer: “Existen dos medios de refugio de las miserias de la vida, la música y los gatos”.

Por su parte, Cocteau afirmaba: “Me gustan los gatos porque me gusta mi casa. Y porque, poco a poco, se convierten en su alma visible. Un miau es un masaje para el corazón”. Su gran amiga, Sidonie-Gabrielle Colette, vivió rodeada de gatos desde que era niña y en el prefacio de su obra Le chats de Colette (Los gatos de Colette), escribió: “No hay gatos corrientes. Hay gatos infelices, gatos obligados a disimular, gatos a los que un incurable error humano, entrega a manos indignas, gatos que esperan toda su vida una recompensa que jamás llegará, comprensión y generosidad. Pero a pesar de toda la miseria y la mala suerte, un gato nunca acaba siendo corriente”.

En la mayoría de sus obras Colette menciona a un gato como, por ejemplo, en la novela La gata en la que reinventó el triángulo amoroso. La artista, que también fue bailarina y periodista, se retrataba a menudo con sus felinos, que estuvieron presentes de una u otra manera en todos los aspectos de su trayectoria como, por ejemplo, en su interpretación de La gata enamorada, en el caféteatro Bataclan, en París.

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