Criticada por unos y admirada por otros, su voz nunca pasa inadvertida en Twitter, donde no oculta sus ideas a favor de los derechos humanitarios y el debido proceso.

“Hay una policía y varias internas violadas en los amotinamientos carcelarios mientras ustedes hacen tiktoks”, escribió Lolo Miño en su cuenta de Twitter el 22 de julio de 2021, criticando el accionar del Gobierno frente a la crisis carcelaria. Aquel día fue nuevamente tendencia en la red social: la atacaron por no pronunciarse en favor de la policía agredida sexualmente, algo que claramente hizo, y por salir en defensa de los presos, algo que seguirá haciendo. Una serie de tuits suyos, escritos en otro momento, se usaron fuera de contexto, activaron trollcenters y provocaron insultos venidos de todas partes. Fue tal el grado de violencia, que la misma red social canceló la cuenta de un usuario que le deseaba estar presa y ser violada.
Aquel día y los siguientes, sin dejar de condenar la agresión en contra de aquella mujer, Lolo continuó defendiendo a los reos. “Soy defensora de derechos humanos. Peleo por las garantías mínimas de todas las personas. Esto, lastimosamente, no cae bien a todos”.
Sus tuits, independientes de cualquier bandera política, resultan incómodos. No le pesa evidenciar los desaciertos que pueda tener el presidente Guillermo Lasso, a quien alguna vez advirtió que no se cuelgue de ella para ganar simpatizantes; ni reclamar a Rafael Correa la persecución que vivieron la prensa y ella misma durante su Gobierno.
—¿Cuál es el costo de ser una tuitera visible?
—Las agresiones e insultos permanentes que recibo.
(Según el observatorio Mirador Digital, es una de las mujeres que recibe mayores ataques en Twitter. Habría por lo menos 148 cuentas dedicadas a amplificar sus mensajes y convertirla en tendencia con hashtags como #TonitoPatriarcal o escribiendo tan solo su nombre).
—¿Eres consciente del alcance de tu voz en Twitter?
—Sí, y, por eso, trato de mejorar en los mensajes que comunico. Las pasiones me terminan ganando, y mi error es que a veces puedo quedarme en la bronca y se pierde el mensaje.
(Se puede pensar que basta revisar la cuenta @LoloMino para saber quién es, lo cierto es que, en Twitter, una red donde los 280 caracteres son el límite de un mensaje, falta espacio para conocerla).
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Patricio Miño y Mariana Buitrón llevan años casados y no pueden tener hijos. Ella queda nuevamente embarazada después de tres abortos. Cada semana se controla, pero al séptimo mes la gestación se complica. Con apenas veinte centímetros y baja de peso, nace una niña. Es el 11 de abril de 1982. Abril es el mes de la Virgen de La Dolorosa, de quien la familia es devota. Los médicos no dejan que bauticen a la niña, lo más seguro es que muera. Le pasan una novena y hay que nombrarla. Le ponen María Dolores, a quien dirán con cariño Lolo desde chiquita, en honor a su bisabuela paterna, pero, sobre todo, esperando que La Dolorosa les haga el milagro.
La defensora de derechos nació más tarde. Tenía ocho años y junto a su casa había una construcción. Un perro es golpeado por unos albañiles. No lo están reprendiendo. Un hombre lo patea mientras el resto ríe. Ella, al mirar el hecho, se conmueve, se enerva. Llama a sus primos, reúnen cartulinas y escriben frases para defender al animal. Con sus pancartas salen a protestar, defienden al perro y lo salvan. Ese día nació la Lolo.
—¿Eras una niña particular?
—Siempre fui un poco Mafalda, pensando en temas que a otros niños no se les pasaban por la cabeza.
—¿Cómo fue tu paso por el colegio SEK?
—Terminé en el SEK, aunque me siento más del Liceo Internacional, un cole donde nos formaron muy ñoños, pero con una gran orientación por lo social. Era una niña que no hablaba, introvertida. Pienso que la formación me la dio el Liceo, y que el SEK me ayudó a interactuar y a no sentirme cohibida.
—¿Practicabas algún deporte o ibas por el arte?
—Nula para los deportes. Como era flaquita, no tenía problemas con los ejercicios. Me encantaba dibujar y sobre todo escribir. Escribía cuentos como loca y los escondía o arrojaba en el altillo de mi cuarto. Capaz siguen ahí.
—¿Nunca los buscaste? ¿Por qué los tirabas?
—Mi hermana Daniela, que es menor pero parece la mayor por los roles que asumimos, me molestaba. Me daba vergüenza.
—¿Cómo es el cambio de roles?
—Ella es mucho más cerebral, organizada, sabe planificar. Yo soy más pasional y las emociones me ganan. En lo físico dicen que somos parecidas. Muchas veces le gritan por la calle “Lolo” y varios estudiantes nos han confundido y le han dado un abrazo. Pero somos superdiferentes. A mí me gusta improvisar y lloro mucho.
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Agosto de 2020. En una entrevista la Lolo señala que durante el mandato de Rafael Correa ningún medio de comunicación fue cerrado por vía judicial. El expresidente da un retuit de la entrevista avalando lo dicho. La Lolo dispara una serie de respuestas como jabs: “Si me vas a citar, cita también que dije que en tu Gobierno hubo una persecución sistemática a la prensa y a quienes éramos críticos con tu Gobierno”, es uno de sus textos, al que seguirán muchos más para hacerle frente a los cientos de mensajes en su contra.
—Se te suele ver fuerte en Twitter…
—Confundimos la fortaleza con la carencia de emociones. Pienso que la fortaleza está cuando encaras los problemas con tus distintos estados de ánimo, desde llorar o hasta enojarse.

—¿Sigues escribiendo cuentos?
—No hago cuentos pero sigo escribiendo, por eso, el Twitter. Todos necesitamos un canal para comunicarnos y el mío es la palabra escrita. Incluso, si tengo un conflicto con alguien, lo hago por mensajes de texto. Dicen que esa no es la manera, pero para mí es la mejor forma. Cuando escribo puedo decirte lo que pienso, por eso, Twitter es como mi querido diario.
—¿Tenías diarios antes de Twitter?
—No imaginas la cantidad de diarios que escribí. Los diarios sí he revisado y me da full vergüenza, con sus típicas cosas de adolescentes. ¿Cachas que a un novio, cuando terminamos, le escribí todo un cuaderno? Igual que ahora, me la pasaba escribiendo, y eso es con lo único que me reconozco.
—¿Cuándo reconociste que ibas a ser abogada?
—Cuando estaba en cuarto curso. Tenía claro que quería ayudar a las personas, defender las causas justas, pero no verbalizaba eso de ser abogada. Recuerdo que vi la película Cuestión de honor con Tom Cruise, Demi Moore y Jack Nicholson haciendo de malo. Cuando Cruise con su alegato consigue que Jack devele el crimen y salga a la luz la justicia, me di cuenta de que eso quería.
—¿Pensabas en otras carreras?
—Soy una psicóloga frustrada, también quise siempre ser profesora, que ahora lo soy, y periodista. Siempre la tenía clara en que debía ser profesional. De niña, cuando jugaba con mis Barbies, a todas mis muñecas les hacía ir a la universidad y que tengan su profesión.
—Hablando de la universidad, ¿cómo te fue en la San Francisco?
—Casi me cambio de carrera. En los primeros años se orientaba más a lo comercial y civil, y yo quería que me enseñen cómo defender a una mujer a la que le pega el marido. Recuerdo a las mujeres que trabajaban en la casa y que le contaban a mi mami los maltratos que sufrían. A mi mejor amiga, María Laura, le pedí que me acolite para cambiarme a Psicología. Antes de hacerlo, la acompañé a que entregara un paper a un profesor que, al verme con los ojos hinchados, me preguntó qué me pasaba. Le expliqué y me dijo que, antes de que me cambie de carrera, tome un curso de verano en Estados Unidos. Así llegué al American University Washington College of Law y seguí un curso intensivo en Derechos Humanos. Ese momento fue determinante en mi vida, porque me encontré con lo que había soñado: pelear por los derechos, buscar justicia y entender que desde el derecho se puede cambiar la sociedad. En la San Francisco tuve grandes maestros como Alejandro Ponce y Farith Simon, que nos enseñaron a cuestionar todo y a entender que nuestra voz es importante.
—¿Cuál es tu reflexión cuando miras que parte de tu entorno universitario está en las esferas de poder?
—Pienso que pertenezco a una generación que permitió que muchas mujeres se destaquen en un país machista. Puede que critique a mujeres de mi generación, pero igual tienen mi admiración y respeto. El propio caso de María Paula Romo, con quien no suscribo y no concuerdo con sus decisiones tanto en su paso por el correísmo como con Lenín (Moreno), pero debo rescatar que constituirse como sí misma políticamente en un ambiente patriarcal tiene su mérito.
—¿En la universidad surgió tu postura feminista?
—Debo decirte que no hay nada en mi entorno que pudiera hacerme feminista. Tengo una mamá, ama de casa, que recién piensa en temas de derechos por las conversaciones que mantenemos, y tengo un papá un poco más conservador. Por eso es por lo que tengo momentos en Twitter en que parezco libertaria y, en otros, más progre. Pero a mí lo feminista se me vino por la maternidad.

—¿Cómo es eso?
—Elegí ser madre soltera. Y se trata de algo empático, de cuando percibes que hay personas que son tratadas de forma distinta. Esas cosas que de niña o adolescente normalizas. No recuerdo quién lo dijo, pero el feminismo es ponerte unos lentes contra la miopía social, darte cuenta de prácticas machistas en un sistema patriarcal. La violencia, a las mujeres, nos atraviesa sin importar condición social o etnia. Muchas de quienes nos reconocemos feministas hemos atravesado un machismo fuerte. Cuando le tuve a mi guagua, viví cosas tan injustas como normalizadas: que el papá desaparezca, que trate de que no crezcas profesionalmente, que te diga que no vales nada y que debes solo dedicarte a cuidar a tu hijo.
—Ser madre es una desventaja en esta sociedad…
—Por supuesto. Socialmente es aceptable que una mujer se haga cargo totalmente del hijo. ¿Y qué pasa con el papá? A una mujer, cuando busca trabajo, lo primero que le preguntan es si es madre o si espera tener hijos. A los hombres no les preguntan si son papás. Y no me hago la mártir, pero reflexiono pues. ¿Qué sucede con las niñas violadas a quienes obligan a ser madres?, ¿qué sucede con quienes quieren salir corriendo, pero económicamente no pueden? Soy madre soltera y, desafortunadamente, soy tan solo una estadística, una más de miles de mujeres en el Ecuador que son madres solteras. Es berreado lo que te digo, pero piensa que soy una de las pocas que puede salir adelante, porque ya tenía mi carrera, porque ya trabajaba, porque mi papá dijo: “Hijita, corra, yo le apoyo”. La mayoría no tiene eso. El feminismo fue darle voz a mi propia historia. Lo políticamente correcto es callar y no hablar mal del papá de tu hijo, pero no hago más que contar mi verdad.
—¿Cómo vives ahora tu maternidad?
—Amo a mi hijo, pero mi vida no se diluye en él. Nicolás es lo más importante de mi vida, pero no es el centro de ella. Mi maternidad no fue forzada. Siempre entendí mis derechos y que quede claro: María Dolores Miño quería ser mamá, pero esta elección es tan respetable como aquella de no querer serlo. Mi decisión no es aplicable en todos los casos. Ser mamá fue una decisión dura, tan dura como si alguien decide no hacerlo o prefiere abortar. Y, por otro lado, también abortar es traer a alguien al mundo y desentenderse de él.
—También hay quienes se desentienden del mundo. En tu caso, ¿Twitter te permite no desentenderte?
—Ha sido una plataforma para que se evidencie lo que no salía a la luz. Temas que en la vida real no se abordan, Twitter los destapa y contribuye a que no queden impunes.
—¿Qué has perdido por Twitter?
—¿Además de los estribos? (Risas).
—¿Amistades?

—Muchas. Pero, quizás, más que perderlas, se han desechado. Resulta difícil entablar amistad si ya no comulgas con los mismos valores.
—En Twitter sí se te notó triste una vez, cuando falleció la jueza Ruth Bader Ginsburg…
—Fue como si se muriese mi abuelita. Es un ícono del derecho y logró posicionarse y tener poder de decisión en el país más poderoso del mundo (Estados Unidos) cuando las mujeres tenían muchas menos oportunidades. Es mi inspiración y referente, sería como mi Maradona.
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Directora ejecutiva del Observatorio de Derechos y Justicia del Ecuador (ODJ) y catedrática en la Universidad Internacional, esta abogada ecuatoriana está convencida de que el derecho es el arma más eficaz para cambiar al mundo, y con ese argumento ha litigado en tribunales y ha sostenido batallas campales en Twitter con alrededor de veinticinco mil seguidores, un número minúsculo ante la amplia repercusión de su voz, a la que califica de “demócrata” y “que defiende el derecho de las personas más allá de banderas políticas y simpatías y antipatías”. Su voz también tiene un eco en otros espacios.
—¿Qué implica tener voz como docente?
—Amo dar clases, porque siempre tuve buenos profes y trato de recordar su ejemplo. Pero, más allá de impartir conocimientos, me preocupo de formar a mis estudiantes, sobre todo a mis alumnas. Tengo un compromiso grande, pues implica que abran las puertas de sus vidas y desde la confianza aprender juntas.
—Además de tener voz, hay que observar mucho. ¿Qué involucra estar a cargo del ODJ?
—Soy una obsesionada del debido proceso y me interesa saber el funcionamiento de la justicia. Se trata de un accionar desde la colectividad civil que trabaja en temas de justicia y el litigio en materia de derechos humanos, cumpliendo los estándares internacionales. Mantener este espacio nos ha costado muelas y estamos dándole una estructura administrativa más sólida. Nosotros defendemos derechos, no atacamos personas ni partidos, y eso implica un nivel de crítica. Es un trabajo tan duro como reconfortante.

—¿Algún día te ves de política?
—No, y menos de un cargo por elección popular. Soy muy respetuosa del servicio público, el cual conlleva destrezas que por el momento debo completar. Hay cargos que me interesarían como ser parte de la Corte Constitucional o defensora del Pueblo. Estuve cerquita de ser parte de la Corte y tras algunos años me doy cuenta de que estaba muy joven. Por eso, me sigo puliendo a mí misma por si llegase la oportunidad.
En medio de la pandemia, en el período acérrimo del encierro, cuando por semanas la cuarentena era la tendencia, el comediante Esteban Ave Jaramillo tuiteó: “Extraño cuando la Lolo Miño y el Luis Vivanco eran tendencia”. Justamente, con este periodista, al igual que con Esteban Ávila, ha mantenido disputas, así como con el asambleísta Esteban Torres. Los tres han reconocido a su adversaria. Torres aseguró en una entrevista que con la Lolo sí se tomaría un café, mientras que Ávila y Vivanco en el programa Castigo Divino mostraron su respeto, pese a estar en distintas orillas. “A la doctora Miño le debo consideración y respeto, porque rescato situaciones como ser la única voz en la matanza de los penales”, reconoció Ávila.
—Te has enfrentado con muchas personas pero, ¿te has enfrentado con la Lolo Miño?
—Sí, tengo un síndrome del impostor terrible, siempre creo que nunca soy lo suficiente.
—Apelando a tu nombre, ¿qué es lo más doloroso que has vivido?
—Fue doloroso, pero sobre todo difícil, elegir ser madre soltera. Te enseñan a que luches por tu familia, por tu pareja, por tu hijo, pero la primera lucha es por ti misma. Me siento tranquila por haber apostado por mí, así sea una carrera de obstáculos que libro cada día.