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Literatura ecuatoriana, la de antes y la actual

Coincidencias en la vida, en la literatura: la muerte de dos escritores el mismo año, mismo mes, solo con tres días de diferencia. Jorge Velasco Mackenzie y Eliécer Cárdenas. El primero nacido en Guayaquil, 16 de enero de 1949; el segundo, un año después en la parroquia Honorato Vásquez del cantón Cañar y radicado en Cuenca desde los cinco años. La novela más conocida del guayaquileño El rincón de los justos la publicaba en 1963, el mismo año que el cañarejo presentaba Háblanos Bolívar. En 1979, cuando Cárdenas sacaba de la imprenta Polvo y ceniza, Velasco Mackenzie, a su retorno de España, se estrenaba con los cuentos Raymundo y la creación del mundo.

Los unió una gran pasión: escribir novelas. Los títulos mencionados son los más conocidos, pero cada escritor tiene su propia valoración y motivos para escribir literatura urbana, de Guayaquil, del barrio imaginario Matavilela, que es una mirada a las ciudadelas suburbanas del puerto. El personaje que inmortalizó Cárdenas fue el lojano Naún Briones, una especie de justiciero de los pobres, en la premiada novela Polvo y ceniza.

En la generación de grandes escritores nacionales de la primera mitad del siglo XX, conocida y recordada como la del Treinta, destacaron Icaza, Fernando Chávez, Humberto Salvador, Mata, Felicísimo Rojas, Gallegos Lara, De la Cuadra, Gil Gilbert, Aguilera Malta, Pareja Diezcanseco. En la segunda mitad del siglo XX están los dos escritores fallecidos, que también siguieron creando en el siglo XXI, por eso se los podría clasificar en el rango de “los escritores de la generación en dos siglos”.

Mundo Diners acompañó desde sus inicios, en diciembre de 1979, el devenir del arte y la literatura. En la edición de mayo de 2012, Solange Rodríguez entrevistaba a Velasco con motivo de la publicación de Hallado en la grieta; se trataba de uno de los regresos del escritor. Decía entonces “lo que debe absorber a un escritor es la literatura, porque su única república es el lenguaje”. La entrevistadora resumía que la vuelta del escritor guayaquileño se producía “tras una larga y tortuosa pelea con una enfermedad que lo mantuvo en el infierno”, y Velasco Mackenzie agradecía a la literatura la posibilidad que le había dado de “seguir vivo”.

Fue considerado un formador de escritores en los talleres literarios que dictó en la Casa de la Cultura de Guayaquil, una idea de Miguel Donoso Pareja (1931-2015), a la que Velasco le dio continuidad. Con más de veinte obras en su tránsito por la literatura, Velasco hablaba del presente como “la generación más grande luego de los autores del Treinta” y citaba a Eliécer Cárdenas.

En un discurso memorable, publicado en Mundo Diners —mayo 2007— a modo de ensayo, el cañarejo daba la bienvenida a Cuenca a Mario Vargas Llosa, de quien decía que como periodista y ensayista defendió un concepto de “libertad incompatible con cualquier corsé dogmático o dirigismo de la tarea del escritor”. Destacaba en el peruano la idea de novela y realidad en la misma línea de Balzac y Víctor Hugo; y el concepto de novela total, donde mundo y personajes “se despliegan con magistral andamiaje”.

En esta edición Mundo Diners abre sus páginas a una novel escritora guayaquileña: Mónica Ojeda. Ella nos dice que dejó Guayaquil en 2017 para huir de la violencia y se encontró un Madrid que discrimina a los migrantes. Los obstáculos los ha superado sola, pero bien armada de una producción literaria que ha generado críticas, que reconoce su talento y la ve como una de las buenas exponentes de las letras latinoamericanas. 

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