¡Libros históricos vuelven a la vida!

Diners 466 – Marzo 2021.

Por Cristóbal Peñafiel.
Fotografías: Estuardo Vera

Una fundación ecuatoriana trabaja para recuperar 125 obras emblemáticas de la biblioteca de la Universidad Central del Ecuador.

Ahí está el equipo de trabajo: laborioso, dedicado, mirando cada minucia de las páginas amarillentas. Sus técnicos sienten deseos de leer cada una de las 125 obras pero sus tareas son otras: devolverle la vida a esos libros-reliquias que no solo registran la historia cotidiana de siglos pasados, sino que atesoran un legado de ciencia y de vida ciudadana.

Son libros que se encuentran en la biblioteca de la Universidad Central del Ecuador (UCE) y fueron seleccionados para su curación. Los responsables son expertos en conservación y recuperación de libros. Y su labor va más allá de parchar páginas o devolverles la originalidad a sus pastas. El propósito es que las obras queden totalmente adecuadas y manejables, tanto para que sus lectores se enriquezcan con su contenido cuanto para que se maravillen con su belleza y el material con que fueron impresos.

En este trabajo se utilizan métodos de alta tecnología. Y así, alejados del bullicio citadino y en departamentos especializados, los expertos están dando nueva vida a obras de Eugenio Espejo, fray Jodoco Ricke, Santo Tomás de Aquino, San Ireneo de Lyon, San Juan Crisóstomo, Hartmann Schedel, Jacopo Filippo Foresti, Alexander von Humboldt, Jacinto Jijón y Caamaño…

El tratamiento de control del biodeterioro o microbiológico de desinfección se ejecuta con la implementación de tres mecanismos. En lo físico, con la exposición de un minuto a cada libro infestado a radiación UVC por medio de lámparas germicidas en una cámara hermética. En lo químico, con un tratamiento de aspersión, pulverización o impregnación con alcoholes alifáticos (antiséptico) y desinfectantes como el químico tinosan al 1 %. Y en lo mecánico, con una limpieza, hoja por hoja, en las zonas con colonias de hongos, para lo que se utilizan campanas de extracción de suciedad que evitan la proliferación de los residuos y la contaminación con otros libros.

Con una lámpara de luz se determinaron los faltantes de las páginas y se prepararon sus injertos que ayudarán a conservar los libros. Esta curación se realizó de tal forma que logró adaptarse al material original de la obra para dar un buen aspecto físico al texto. Los faltantes o roturas en las páginas fueron consecuencia del intenso uso que han tenido las obras y la forma poco delicada con la que los lectores los han tratado.

Los especialistas determinaron el grado de destrucción de las obras y la manera de solucionarlo, en un proceso denominado de conservación emergente preventiva. Este sistema está estructurado de manera estandarizada a nivel internacional, por lo que se siguieron protocolos y fórmulas establecidas. El objetivo es recuperar todos los libros, porque ninguna obra se da de baja.

Otros libros con mayores dificultades de recuperación, debido a su avanzado estado de deterioro, entraron en cuarentena y fueron ubicados en una sala especial a la espera de conseguir fondos para su curación.

La experta Betty Costales tenía en sus manos uno de los libros: “Esta hoja estaba totalmente arrugada, rota y, entonces, realizamos unos injertos que sirvieron para reintegrar faltantes y para impedir que se vaya destruyendo; el trabajo se realizó hoja por hoja. El proceso de recuperación de libros no es complicado, pero requiere una fina atención”.

La selección de las obras a ser recuperadas fue estricta. Ramiro Endara, licenciado en Restauración y Museología, y máster en Conservación y Administración de Bienes Culturales, quien lidera este proyecto, explica que los libros fueron escogidos de acuerdo con el estado de conservación, la importancia del documento, la antigüedad, el contenido, el autor, el título, la casa impresora y su vinculación con la cultura de las Américas.

Endara, con veinte años de experiencia en este campo, precisa que los textos seleccionados por la UCE son 125 bienes documentales emblemáticos, es decir, los más importantes y los más antiguos; muchos son bienes incunables que fueron editados antes del año 1500.

En este trabajo se utilizan métodos de alta tecnología. Los expertos en departamentos especializados dan nueva vida a obras de Eugenio Espejo, fray Jodoco Ricke, santo Tomás de Aquino, san Ireneo de Lyon, san Juan Crisóstomo, Hartmann Schedel, Jacopo Filippo Foresti, Alexander von Humboldt, Jacinto Jijón y Caamaño, entre otros.

El equipo de restauración tiene expertos en diferentes áreas: Betty Costales, la residente de obra, es restauradora museóloga, con treinta años de experiencia en conservación y restauración de bienes documentales. Rodrigo Garzón, el director técnico del proyecto, es magíster en Conservación y Administración de Bienes Culturales, y especialista en gestión documental y archivos. José María Sanz, filólogo, especialista en interpretación documental, realizó la identificación de los volúmenes, su catalogación, fichaje e inventario. Gustavo Salazar, bibliotecólogo, con treinta años en el manejo del patrimonio bibliográfico ecuatoriano, hizo la investigación histórica de la colección documental. Jorge Puruncajas, licenciado en Restauración y Museología, llevó los procesos de limpieza y conservación.

El proyecto, fijado para cumplirse entre agosto de 2020 y enero de 2021, fue denominado Conservación y restauración de la colección de bienes documentales emblemáticos de la Biblioteca General de la UCE, y corrió a cargo de la Fundación Conservartecuador, con el auspicio de la Fundación Gerda Henkel Stiftung, una oenegé alemana sensibilizada hacia la restauración de bienes culturales de incalculable valor histórico y cultural. La fiscalización y el seguimiento técnico y económico del proyecto quedó en manos del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural.

Para Conservartecuador este auxilio a 125 obras de incalculable valor no es nuevo y más bien le ha permitido poner en práctica la experiencia alcanzada en doce proyectos anteriores efectuados en Quito, Guayaquil, Cuenca, Manta, Portoviejo y Bahía de Caráquez.

El trabajo de Conservartecuador ha tenido reconocimientos. Uno de ellos, de la Fundación Príncipe Claus de Holanda, organismo que ha confiado por tercera vez en la entidad para la conservación y restauración de bibliotecas conventuales quiteñas: la Basilio Rivera del convento de San Agustín, que custodia 21 432 bienes documentales y la Fray Ignacio de Quezada del convento de Santo Domingo, con 33 500 volúmenes patrimoniales; en los dos casos, las obras recuperadas son reconocidas por su antigüedad y su contenido.

Además, la fundación ecuatoriana, durante sus catorce años de vigencia, ha trabajado en la recuperación de edificaciones de tierra, carrizo y madera y en colecciones de bienes muebles culturales, lo que ha permitido reforzar la identidad nacional, y hacer del patrimonio un eje de sostenibilidad y desarrollo turístico y económico.

¿Te resultó interesante este contenido?
Comparte este artículo
WhatsApp
Facebook
Twitter
LinkedIn
Email

Más artículos de la edición actual

Recibe contenido exclusivo de Revista Mundo Diners en tu correo