
Esteban Michelena
Paradiso, Quito, 2022
No hay mayor tensión que la muerte. Nadie la espera, pese a que es lo único seguro que llega. Los textos de mayor expectativa inician con el quiebre vital, mucho más si se intenta construir un mundo mítico. Lo sabía García Márquez cuando puso al coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento al construir su realismo mágico.
Lo sabe también Esteban Michelena en su incesante construcción de una Esmeraldas mítica dentro de su realismo trágico. La fuga de dos reos y la reflexión de uno de ellos por saber si mató o no a un guardia son el comienzo de esta travesía titulada El pasado no perdona, que conforma una trilogía con Atacames Tonic (2002) y No more tears (2018).
El cruce de balas, la protección de la sagrada familia, atracos de película y la pugna por ganar territorio y poseer las rutas del tráfico de drogas son los ingredientes de un plato mucho más profundo: la injusticia y la falta de oportunidades para quienes conforman la negritud ecuatoriana.
Sí, Michelena, con un lenguaje coloquial, aproxima al lector a la violencia que habita desde hace mucho tiempo en Esmeraldas, y apela a una serie de capítulos que bien podrían ser relatos aislados y leerse con soltura gracias a la sencillez de la palabra, pero que en su conjunto conforman una cadena tan hilarante como despiadada al contar las tramas de los primos Cangá, Chico, Daddy.
En definitiva, el lector está frente a una novela de doble vía: retrata las dinámicas violentas dentro de una población, pero sin olvidarse de la desigualdad, la marginación y la pobreza que las envuelve.