Juan Pablo Castro Rodas
PUCE, Quito, 2022
En esta novela, ganadora del Premio Aurelio Espinosa Pólit 2022, el lector encuentra al menos cinco voces femeninas bien construidas que dan paso a una gran polifonía para hablar del aborto.
Esto, posiblemente, es la gran virtud de la novela Mizuko: los niños del agua: que el autor ingrese a un cuarto de espejos y explore el lado femenino para reflexionar sobre lo masculino, para abordar de una manera diversa las maternidades y paternidades perdidas.
Otro mérito es hacerlo desde una poética del dolor, con voces íntimas que no caen en los panfletos y consignas, que no apuestan por la revictimización, sino que se trabajan desde la minuciosidad del lenguaje.
Y otra fortaleza está en no concentrarse en un solo tema, sino en explorar las condiciones humanas y las dinámicas de pareja. Así, las relaciones que aparecen dan cuenta de que el amor hace pero también deshace: y es que la paradoja es el ingrediente infaltable en la encrucijada decisión de amar.
Castro, a través de sus personajes, deja en claro que uno es sus decisiones. Sin justificaciones ideológicas ni reproches morales, expone que el decidir entre la vida y la muerte puede estar en nuestras manos; como en ellas está el decidir hablar, el expresar honestamente los silencios que escondemos y se camuflan en charlas superficiales.
Es así cómo con el término japonés mizuko, con el que se honra a los niños que no nacieron, también se rinde tributo a la literatura, a la palabra, a aquella que permite que fluyan los desgarros y vacíos que el tiempo enseña a callar, pero que la letra impresa permite develar.