Bienvenida a casa

EDICIÓN 486

Lucia Berlin
Alfaguara, Barcelona, 2019

Injusticia aquella de ser reconocida después de muerta. Es lo que aconteció con Lucia Berlin (Alaska, 1936), quien hubiera podido solventar sus urgencias económicas de entonces con la actual publicación masiva de sus libros en varios idiomas y con una crítica por demás favorable.

Lucia se obsesionó con convertirse en escritora, pero murió con la certeza de que su empeño había sido infructuoso. Alcohólica, hija de alcohólica, tal vez apaciguó así los tormentosos años de sus fallidas relaciones amorosas, a cargo de cuatro hijos que le demandaron aceptar oficios variopintos.

Basó sus relatos en episodios reales, sin inventar casi nada. Lo suyo podría calificarse de autoverdad, si bien el término no existe. En sus relatos y cartas recrea lo cotidiano, pero hecho literatura, lo que termina por cautivar al lector.

En este libro sus referencias a la infancia en diferentes campamentos mineros del noroeste de su país, a su adolescencia en Santiago de Chile y a las posteriores locaciones domiciliarias en Estados Unidos, nos transportan —con una prosa cercana y una fuerte influencia de su contemporáneo Raymond Carver— al decadente universo norteamericano.

Bienvenida a casa resulta en un acercamiento a su persona. Ella se describe como una optimista irremediable y aquello se traduce en alegría frente al desastre, una forma de enfrentar los desafíos con una actitud nada compatible con su alcoholismo ni con una escoliosis que terminó devastando su cuerpo hasta sucumbir, a los 68 años, en el garaje de uno de sus hijos en Los Ángeles, su última vivienda.

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