
Manuel Vilas
Planeta, España, 2020
Manuel Vilas es un huérfano de cincuenta años. Así lo definió Héctor Abad Faciolince. Y es que el poeta y narrador aragonés, luego de varias novelas algo excéntricas para el medio, alcanzó el reconocimiento internacional con Ordesa, una novela escrita en memoria de sus padres, un vendedor ambulante y un ama de casa de lo que podríamos llamar “la España profunda”.
Alegría es una especie de continuación de esa obra, en la que, por un lado, documenta los efectos del éxito de Ordesa en su vida: viajes por el mundo, hoteles de lujo y encuentros insólitos con lectores; mientras, por otro, no puede dejar de evocar a sus fantasmas tutelares —los memorables Bach y Wagner de la obra anterior— y lo que hubieran pensado de su vida actual, sobre todo, de las revelaciones que hizo sobre ellos.
En Alegría cobran mayor presencia los dos hijos de Vilas de su primer matrimonio (también con nombres de compositores), con quienes tiene una relación fragmentaria, y su actual esposa Mo(zart). Estamos pues, metidos de lleno en los terrenos de la autoficción. Pero lo que en Ordesa era novedad y poesía —la elegía de unos padres en un mundo primigenio— acá se vuelve repetitivo y cansino, sobre todo cuando el autor utiliza el recuerdo de sus padres para lamentarse de sus fracasos actuales.
A pesar de la casi total ausencia de trama, Alegría tiene buenos momentos, como cuando Vilas describe su vida en Estados Unidos —acompañando a su segunda mujer, sin hablar una palabra de inglés— y elabora teorías sobre la compleja idiosincrasia española.
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