Diners 462 – noviembre 2020.
Texto y fotografías David Coral
En 1880 el explorador Edward Whymper llegó al Ecuador para realizar investigaciones científicas y en paralelo logró escalar las cimas de las montañas más altas del país. Esta es la historia de su travesía y del recuerdo que dejó.

Hace 140 años, el hombre que había escalado hasta la cumbre de casi todas las altas montañas del Ecuador por primera vez cerraba su exploración de los Andes de este país con un segundo ascenso al Chimborazo. Cuando Whymper se encontraba en la cima, como si la naturaleza le hiciera un homenaje, el Cotopaxi lanzó una bocanada de humo que se esparció por el cielo varios kilómetros a la redonda. La ceniza llegó al Chimborazo y cubrió su cúpula blanca hasta volverla un campo árido. “Vimos un sol verde y manchas grises en lo alto del cielo, que cambiaban a un color rojo sangre y un instante después al del bronce brillante. No hay palabras que puedan expresar la apariencia de estos extraños colores que aparecían un momento y desaparecían enseguida”, escribiría años después el explorador y autor de Travels amongst the great Andes of the Equator, uno de los libros más bellos que se hayan publicado sobre este país.
Whymper había desembarcado en el puerto de Guayaquil seis meses antes con el propósito de estudiar, en los Andes ecuatorianos, los efectos nocivos que produce la altitud en el cuerpo humano, pero sobre todo motivado por escalar el Chimborazo, una de las montañas más bellas del mundo, y así ser la primera persona en alcanzar su cima. No era un objetivo menor. Dos importantes exploradores ya habían fracasado previamente: ni más ni menos que Alexander Von Humboldt en 1802, y el científico francés Jean Baptiste Boussingault en 1830. A Humboldt, uno de los hombres más influyentes del siglo XIX, se le debía en buena parte la fama que había adquirido el Chimborazo en el mundo occidental. Su fascinación estaba justificada, pues fue durante el ascenso a este nevado que experimentó una suerte de revelación en la que las observaciones de sus viajes pasados se juntaron y dieron origen a una forma de entender el mundo, por entonces, revolucionaria: que la naturaleza era una fuerza global y todo en ella estaba entrelazado.
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