Por María Belén Arteaga.
Edición 443 – abril 2019.
Una de cada ocho personas en el mundo presenta alguna alergia, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Libro blanco sobre alergia de la Organización Mundial de Alergias (WAO, por su sigla en inglés). Las alergias son una enfermedad que va en aumento y son tratadas como un serio problema mundial de salud pública. Tienen que ver con el asma, la rinitis (alergias respiratorias); las alergias a medicamentos, alimentos, picaduras de insectos; eczema, urticaria y angioedema (alergias de la piel). A pesar de su aumento, incluso en los países más desarrollados, los servicios para pacientes con enfermedades alérgicas son aún deficientes.
¿Qué pasa en el Ecuador?
Según el presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Alergia, Asma e Inmunología (Seaai), Sergio Barba, en el Ecuador 10% de su población, en algún momento de su vida, presenta alergias gastrointestinales; es decir, 1600 000 personas. Aclara que este es un dato obtenido con especialistas privados pues no existe un registro público, y explica que este tipo de alergias empieza cuando el intestino, que entra en contacto con el ambiente a través de los alimentos, desconoce alguno de sus componentes; entonces, nuestro sistema inmune se manifiesta de formas muy notorias: vómito, salpullido, cierre de las vías respiratorias, entre otras, para mostrar el rechazo a lo que estamos consumiendo.
De acuerdo con el especialista, las alergias son más frecuentes en el primer año de vida cuando el infante se separa del seno materno. “La OMS establece que el niño reciba leche matera durante sus cuatro primeros meses de vida para disminuir la incidencia de problemas alérgicos y pasado este tiempo es recomendable hidrolizar las proteínas de los alimentos para que no lastimen el intestino de los pequeños”.
Por esta razón las madres, con la sabiduría heredada de generación en generación, empiezan a darle al niño gotitas de leche de vaca, gotitas de jugo de naranja, miguitas de pan, etc. con el fin de ver la reacción del niño ante ciertos alimentos. Lo aconsejable es que sus alimentos siempre sean preparados en casa y no en restaurantes.
Sin embargo, esta práctica es cada vez menos frecuente. De acuerdo con la última Encuesta de Salud y Nutrición del Ecuador (Ensanut), realizada en 2013, la lactancia exclusiva no se hace a satisfacción porque cada vez hay menos madres que cumplen el período de lactancia y, en ese tiempo, ya ofrecen al niño otro tipo de alimentos; en muchos casos, bebidas azucaradas con preservantes o químicos como la leche de fórmula. Esto ocurre a nivel mundial y es un hábito muy nocivo para la salud del infante.
Para tener una idea, actualmente diecisiete millones de europeos sufren algún tipo de alergia relacionada con la comida, según la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica. De ellos, 3,5 millones tienen menos de veinticinco años, según un reportaje de diario El País.
Las alergias se presentan en cualquier momento de la vida
Mateo Ruiz tomó leche materna hasta sus seis meses de edad y su madre le suministró todos los cuidados necesarios en sus primeros años de vida. Sin embargo, cuando empezó a ir a la guardería y los niños hacían sus fiestas de cumpleaños Mateo se ponía muy mal, sus manos y boca se hinchaban y enronchaban. Entonces, su madre lo llevó a la alergóloga Beatriz León. La especialista en niños realizó múltiples pruebas hasta determinar que el pequeño tenía una alergia al colorante rojo 4, que está en algunos caramelos y especialmente chupetes. Cuando la madre de Mateo identificó cuál era el causante, avisó de esto al centro escolar, familiares y amigos, con el fin de que Mateo no entrara en contacto con comidas o gaseosas de ese color. “Es impresionante cómo los niños aprenden a evitar y a preguntar a quienes les ofrecen alimentos si es que contienen aquello que les causa daño”, señala León.
Aunque las alergias son más frecuentes en niños, pueden desencadenarse a cualquier edad: todos nacemos potencialmente alérgicos, más aún si uno de los padres presenta alergias, pues somos más propensos por herencia genética. Este es el caso de Alexsa Rodríguez, de veintinueve años, que cinco años atrás descubrió que era alérgica al camarón.
“Mis padres son de la Costa y toda la vida comí camarón, es más, me encantaba y un día, como de costumbre, fui a una marisquería de Quito y ordené un cebiche de camarón. Al terminar de ingerir el alimento y salir del local, empecé a toser y a sentir ardor en mi garganta y estómago. En ese momento mi novio me dijo que mi rostro estaba muy rojo y que se formaban ronchas en la frente. Tomamos un taxi a emergencias de la clínica más cercana pues la respiración se me empezó a dificultar”, cuenta.
Al llegar, le administraron un suero y le dijeron que se estaba desencadenando un shock anafiláctico en su organismo debido a una reacción alérgica. No supo entender cómo había ocurrido, si toda su vida había comido camarón. Lo suspendió y no probó más. Sin embargo, años más tarde, al probar un cebiche de pescado le produjo síntomas parecidos, más tarde se enteró de que había sido preparado en agua de camarón.
Según el doctor Barba, bastan partículas del alimento al que la persona es alérgica para que se desencadene una reacción y eso sucede porque nuestras células tienen memoria genética y basta que, como en el ejemplo anterior, una pequeña parte de camarón haya estado alterada o mal conservada para generar una reacción alérgica debido a que desconocen determinada partícula, y aunque en una próxima vez la persona ingiera un camarón en buen estado, el organismo lo identificará como un elemento extraño y activará el sistema inmune. La mala conservación de ciertos alimentos o medicamentos influye en gran medida para desencadenar alergias. “Ese es un caso frecuente que se da en los alérgicos a la penicilina, a quienes seguramente les administraron un medicamento mal conservado”, señala Barba.
“En contra de la opinión de mucha gente que desconoce la ciencia médica, no es algo que se haya puesto de moda, muy al contrario, es un problema de salud pública, principalmente en los países desarrollados, y su incidencia aumentará a medio y largo plazo y afecta a todas las edades de la vida, desde la infancia a la senectud, si bien es más prevalente en la infancia y juventud”.
Fuente: www.abc.es
No es lo mismo alergia que intolerancia
Aunque los síntomas son muy parecidos, no es lo mismo ser alérgico que ser intolerante a ciertos componentes de los alimentos; la diferencia principal es que en el caso de las intolerancias no interviene el sistema inmune (que normalmente lucha contra las infecciones), pero sí se lastima el sistema digestivo porque la persona no puede digerir correctamente los componentes de determinado alimento. Por ejemplo, la lactosa de la leche, que es un compuesto formado por glucosa y galactosa y para procesarla nuestro metabolismo necesita una enzima llamada lactasa para conseguir que ambas moléculas se separen y poderlas absorber por separado. Sin embargo, si por un error metabólico no tenemos lactasa, la lactosa no puede digerirse y se forma en el intestino algo parecido a una bola, ideal para las bacterias, originando síntomas típicos: náuseas, hinchazón abdominal, diarrea, etc.
Aunque tanto las intolerancias como las alergias son indeseables en los pacientes, en el corto plazo las alergias son más peligrosas ya que, incluso, pueden provocar la muerte. Por lo tanto, un diagnóstico a tiempo es fundamental.
Carolina Martínez, de 33 años, pensó que padecía de enfermedad celíaca. Visitó un especialista quien le realizó varios exámenes de sangre, contrastes, endoscopia, colonoscopia, entre otros; finalmente le dijo que no era alérgica pero sí intolerante al gluten. “El doctor me dijo que estaba generando intolerancia al gluten y que debo cuidarme para no llegar a ser celíaca. Mi reto fue cambiar mi forma de alimentarme. Ahora consumo más frutas y verduras y trato de no comer fuera de casa pues hay pocos lugares en la ciudad que ofrecen comida libre de gluten”.
La intolerancia a la lactosa es frecuente que aparezca en edades avanzadas, “ya que la cantidad de lactasa en la mucosa intestinal va disminuyendo con la edad”. Es importante recalcar que la intolerancia a la lactosa no es lo mismo que la alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV), a pesar de que ambas tienen su origen en la leche. La APLV es una reacción del sistema inmunitario a la proteína de la leche, mientras que la intolerancia a la lactosa se produce por no poder absorber correctamente la lactosa.
Fuente: www.lanacion.com
Tratamientos para las alergias
En cuanto a los tratamientos, existen básicamente dos: el primero consiste en evitar entrar en contacto con el alimento que le causa daño y consultar con un especialista para que vaya desensibilizando al organismo. En Estados Unidos, por ejemplo, ya existen parches desensibilizadores de maní, con muy buenos resultados. El segundo tratamiento, en caso de que el paciente ya haya ingerido, por descuido o confusión, el alimento que le produce alergia y presente un shock anafiláctico, consiste en inyectarle inmediatamente adrenalina/epinefrina para activar las defensas de su organismo, porque, si no se trata en los primeros treinta minutos, puede causarle la muerte.
Congreso en Ecuador
Del 6 al 9 de febrero se realizó el XV Congreso Nacional de Alergología, Asma e Inmunología, con un promedio de 60 asistentes diarios. Estuvo patrocinado por distintas organizaciones como la Organización Mundial de Alergia (WAO), el Colegio Americano de Alergia, Asma e Inmunología (Acaai), el Comité de Programas para las Sociedades de Países Emergentes (ESP) y la Escuela de Entrenamiento en Alergias (WATS).
Sus conclusiones determinaron que en nuestro país las alergias se presentan de acuerdo al siguiente orden:
- Respiratorias: especialmente rinitis y asma bronquial.
- Cutáneas: a la cabeza de las cuales se encuentra la dermatitis atópica o eczema.
- Alergias alimentarias: que han desplazado al cuarto lugar a la alergia medicamentosa, especialmente en niños.
- Alergias medicamentosas.
De acuerdo a los expertos, el Ecuador, al igual que otros países de Latinoamérica, presenta prevalencias importantes de enfermedades alérgicas como se comprobó en los estudios International Study of Allergy and Asthma in Children (Isaac) realizados la primera década del presente siglo.
“Enfermedades como la desnutrición, las infecciones respiratorias, las gastrointestinales, los traumatismos accidentales ocupan mayor tiempo y recursos sanitarios que la rinitis, el asma y el eczema atópico que, si bien no son mortales, son altamente incapacitantes y atentan seriamente en la calidad de vida de uno de cada tres ecuatorianos. Los recursos económicos que se emplean para tratarlos no han podido ser calculados”, señaló finalmente el doctor Barba.