La presión y el discurso sobre la lactancia materna exclusiva pueden resultar perversos para muchas mujeres. Para mí lo fue y para otras también, aunque no hablemos de ello.
Como a tantas otras madres primerizas, la gente me llenó de comentarios y sugerencias desde el primer día de mi embarazo. Los consejos decían desde qué debía comer hasta cómo vestir a mi bebé cuando naciera. Pero lo que más opiniones sumaba era el asunto de mi lactancia. “¿Le vas a dar pecho?”, “¿te estás preparando los pezones?”, “ojalá tengas leche”, “tienes que darle de lactar”. En un inicio este tipo de advertencias no me molestaban. Estaba segura de que quería dar el pecho y me preparé para eso. Fui a clases prenatales, vi videos, leí muchísimo en internet sobre el agarre adecuado del bebé, la subida de la leche, el calostro. ¡Estaba lista!
Cuando nació mi bebé la enfermera me mostró cómo sostener mi teta y en ese momento funcionó. Mi hija tomó y me felicitaron. Pero al cabo de una hora volvió a llorar con hambre. Fue entonces cuando comencé a dudar de mí, de mi leche, de mi capacidad para dar pecho. No podía dormir por la preocupación. Me dio migraña y tuvimos que mandar a la bebé a neonatología para que yo pudiera descansar. Le dieron biberón con fórmula y durmió. A mí me pusieron analgésicos fuertes y también me dormí. Al día siguiente, mi hija y yo estábamos mucho mejor.
Pero, así como llegó el sentimiento de alivio tras las horas de sueño, también surgieron los cuestionamientos. “¿No puedes darle de lactar?”, me dijo una persona. Y continuó: “perdón que me meta, pero debes darle de lactar”. Otra me preguntaba si no tenía suficiente leche y criticaba que le hayamos introducido el biberón “tan pronto”.
Nadie se detuvo a pensar en mí, en que estaba con migraña y que eso puede ser incapacitante. En que mi salud y mi bienestar eran también importantes. Porque para la sociedad, hoy por hoy, no dar pecho y dar fórmula a tu bebé es sinónimo de vagancia, fracaso y de ser mala madre. Así me comencé a sentir.
“Breast is Best”
El estigma sobre la fórmula y quienes no quieren dar de lactar a sus hijos es reciente. Entre 1940 y 1950 la leche infantil alcanzó su mayor popularidad y aceptación como sustituto de la leche materna por médicos y consumidores. Así, la lactancia materna experimentó un descenso constante hasta los años setenta.
Al mismo tiempo, la industria que comercializaba este producto impulsó campañas publicitarias agresivas para imponerse en todos los mercados del mundo. Incluso en los países en vías de desarrollo donde los padres no siempre tenían acceso fiable a agua potable limpia. Esto acabó causando la muerte de muchos niños por inanición o malnutrición.
Como respuesta a esa situación, en 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) promovió su campaña Breast is Best o Lo mejor es dar el pecho. El organismo recomendaba la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses. Con esta campaña, la leche de fórmula pasó de ser un producto con gran acogida a ser denigrado. Por lo tanto, los padres que la utilizaban eran considerados ignorantes y quemeimportistas.

No pretendo promover una idea opuesta a que la lactancia materna es un alimento óptimo para un bebé. La ciencia ha demostrado que es una excelente fuente de nutrición y de anticuerpos. Pero la frase “lo mejor es dar el pecho” también infiere que, si se opta por la fórmula, no se le está dando “lo mejor”. Es un juicio con el que ninguna madre quiere cargar.
Las presunciones sobre la lactancia materna exclusiva afectan a mujeres alrededor del mundo todos los días. Pero pocas lo verbalizan. De hecho, hay varios estudios publicados en la National Library of Medicine de Estados Unidos que han establecido un enlace directo entre la lactancia materna y la depresión posparto. En un inicio los profesionales médicos pensaban que había una relación causa-efecto muy clara: la depresión disminuye el tiempo de lactancia de la madre. Sin embargo, ahora se ha demostrado que algo más ocurre: el sentimiento de fracaso con la lactancia incrementa el riesgo de la depresión posparto. Y eso es lo que me pasó.
Posparto
No creo que únicamente la difícil experiencia de la lactancia causó mi depresión posparto. Los primeros días después de mi cesárea fueron de malas noches, cansancio acumulado, dolor muscular y malestar por la herida. Me estaba recuperando de una cirugía y, al mismo tiempo, cuidando de un ser vivo que dependía totalmente de mí para alimentarse. Tenía el apoyo de mi pareja. Pero siempre hay más trabajo para las madres.
Durante esos primeros días, darle pecho a mi bebé era mi prioridad. No importaba si estaba exhausta y adolorida. La cargaba en brazos mientras lloraba y trataba de aplicar lo que las asesoras de lactancia me habían dicho. “Tu leche es suficiente”, me decían. Pero mi bebé se quedaba con hambre y cada vez que le dábamos fórmula para que se llenara me sentía miserable. Si no podía alimentarla, ¿para qué servía? ¿Qué tipo de madre era?
Entré en una espiral de ansiedad, llanto y angustia. Hablé con mi psicóloga y ella me preguntó: “¿Qué es lo que hace que te cause tanto conflicto darle biberón o fórmula?”. Le dije que no sabía pero que con tan solo pensarlo me sentía miserable, inútil, un fracaso. Entonces me ordenó una prescripción: hacer lactancia mixta. Es decir, a veces darle pecho y otras biberón con fórmula. Lo acepté, pero la idea no me convencía del todo.
Me obsesioné con mejorar el agarre de mi bebé para que comiera mejor, me puse a ver videos y a consultar con asesoras de lactancia. En medio de esto mi bebé comenzó a rechazar tomar de mí. Lloraba a mares y pegaba unos gritos monumentales cuando la acercaba a mi teta. Tuvimos que darle biberón con leche que comencé a extraerme. Conectada al extractor varias veces al día y, mientras lo hacía, pensaba en que no estaba logrando cumplir con ese rol de madre lactante que tanto había añorado, ese rol que la sociedad esperaba de mí. Había fallado al mandato de darle el pecho que es también patriarcal, porque nos quita la libertad de decidir cómo alimentar a nuestros bebés.
Soledad e incomprensión. El exceso de información y mis constantes búsquedas en internet no ayudaron. Pensaba por qué a otras mujeres les salía tan fácil. Pero así como encontré casos con una lactancia magnífica, también di con testimonios como el mío, de verdaderas guerreras que, después de muchos meses de terror, habían llegado a una conclusión: lo más importante es que el bebé coma. No importa cómo. Y tenían razón.
Fed is Best
La Fed is Best Foundation o Fundación Alimentado es Mejor fue creada en 2016 por la doctora de urgencias Christie del Castillo-Hegyi y la consultora de lactancia Jody Segrave-Daly. Su misión principal es promover una lactancia segura y apoyar la alimentación con biberón. Esperan ser un contrapeso a la campaña de décadas Lo mejor es el pecho” porque el hijo de del Castillo-Hegyi sufrió de ictericia neonatal, hipoglucemia y deshidratación grave debido a la insuficiente ingesta de leche de lactancia materna exclusiva los primeros días de vida.
No es un caso aislado. En Estados Unidos, uno de cada 71 recién nacidos con lactancia materna exclusiva son readmitidos en el hospital por complicaciones relacionadas a no recibir suficiente leche materna. Y no, esto no es culpa de las madres. Es causado por un dogma que ha elegido ignorar que entre 22 y 44 % de las madres experimentan un retraso en la producción de leche por tres días o más después del parto. La presión sobre la lactancia materna exclusiva pone a las madres en una situación imposible y, sin quererlo, pone en riesgo a sus bebés.
Que quede algo claro: la campaña Fed is Best no está en contra de la lactancia materna. Lo que busca es quitar ese tremendo peso sobre las madres. Quiere concienciar sobre el hecho de que lo más importante es el amor, la nutrición y el cuidado del bebé. Fue algo que me costó aceptar pero que de a poco fui entendiendo. Lo importante no es cómo decida alimentar a mi hija, sino que en el proceso ella tenga una madre feliz, presente, amorosa y sin estrés.
Claro que no ha sido fácil. La vergüenza de darle fórmula y no pecho es algo que difícilmente se va. Todo a su tiempo. Mientras tanto, decidí abrazar el frasco de leche y los biberones. Si cogía mi teta, bien; si no, ahí estaba todo listo para preparar su alimento. Al final del día, lo mejor para mi bebé soy yo.