Por Fernando Larenas.
Fotografías: Shutterstock.
Edición 460 – septiembre 2020.
Georges Bizet (1838-1875), considerado entre los grandes del período romántico de la música, no tuvo tiempo para ver el éxito de una de sus óperas más célebres que ha recorrido todos los escenarios del mundo: Carmen. Murió a los tres meses del estreno de su mayor creación y solo alcanzó a tragar la amargura de la despiadada crítica, que entonces la calificaba de grotesca y obscena.
Pero si Bizet se hubiese enterado de los elogios que años más tarde haría el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900), tal vez jamás hubiera dicho “Hoy en día, para tener éxito, hay que estar muerto o ser alemán”. Era la época en la que en materia de ópera los dueños del oligopolio eran, en mayor medida, Verdi y Wagner.
Siempre quedará la duda de si el elogio del filósofo alemán —que también quiso ser músico y que tocaba algunos instrumentos— fue justo o se debió a su relación visceral con el músico alemán Richard Wagner, el mayor compositor de óperas a partir de la mitad del siglo XIX. Bizet solo vivió 37 años, tampoco conoció las alabanzas de Tchaikovsky y de Sigmund Freud.

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