Por Sandra Yépez Ríos.
Edición 460 – septiembre 2020.

Brasil es el segundo país más afectado por el coronavirus en el mundo. Ante la crisis, su presidente ha escogido convertirse en el adalid de la confusión.
Para llegar a Paranoá, una empobrecida ciudadela a las afueras de Brasilia, es preciso atravesar el lago del mismo nombre. Para muchos de quienes viven ahí, la capital es su principal centro de trabajo y, por tanto, cruzar el lago es cosa de todos los días.
Paranoá es un lugar tumultuoso y desatendido. No es de los sitios más peligrosos por aquí, pero es suficientemente inseguro como para que los taxistas se lo piensen dos veces antes de ir ahí después de las 18:00.
En Paranoá el número de casos de coronavirus es alto, lo es igual en la mayoría de las ciudades satélites, como se les llama a todas aquellas que circundan la capital brasileña. Sería mejor quedarse en casa, pero para los miles de conserjes, empleadas, guardias, dependientas, choferes o niñeras que viven en Paranoá y trabajan en Brasilia, no existe la opción del teletrabajo.
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