Diners 465 – Febrero 2021.
Por Fernando Larenas

Pocas horas antes de un concierto en Nueva York le dijo a su empresario que no podía tocar, que no sentía sus dedos ni sus manos, no aguantaba el leve peso del arco de su violonchelo, prácticamente no sentía nada de su cuerpo; nadie en ese instante sabía que ocurría con Jacqueline du Pré, nadie sospechaba que se le había declarado una esclerosis múltiple (EM).
Ocurrió durante el período en el cual había alcanzado la fama de ser la mayor chelista del mundo, solo comparada con dos grandes monstruos de ese instrumento: Pau Casals y Mstislav Rostropovich. Du Pré, nacida en Oxford el 26 de enero de 1945, fue la primera esposa del pianista y director de orquesta argentino-israelí-palestino-español Daniel Barenboim.
A los veintiocho años, después de la confirmación de la enfermedad, decidió retirarse de la música y de los escenarios. Murió en Londres el 19 de octubre de 1987, a los 42 años de edad, lo cual dejó un vacío enorme en las orquestas que siempre la buscaban para que interpretara música para violonchelo.
La enfermedad ataca al sistema inmunológico, afecta al cerebro y a la médula espinal, es decir, a todo el sistema nervioso central. Los síntomas son diferentes en la mayoría de los casos, pero los más comunes son la pérdida temporal de la visión, dolor, fatiga, etc. Du Pré no tenía fuerzas ni para cerrar el estuche de su Stradivarius.
Tenía cuatro años cuando por primera vez escuchó el sonido de ese instrumento de cuerdas en una radio y le dijo a su madre, que era una gran conocedora de la música: “Yo quiero tener un violonchelo”.
Su madre le dio las primeras lecciones de música, luego le pusieron un profesor particular y empezó a estudiar en academias. No pasaron muchos años para que le regalaran su primer violonchelo y entre los diez y los doce años ya dominaba el instrumento hasta que se convirtió en una importante concertista.
Poco después de cumplir los doce años, la calidad de sus interpretaciones con el chelo era de un virtuosismo admirable, eso la motivó a participar en su primer concierto en la BBC de Londres, según se destaca en Mujeres notables, que investiga y difunde la trayectoria de las mujeres, especialmente en el ámbito de la cultura.
La misma fuente anota que, tras sus estudios en Londres, continuó su perfeccionamiento con el maestro Paul Tortelier en París, después con Rostropóvich en Rusia y también con Casals en Suiza.
Considerado como el hermano mayor del violín y de la viola, el violonchelo tiene un sonido mágico y versátil, tal como lo definen algunos músicos. El famoso violinista Yehudi Menuhin opinaba que el violonchelo, cello o chelo “es capaz de llegar a nuestros sentimientos de una manera profunda”.
En la música orquestal o en la de cámara suele estar presente este maravilloso instrumento. La mayoría de compositores, especialmente durante el período romántico de la música, escribía conciertos para piano, violín, incluso para algunos instrumentos de viento.
También componían obras para violonchelo y violín, como el “Doble concierto” de Brahms, incluso algunas obras tan maravillosas como el “Triple concierto para piano, violín y violonchelo” de Ludwig van Beethoven.
Si bien Du Pré grabó y tocó muchas obras en las que el chelo tiene una participación importante, hay dos composiciones que ratifican el virtuosismo de la música inglesa: el “Concierto en mi menor opus 85” de Edward Elgar, y el “Concierto en si menor opus 104” de Antonín Dvorák.
De toda Europa pedían la presencia de Du Pré cuando alguna de esas obras constaba en los repertorios. Su consagración musical la alcanzó a los veinte años, en 1965, cuando interpretó el “Concierto para chelo” de Elgar junto a la Orquesta Sinfónica de Londres, una de las mejores del mundo, con la dirección entonces de John Barbirolli.
“Como música era extraordinaria en el sentido en que controlaba su instrumento por completo; tenía una sensibilidad y una comprensión instintiva de la música, como muy pocos tienen, por eso podía hacer cada actuación musical tan vívida que tenías la sensación de que estaba inventando la música en ese momento”.
Así se expresaba Daniel Barenboim en el documental de Allegro Films ¿Quién fue Jacqueline du Pré?, que recoge los más importantes testimonios de quienes la conocieron o la dirigieron, tal el caso del famoso director Zubin Mehta.
Barenboim anota que ella “era incapaz de tocar notas musicales de manera mecánica”, incapaz, como se dice, de “poner el piloto automático”, colocar el arco en las cuerdas y tocar el violonchelo mientras se lee el London Times. No. Algunos se enorgullecen de poder hacer eso, su personalidad no era así en absoluto y por eso “su música tenía una cualidad conversacional para ella”, explica el creador de la West-Eastern Divan Orchestra.
Se conoció con el pianista argentino-israelí en 1966 y al año siguiente se casaron, pero primero Du Pré se tuvo que convertir al judaísmo y vivieron un par de años en Israel. Formaban entonces una de las mejores parejas musicales: Barenboim al piano y Du Pré en el violonchelo. Un sector de la prensa europea llegó a comparar a la pareja con aquella que formaron en su época Clara y Robert Schumann en Alemania.
El pianista argentino se refería a Du Pré como la Smiley (Sonrisas) debido a su carácter suave, discreto y siempre con una sonrisa, tanto en los ensayos como en las presentaciones oficiales en los más importantes escenarios del mundo.
Harold Shaw, empresario y representante de músicos, entre ellos de Barenboim, Vladimir Horowitz, Jacqueline du Pré, entre otros importantes de mediados del siglo XX, explica en el documental la experiencia que vivió al enterarse de que la chelista no estaba en condiciones de presentarse en un concierto con la Filarmónica de Nueva York, tal como estaba anunciado y promocionado.
“Cuando hizo los cuatro conciertos yo había acordado encontrarme con ellos (los músicos) en su suite del hotel Plaza, en la mañana del cuarto concierto. Jacqueline estaba en la habitación practicando un poco. Salió y dijo: “No puedo tocar en el concierto de hoy, tendrás que cancelarlo”. Pregunté qué pasaba y respondió: “No siento nada en las manos, en los dedos… Yo había vivido la experiencia de un amigo con EM y pedí que le hicieran la prueba, esto no es un problema psicológico, he vivido la enfermedad y siento que esta es una situación similar”, narra Shaw en el documental.
Du Pré mantenía una profunda amistad con los músicos Itzhak Perlman, Zubin Mehta y Pinchas Zukerman. Su matrimonio con Daniel Barenboim inspiró también una película de Christopher Nupen. Por su origen, los músicos se autodenominaban “la mafia musical judía”.
Las mejores grabaciones que se conservan de Jacqueline du Pré son:
• Concierto para chelo de Dvorák, con la Orquesta Sinfónica de la Radio Sueca y la dirección de Sergiu Celibidache.
• Concierto para chelo de Edward Elgar, con la Orquesta Sinfónica de Londres y la dirección de John Barbirolli.
• Sonatas para chelo y piano 1 y 2 de Johannes Brahms, con Daniel Barenboim al piano.
• Sonatas para chelo y piano 3 y 5 de Beethoven, con Stephen Kovacevich al piano.
La incidencia mundial de la EM
Entre las personalidades mundiales que murieron por causa de la EM constan el físico y astrónomo francés León Foucault (1819-1868), el creador del famoso péndulo mediante el cual demostró la rotación de la Tierra; el padre de Michelle Obama también la padeció, y Santos Dumont, el pionero de la aviación brasileña.
Según la prestigiosa clínica Mayo, la EM aún no tiene una cura definitiva, no obstante algunos tratamientos ayudan a acelerar la recuperación de los ataques, cambiar el curso de la enfermedad y controlar los síntomas.
La misma fuente destaca algunos de los síntomas que de acuerdo con estadísticas mundiales afecta en un mayor número a mujeres y que su aparición, por lo general, ocurre entre los veinte y cuarenta años de edad, y se manifiesta así:
• Entumecimiento o debilidad en una o más extremidades que se produce típicamente en un lado del cuerpo a la vez, o en las piernas y el tronco.
• Sensaciones de choques eléctricos que se manifiestan con ciertos movimientos del cuello, en especial, al inclinarlo hacia adelante (signo de Lhermitte).
• Temblores, falta de coordinación o marcha inestable.
• Problemas de visión frecuentes, incluidos pérdida de visión parcial o completa, por lo general, en un ojo, a menudo con dolor al mover el ojo, visión doble prolongada, borrosa.


Según la investigación de la clínica Mayo, los europeos del norte, canadienses y estadounidenses son más proclives a enfermarse de EM; no así los descendientes de asiáticos, africanos o indígenas de Estados Unidos.
El 30 de mayo fue declarado el Día Mundial de la EM y de acuerdo con la estadística entre 1,5 y 2 millones de personas sufren la enfermedad. En Latinoamérica afecta a alrededor de cincuenta mil personas y, por ejemplo en Colombia, se presentan cuatro casos por cada cien mil habitantes.
La prevalencia mundial es de entre diez y catorce por cada cien mil habitantes, en tanto que en el Ecuador es mucho menos, entre 0,88 y 4,5 por cien mil.
En el caso ecuatoriano la fatiga/astenia es menos frecuente en los pacientes, así como la incontinencia urinaria y el estreñimiento; también los diagnosticados con EM en nuestro país presentan menos alteraciones cognitivas, señala el endocrinólogo e investigador Víctor Pacheco, basado en investigaciones de la patología realizadas por neurólogos ecuatorianos.
Mientras la ciencia continúa los estudios para tratar de hallar alguna solución definitiva, varios ensayos clínicos confirman la eficacia de la música para mejorar el estado de ánimo y la depresión que causa la EM, afirma el doctor Pacheco, autor del libro Bioética quitensis.
La musicoterapia, se ha comprobado, mejora el estado de ánimo no solo para las personas que padecen EM, también a quienes sufren Parkinson u otro trastorno neuronal. En la música sugerida aparecen algunos cantos gregorianos, conciertos para violín de Mozart, la música barroca lenta como, por ejemplo, la de Vivaldi.
Y también la que fue denominada como música impresionista, una tendencia que nació en Francia a finales del siglo XIX y que tiene como sus mayores representantes a Claude Debussy, Maurice Ravel y Erik Satie.
Debussy explicaba que no existe una teoría sobre la música impresionista: “solo tienes que escucharla”. Es un arte libre, explicaba, sin límites, tal como los elementos viento, cielo y mar.