Por Salvador Izquierdo.
Edición 458 – julio 2020.
Ilustración: Diego Corrales.
Muchas personas se acogieron a las medidas de encierro determinadas por la pandemia, otros grupos decidieron hacer lo contrario. Lo recomendable era quedarse en casa, pero estas personas optaron por marchar, a cielo abierto, con sus pocas pertenencias, a pie, atravesando distancias gigantescas, recorriendo todo tipo de pisos climáticos, yendo a alguna casa lejana o porque ya no tenían una, ni manera de subsistir, expatriados.
Mónica Bustamante los vio sobre la carretera, cerca de Checa, eran unas doce personas, hombres y mujeres jóvenes, niños. Mónica admite haber tenido muchos prejuicios frente a migrantes venezolanos. Los miró, pero por encima de cualquier tipo de resentimiento, se conmovió. Al pasar por la misma carretera poco después, se detuvo en un impulso para entregarles un poco de dinero. Le contaron que venían desde el Perú, vía Guayaquil, que en todos lados los rechazaban, que marchaban de regreso a Venezuela. Preguntaron si había una bomba de gasolina para guarecerse de la lluvia que se veía venir. Mónica les dijo que no estaban cerca, les indicó más o menos por dónde seguir y regresó a su auto.
Contenido exclusivo para usuarios registrados. Regístrate gratis
Puedes leer este contenido gratuito iniciando sesión o creando una cuenta por única vez. Por favor, inicia sesión o crea una cuenta para seguir leyendo.