“La lectura perjudica seriamente a la ignorancia”

Por Carla Maldonado

Busca algún título entre los anaqueles de literatura internacional y nacional. Se pasea por el estrecho pasillo del bus transformado en una pequeña biblioteca. Se detiene y toma un libro. Mira detenidamente la portada, lo abre y sonríe. Se sienta en una grada y empieza a leer.

Erick Encalada prefiere el realismo y los libros antiguos porque “tienen más elegancia”, dice con seguridad. La Catedral, del estadounidense Raymond Carver, encabeza la lista de sus top ten. También le gusta La palabra del mudo, de Julio Ramón Ribeyro. “Me encanta su manera de escribir por su originalidad y el estilo refinado de su prosa”, subraya.

Tiene catorce años, no hace deportes, pero dedica tres horas al día para la pasión de su corta vida: la lectura. Es el “cliente” estrella de BiblioRecreo, una biblioteca montada en un autobús, donado por la Casa de Cultura Ecuatoriana, que está en el ingreso del Centro Comercial El Recreo, al sur de Quito.

Este particular medio de transporte atrae mucho la atención. Es blanco, pero tiene pincelazos azules, verdes, rojos y amarillos, que le dan alegría y rompen la monotonía de una sola cromática.

Hay dos buzones exteriores, como los del correo para echar las cartas, pero para donar libros. Es una idea muy original que invita a regalar cientos de páginas de la memoria o de la imaginación de autores nacionales o internacionales.

El asiento del conductor se usa al revés. Allí está un escritorio, una computadora y la calidez de Sonia Ortega, asistente de la biblioteca, para atender al público.

Cuentos, poesía, novelas, biografías, ensayos, libros en braille y en otros idiomas se exhiben en tres filas de estantes. El cojo Navarrete de Enrique Terán, o Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, o Ulises de James Joyce se mezclan con la novela de “moda” El lobo de Wall Street de Jordan Belfort, o la biografía de Silvia Plath de Linda Wagner.

                En este espacio mínimo y apretado, hay un pequeño universo: 4 000 títulos para una población de 6 000 personas que residen en ese sector de la ciudad.

Este servicio de “lectoría” es una iniciativa de la empresa privada. Son los propietarios de los negocios de ese centro comercial que apostaron por el préstamo de libros para motivar esta pasión. Una pasión que lamentablemente no es como el fútbol, pero tiene el encanto del conocimiento y del descubrimiento. Solo a través de las líneas escritas se puede “volar” por el tiempo y el espacio para crear imágenes, mundos y personajes. “Buscamos el desarrollo del sur de la ciudad, esta biblioteca es parte de nuestra responsabilidad social y no genera ingresos. Es una idea innovadora y un servicio único que le gusta a la gente”, asegura Gilberto Mantilla, presidente de los copropietarios del Centro Comercial El Recreo.

Un aviso en la pared señala “La lectura perjudica seriamente a la ignorancia”; otro dice: “Ya lo leíste, devuélvelo y comparte la experiencia”. Ese es el “espíritu” del bibliobús que fomenta la lectura y confía en los usuarios. En cinco meses de funcionamiento a “prueba”, todos los lectores han devuelto los libros, sin manchas, rayas, hojas arrugadas o maltratadas. “Todos nos decían que los usuarios se quedarán con los libros. Pero este tiempo hemos visto que no es así para nada. Las obras están en perfecto estado”, subraya Marieta Berrezueta, administradora del mall.

Al lado del bus, está una sala de lectura para 40 niños. Tiene mesas y sillas arcoíris, anaqueles con libros de María Fernanda Heredia, Edna Iturralde, Hernán Rodríguez Castelo, Édgar Allan García o Fernando Pessoa, y una ventana de vidrio por la que se mira hacia afuera.

Los residentes del sur de Quito están entusiasmados con el bibliobus. La inscripción cuesta tres dólares y hay más de 500 socios que se llevan los libros a sus casas por quince días, pero pueden solicitar una extensión del plazo de entrega hasta de 45 días. “Incentivo la lectura a mi hijo de doce años. Él se dedica demasiado al clic de la computadora y no lee. Quiero que sueñe y desarrolle el pensamiento. La lectura nos permite imaginarnos el mundo y recrearlo”, dice Ángel Proaño, mientras inscribe en este servicio a Kevin, su primogénito.

 

Experiencia de goce

Los aficionados a la lectura dicen que los libros son un “fetichismo” porque se tocan, huelen y “repasan”. El coordinador de BiblioRecreo, Adriano Valarezo, un acérrimo lector”, sostiene la misma tesis, mientras hojea un libro con pasión o recorre con la mirada el pequeño autobús. “La lectura es una experiencia de goce, es una especie de fetichismo. En este país se lee poco y este servicio da la oportunidad a la gente para llevarse el libro a la casa”, mientras hojea un libro con pasión o recorre con la mirada el pequeño autobús.

En el Ecuador, efectivamente, la lectura no es un hábito ni interesa mucho. Según el Centro Regional para el Fomento del libro en América Latina y El Caribe (Cerlalc), los ecuatorianos leen “medio libro al año”, un pobre porcentaje comparado con otros países: los chilenos leen 5,4 libros por año y los argentinos 4,6, por ejemplo.

Lo más preocupante es que los jóvenes tampoco muestran mucho afecto por los libros. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), ellos dedican tres horas a la semana a esa actividad. Las explicaciones a ese desinterés pueden ser muchas: de “vagar” por las redes sociales a ver la televisión; de comprar DVD porque son más baratos que los libros a salir a con los amigos. Su comportamiento es el resultado de lo que miran en la casa y en la escuela, dicen los expertos.

En este novedoso bus, también hay libros difíciles de conseguir en el mercado local, por ejemplo, La muerte de Virgilio, del autor austríaco Hermann Broch, quien ha sido comparado con Joyce o Mann. O Cincuenta sombras de Grey, de la autora británica E. L. James. Es una novela erótica sobre las sexualidades alternativas, criticada en Inglaterra y Estados Unidos.

El perfil de los lectores afiliados se inclina más por la ciencia ficción y el western que por otros géneros. Se “trastornan” por Los hermanos Sisters, del canadiense Patrick Dewitt, una novela del lejano oeste, picaresca, original y divertida, según la reseña del Boston Globe. “Es una idea original, por eso, vengo del norte hasta el sur de Quito. Me gusta leer, pero no tengo dinero para comprar libros”, señala Valeria Ramos.

Pero los usuarios no son los únicos sonrientes con este servicio. Los proveedores de libros están encantados con la biblioteca sobre ruedas. Ana Fernández, de Librería Española, dice que es “una idea genial y una manera de captar nuevos y más lectores. Es un incentivo, la infraestructura del bus genera otros imaginarios para los niños y adolescentes”. Aaron López de Librería Crisol, que vende libros desde cuatro dólares, señala que hay un “boom de libros juveniles” en el mercado. “Enamoran e hipnotizan por las historias de vida enfocadas en esas edades”, agrega.

El mundo de BiblioRecreo incluye talleres de lectura, diálogos y discusiones con los lectores, club de libros y lanzamientos. “Hacemos pruebas con nuestros lectores, les damos una obra para ‘probar’ y calificar de 1 al 10, y si les gusta, la compramos”, explica Valarezo.

Esta iniciativa es una de las pocas que existe en el país. Un país en el cual leer no es un derecho incluido en la Constitución, tampoco hay una Ley de la Cultura y el Ministerio de Cultura “no tuvo capacidad para gestionar 31,8 millones de dólares de su presupuesto en 2013”, como sostiene el novelista, ensayista y poeta ecuatoriano Iván Égüez en el suplemento de un diario público.

                Égüez señala una contradicción: “El Gobierno de la Revolución Ciudadana ha sido el que mayores recursos ha asignado para la cultura y el que menos logros puede exhibir en ese campo o, al menos, en el del libro y la lectura”.

Una realidad para lamentar porque como decía Jorge Luis Borges “de los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro, todos los demás son extensiones de su cuerpo… solo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.

 

Recuadro

“Hay voluntades que apuestan por los libros y la lectura”

Juana Neira, escritora, directora de Asociación Ecuatoriana del Libro Infantil y Juvenil, Girándula.

—Las estadísticas del INEC señalan que se lee poco en el país (3,3 horas a la semana). ¿Cuáles podrían ser las explicaciones para no leer?

—Efectivamente, el Ecuador es uno de los países que menos lee en Latinoamérica, 0,5 libros al año por habitante, lo cual es absolutamente preocupante. Una de las razones, para que esto ocurra es que no existe una política de Estado que apunte a la promoción de la lectura, no hay una conciencia clara de la importancia de que los ciudadanos lean.

Ocurre algo insólito, los maestros no leen, por lo tanto, no pueden transmitir la pasión por los libros, si para ellos son desconocidos. Lo mismo ocurre con los padres de familia, ellos no tienen relación con los libros y la lectura, entonces, no pueden motivar a sus hijos a que sean buenos lectores, el ejemplo es muy importante.

El Ecuador no cuenta con un Plan Nacional del Libro como otros países de América Latina y Europa. Pero, ¿hay algunos mecanismos para impulsar la lectura o no?

—No existe un Plan Nacional de Lectura, estamos a la cola de muchos países que han apostado por este proyecto. No existe una voluntad política para hacerlo. Acaban de eliminar el Sistema Nacional de Bibliotecas (Sinab), cuya función era crear estos espacios vitales para promover la lectura.

Las bibliotecas públicas prácticamente no existen, no se ha elaborado un proyecto nacional que genere espacios para que los ciudadanos accedan a los libros. Es una necesidad urgente la creación de bibliotecas públicas, la capacitación de bibliotecarios y mediadores de lectura, la capacitación de profesores y maestros que provoquen en sus alumnos la pasión por los libros. Estos mecanismos pueden ser el inicio de una campaña a favor de la lectura, que revierta las cifras antes anotadas.

¿Cuáles son esa iniciativas?

—Desde hace un año y medio, dirijo la Asociación Ecuatoriana del Libro Infantil y Juvenil, Girándula, que es la filial del IBBY en el Ecuador. Nuestra misión fundamental es la promoción y difusión de la literatura infantil y juvenil de nuestro país. Tenemos la IX Maratón del Cuento, Quito una ciudad que lee, lectura en voz alta para niños y jóvenes durante ocho horas seguidas. También estamos organizando el Encuentro Internacional de Mediadores de Lectura: los nuevos Flautistas de Ham, un encuentro para capacitar a maestros, estudiantes, mediadores de lectura, parvularios, bibliotecarios, en el arte de leer a los niños en voz alta. Pero todos los años debemos acudir a las autoridades gubernamentales y a la empresa privada para que auspicien nuestros proyectos, eso se convierte en un trámite engorroso y desgastante, ya que no existe una disposición y una conciencia clara sobre la importancia de leer.

Qué pasa con la producción, comercialización y distribución de los libros en el Ecuador. Hay condiciones para impulsar la lectura?

—Hoy existen muchas publicaciones en nuestro país, todas las semanas se publican libros. Pero la distribución y comercialización se torna complicada, los precios de los libros siguen siendo altos. No existen lectores que puedan beneficiarse de dichos libros.

También existen publicaciones de entidades gubernamentales que no pueden ser comercializadas y terminan embodegadas y finalmente se deterioran y no cumplen su finalidad de ser leídas.

¿Iniciativas como BiblioRecreo son pequeñas y sectorizadas, pero pueden cumplir un rol para mejorar la lectura en el sur de Quito?

Iniciativas como BiblioRecreo en el sur de Quito, los proyectos, los encuentros internacionales que anualmente se organizan en torno a la lectura o la Giranduteca, que es una biblioteca para niños cuyo lema es “Prohibido no tocar”, o la Campaña Nacional Eugenio Espejo por el Libro y la Lectura, son iniciativas que no pueden desaparecer porque son imprescindibles para la promoción de la lectura y llegan a muchos lugares de la ciudad y del país.

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