Por Gonzalo Maldonado Albán
Edición 461-Octubre 2020

A finales del año 1560 unos 300 españoles, acompañados por esclavos negros y cientos de indígenas, se quedaron sin provisiones en el fondo de la selva amazónica. Estaban allí para conquistar El Dorado, un reino fantásticamente rico donde las ciudades estaban hechas de oro. Pedro de Ursúa tenía órdenes de aventurarse río abajo para buscar alimentos. Con él irán Fernando de Guzmán, miembro de la familia real y, como segundo a bordo, Lope de Aguirre, un soldado vasco con una sed despiadada de gloria y de fortuna.
Este viaje mirífico es el punto de partida de Aguirre, la ira de Dios, el filme de Werner Herzog que explora los mecanismos de la ambición desmedida. Y la vegetación feraz de la Amazonía, circundada por ríos interminables, es el escenario perfecto que el cineasta utiliza para graficar la espiral de locura y muerte en que inevitablemente se precipitará este grupo de viajeros enfermos de codicia.
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