La hora de los cuchillos

Edición 462 – noviembre 2020.

Hay muchos intereses geopolíticos y viejos rencores detrás de la guerra entre Armenia y Azerbaiyán.

® Shutterstock.

La tregua, que debía servir para recoger a los muertos y atender a los heridos, fue efímera e inservible: duró menos que las negociaciones —celebradas en Moscú— para acordarla. Dos horas después de empezada, armenios y azeríes ya estaban matándose otra vez, con brío renovado. Ni siquiera hubo tiempo para contar las bajas. Pero lo fugaz de la tregua permitió, al menos, que se supiera con certeza que la disputa por Nagorno Karabaj no tiene solución pacífica y negociada y, por consiguiente, que será resuelta por la fuerza, en esta guerra, la iniciada el domingo 27 de septiembre, o en otra que tarde o temprano estallará. Una guerra que incluso podría volverse regional e involucrar a potencias mayores.

En efecto, dos semanas después de empezada la lucha se sabía ya que mercenarios curtidos en batallas y dotados de armas poderosas —en su mayoría, según parece, reclutados en Siria— estaban en la primera línea de combate bajo el mando de asesores militares sin uniformes ni insignias, que habían llegado al apuro, en vuelos nocturnos y sin registro, provenientes de países con intereses geopolíticos y estratégicos en la región. Y pronto se sabía, además, que ninguno de los escenarios que estudiaban los expertos en la política internacional contemplaba un alto al fuego confiable y duradero, porque todos sospechaban que en el conflicto de Nagorno Karabaj llegó ya la hora de los cuchillos.

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