Por Milagros Aguirre.
Fotografías: cortesía Malba y otros archivos.
Edición 449 – octubre 2019.

Doscientos artistas y 230 obras integran la muestra de aniversario del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, el hermoso Malba. Las obras escogidas son clave para entender el recorrido del arte latinoamericano desde el principio de la modernidad hasta el surgimiento del arte conceptual, con más precisión entre 1900 y 1970, lo que, según los organizadores, “destaca la riqueza artística y cultural del período moderno en América Latina, uno de los mejor representados en la Colección Malba”.
El museo se inauguró en 2001, en un contexto dramático, el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York y una enorme crisis que puso a Argentina en vilo. Pero rápidamente se instaló como un referente por su colección de arte latinoamericano con piezas muy significativas. Hoy, la visita al museo es paso obligado para el turista que recorre la ciudad de Buenos Aires y también para estudiantes y porteños en general.
Victoria Giraudo, curadora de la exposición, explica a Mundo Diners el recorrido de esta exhibición de aniversario: “Queríamos mostrar las piezas más emblemáticas y las más importantes del Malba, que son de ese período: de los inicios del siglo XX hasta inicios de los setenta. Las obras encontradas en este período siguen siendo lo más fuerte del panorama de la historia del arte contemporáneo”.
El Malba quería hacer una variación al recorrido de la exposición permanente, Verboamérica, curada por Pérez Rubio, que tuvo gran acogida. Una exposición rica en contraste y contrapunto entre las distintas épocas, con obras representativas de inicios del modernismo, pero que no fue concebida de manera cronológica.
Esta exposición, en cambio, quiere resaltar las obras más icónicas de la colección, pensando en un público amplio. “Es decir, pasando de las reflexiones más complejas o filosóficas, a la invitación a un público más masivo, niños, adolescentes, a gente que no sabe mucho de artes, o extranjeros que no saben de arte latinoamericano”. En ese sentido, la curaduría encontró que darle un sentido cronológico a la muestra, echando mano de la historia y del contexto, es más didáctico y más atractivo para el público. “Cuando uno se pregunta qué pasó en los años veinte y luego se remite a una obra, empieza a hacer paralelos con su propia región, su propia historia, empieza a ver cosas en común”.
La muestra la integran importantes artistas latinoamericanos: Xul Solar, David Alfaro Siqueiros, Emilio Pettoruti, Rafael Barradas, Pedro Figari, Joaquín Torres-García, Frida Kahlo, Diego Rivera, Wifredo Lam, María Martins, Antonio Berni, Fernando Botero, Hélio Oiticica, Lygia Clark, Lidy Prati, Jesús Rafael Soto, Lucio Fontana, Jorge de la Vega, Alicia Penalba, entre otros.



El paso por París
El recorrido de esta exposición tiene siete núcleos temáticos, lo que hace posible que el espectador arme conexiones. Al entrar a la sala donde se exhiben las primeras vanguardias, se habla de la formación de los artistas latinoamericanos tanto en sus países de origen como las experiencias que muchos de ellos tuvieron en Europa. “No se formaron allí, pero sus viajes nutrieron su creación artística”, dice la curadora y pone como ejemplo el caso de Diego Rivera, que ya había hecho carrera en San Carlos y viajó a Europa no solo a perfeccionarse, sino para ver qué era lo último que estaba pasando, discursos y discusiones del momento, como el mano a mano con Picasso en torno al cubismo.
De esa forma, desde el diálogo, se entiende la construcción de las vanguardias latinoamericanas, artistas cuyas búsquedas están pensadas para hacer una mixtura entre lo que traen de América y lo que está pasando en Europa. De esas mixturas nacen el indigenismo, las reflexiones sobre negritud, los debates sobre la identidad cultural en América Latina. Así vemos Baile de Tehuantepec (1928) de Diego Rivera y trabajos del maestro argentino Antonio Berni como Mercado del altiplano, de 1936, con temática indigenista.
Y también de Pedro Figari sobre las costumbres de los negros en Uruguay y los bailes típicos de la zona, producto, por supuesto, de la crisis de los años veinte y treinta, cuando los artistas hacen un llamamiento a la reflexión social. En la muestra podemos ver también cómo el surrealismo, que surge en París, prende muy rápido en América Latina pues lo mágico y onírico tienen raíces profundas en el continente. También surgen las cuestiones freudianas y en Argentina particularmente esta mirada marcará a las artes. No se copia lo parisino sino que se va creando algo propio con base en los contextos de cada país, con las particularidades de México o de Cuba. Se mezclan la máscara picassiana con las religiones locales, las santerías, los relatos orales.
La muestra tiene una gran escultura de María Martin, formada en Brasil, quien luego fue a Estados Unidos y París, escultura que presenta una metamorfosis influenciada por las leyendas del Amazonas, con mucha fuerza en lo tropical. También está, por supuesto, Tarsila do Amaral, y su Abaporu, obra de peregrinación perteneciente al Malba que fue prestado a Nueva York, que muestra ese estar en las vanguardias y ser auténticos, que es lo que le pasa al arte latinoamericano de ese momento.


Todas las experiencias
En el espacio dedicado a los años cuarenta, se ve la huella de la Segunda Guerra Mundial, que impacta en América Latina. En la sala hay un quiebre, acentuado por el color de la pared: se cuestiona el arte figurativo con las propuestas de arte abstracto y concreto, algo más científico y matemático. En este núcleo las variantes del surrealismo y el realismo mágico son seguidas por las propuestas del arte abstracto y concreto, que en muchos casos se superponen cronológicamente.