La familia Guillin y su regreso a la tierra

Diners 464 – Enero 2021.

Por: J. Marcelo V. García.

Adela Yaquilema y Alejandro Guillin llevan la sangre puruhá. Se casaron muy jóvenes y apostaron por una vida de ciudad, hicieron familia en Riobamba y tuvieron cinco hijos. Probaron todo lo que la ciudad les pudo ofrecer, hasta que tomaron la decisión de volver a su comunidad, León Pug, en Colta, Chimborazo.

Alejandro dejó de viajar con futbolines, dragones, gusanitos, pequeños carruseles con carpas multicolores que montaba en las fiestas de los pueblos.

Ahora regresó a cultivar la tierra y también a organizar actividades turísticas que comprenden caminatas por las montañas.

Adela montó Tinkuk Wasi, un modesto puesto de tortillas de tiesto en piedra volcánica. Ofrece café, colada morada, morocho y comidas de temporada para los viajeros que, pasando por la iglesia de la Balvanera, quieren darse un respiro antes de seguir su camino hacia el sur o desviarse a la Costa. Aprovecha para ofrecer a los viandantes sus bordados y artesanías que elabora al final del ajetreo diario.

Tiempo de quinua

En este regreso a la tierra, la familia va entendiendo sus raymis y conjuga cada paso con la luna, con las lluvias, con los soles.

Primero hay que arar la tierra y deshierbar. Cuando está lista y la luna en su lugar se siembra la quinua, hasta que, luego de ocho meses, llega el tiempo de germinación y sigue el de cosecha.

El trabajo se hace a mano. Cada persona agarra un wacho o fila sembrada y con la hoz van destajando los cogollos de color más rojizo y seco; a los verdes se los deja para una segunda cosecha.

Adelaida y Alejandro junto a sus hijas Yurak Pacha, Yanna y sus mascotas Fritada y Helsinki entre sus campos de quinua, Colta – Chimborazo.

Una vez cortada, hay que dejar secar la quinua por un tiempo hasta que llega la trilla. 

El trabajo de las mujeres de la comunidad otorga un valor adicional en su cuidado y cultivo
Empanadas de maíz hechas en piedra volcánica, morocho, colada morada todo el año, artesanías y buen café ofrece Adelaida en Tinkuk Wasi, a pocos metros de la iglesia de la Balvanera en la Panamericana Sur.
Los trabajos de siembra y cosecha de la Quinua se realizan en familia.

Los hijos

Se trilla la quinua antes de que las lluvias lleguen.
Seis quintales después de 8 meses de cuidar y trabajar la tierra.

Yurak Pacha vio a sus abuelos y a su papá, con guitarra en mano, deambular por las fiestas regionales y las ceremonias religiosas; tuvo clases de música desde pequeña y la vida le ha sido grata en su sueño. Pacha ha viajado, ha visto algo del mundo y ha llevado su cultura en su canto. En esta pandemia los planes de Pacha cambiaron, los viajes se suspendieron. Dedica su tiempo al campo, a la música, al bordado y a escuchar las historias y cantos que sus abuelos le comparten mientras hacen las labores del campo.

Yanna Huayta, la segunda hija, está por terminar su carrera en Turismo y en esta pandemia ha tenido que postergar muchos sueños que quiere emprender en su comunidad. También es parte del ensamble musical familiar. Con percusiones y con vientos ayuda a elevar los sueños musicales de sus hermanas; dedica un tiempo importante a entender las zampoñas y los rondadores sonajeros hechos de chochos secos recién cosechados con sus abuelos.

Alex Bladimir y Puka Sisa son independientes. Alex es artesano, aunque también ejerce de músico. Su oficio es la cerámica y se dedica a la fabricación de alcancías y figuras. 

Puka está en Canadá, donde, igual que sus hermanos, hace música.

Nina, de doce años, sufre el desconcierto de su educación sin una tecnología apropiada ni acceso a Internet. Ayuda a sus padres trabajando la tierra, acompañada de su perra Fritada Firulina, y acolita a sus hermanas en las aventuras musicales, mientras le va encontrando el gusto al violín.

Trilla pulida y venta

La familia Guillin está adaptándose lo mejor que puede al mundo que se viene, Adela ha empezado a sembrar hortalizas y vegetales para autoconsumo.

Alejandro sueña con encontrar un comprador justo para la cosecha de este año, que ha sumado seis quintales de quinua familiar orgánica, con un precio en el mercado de setenta dólares cada uno.

Así van pasando las lunas y un nuevo ciclo de siembra empieza en la comunidad de León Pug, frente a una laguna sin turistas y mucho campo por trabajar.

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