Al crack francés lo moldearon dos padres deportistas.
Con veintitrés años, posee una poderosa personalidad.
Una sobriedad que pudiera asustar.
Los suburbios de París, un crisol de culturas y de grupos humanos, estallaron en mil pedazos a partir de la noche del 27 de octubre de 2005. Turbas quemaron vehículos, comercios, edificios y se enfrentaron con la policía francesa.
El detonante fue la muerte de dos adolescentes de origen africano, musulmanes (uno de ellos afrodescendiente). Ambos retornaban a casa luego de jugar fútbol con otros chicos, en la comuna de Clichy-sous-Bois, a la misma hora en que se producía un asalto. Gendarmes se toparon con la muchachada y la persiguieron.
Bouna Traoré y Zyed Benna, de quince y diecisiete años, salieron disparados y se escondieron en una cámara de transformación eléctrica de un edificio, donde perecieron. Las tensiones raciales, sociales, religiosas en los sectores denominados banlieus (periferias de las ciudades, por lo general, pobres) tenían décadas. El estallido duró dos semanas y se extendió a países vecinos con problemáticas similares.
Los incidentes alcanzaron a la ciudad de Bondy, donde la familia Mbappé se mantenía resguardada. La madre y el padre, de origen africano como gran parte de los manifestantes, miraban con preocupación las noticias en la televisión. Wilfrid, un exentrenador de fútbol, nacido en Camerún, y Fayza Lamari, exjugadora de la selección nacional de balonmano, de ascendencia argelina, trataban de explicar al pequeño Kylian, quien no cumplía los siete años, lo que sucedía en la calle.
Desde la vivienda familiar se podía mirar majestuoso el Stade de Francia, donde en 1998 el seleccionado galo había obtenido el título mundial por primera vez. En diciembre de ese mismo año había nacido Kylian en un entorno marcado por la creciente simpatía de los franceses por el fútbol (hasta el Mundial de 1998 el rugby le disputaba popularidad). El futuro crack creció junto con el entonces adolescente Jirès Kembo Ekoko, un congoleño a quien su padre acogió en casa; el joven había viajado solo a Francia a buscar suerte en el balompié y recaló en el Bondy Fútbol Club, el cuadro que dirigía Winfrid.
Kylian daba sus primeros toques al balón motivado por el padre y bajo la atenta mirada de su madre, quien siempre lo había protegido en exceso. Él se maravillaba en la TV con las gestas deportivas de su compatriota Zinedine Zidane, entonces el número diez del Real Madrid. Soñaba con hacer lo mismo.
Un afortunado
Kylian se inició en el equipo que entrenaba su padre, el cual lleva el nombre de su ciudad, que tiene alrededor de cincuenta mil habitantes. Empezó a los cuatro años y su crecimiento deportivo fue exponencial con el pasar del tiempo (su padre lo filmó desde entonces; esos videos se pueden encontrar fácilmente en línea). Diestro, veloz, atrevido. Un piloto de todo el ataque con talante de velocista, que se mueve con inteligencia y gambeta, impredecible en demasiados momentos.
El padre cimentó los sueños y la enorme afición del joven por el deporte popular. Además, lo llevaba a los estadios de manera regular con un objetivo: que conociera y se fotografiara con sus ídolos. Circulan por el ciberespacio tomas de un imberbe Mbappé junto con Zidane, Thierry Henry, Cristiano Ronaldo, solo para citar tres casos.
El pequeño club local pudo mantenerlo hasta los catorce años. El As Mónaco, de la primera división del fútbol de Francia, lo reclutó. Pasaron dos temporadas para que el delantero debutara como profesional, el 2 de diciembre de 2015, a los dieciséis años y 347 días. Así pulverizó la marca que tenía el también delantero e histórico Henry.
Fue apenas el inicio. En un par de meses empezó a marcar goles en todas las competencias en las que participaba con el club del principado, incluido un tanto que rompió un período de imbatibilidad del italiano Gianluigi Buffon, entonces de la Juventus, en un partido de la Liga de Campeones europea. En 2017 ganó con el Mónaco el torneo francés. Sin embargo, el primer mundo del fútbol lo requería.
Apareció en el destino de Mbappé el Real Madrid con la intención de ficharlo. El delantero fue simpatizante del club español desde su niñez, debido de manera especial al paso que tuvo ahí Zidane, su primer ídolo, y el portugués Cristiano Ronaldo, de quien se hizo fanático en la adolescencia.
Entonces apareció la enorme chequera del dueño del París Saint Germain (PSG), el emir de Qatar Tamim bin Hamad Al Zani, para pagar 180 millones de dólares por los derechos deportivos del joven talento. El monarca de Medio Oriente adquirió en 2005 el equipo por medio de una empresa vinculada con el Estado. Su fortuna no se conoce con exactitud, pero hace algo menos de una década ya superaba los dos mil millones.
Desde entonces era público el enorme interés del Madrid por contratarlo. El Mónaco le daba la primera opción, tomando en cuenta la simpatía del jugador. La aparición de los dólares cataríes pesó más. El entorno del jugador matizó la decisión con las ventajas de mantenerse en su ciudad, sin estrés.
En el PSG pasó a compartir protagonismo con el brasileño Neymar, quien había llegado semanas atrás, para disputarse las portadas de los medios deportivos franceses con Kylian. Además, habían sido parte del equipo una tropa de talentos: el argentino Ángel Di María, el sueco Zlatan Ibrahimovic, el uruguayo Edinson Cavani, el costarricense Keylor Navas, entre otros.
El cuadro parisino, luego de dominar a placer los torneos franceses, se puso como objetivo conquistar Europa. Estuvo más cerca en 2020, cuando llegó a la final, que la perdió frente al Bayern de Múnich alemán. En cancha estuvo Mbappé, quien pese a su temporada más que eficiente (treinta goles) no pudo evitar la derrota.
La llegada del astro Lionel Messi, el año pasado, reforzó los planes del PSG, que logró juntar al argentino con Kylian y Neymar. Luego de incertidumbres y rumores, el trío empezó a funcionar tanto dentro como fuera de Francia, respondiendo a las expectativas del equipo más solvente del planeta, hoy por hoy.
Paralela a su carrera en clubes, Kylian ha alternado con enorme éxito su paso por el equipo nacional de Francia, que lo integró desde que era púber. Su primera convocatoria al equipo absoluto fue a los dieciocho años, en 2017, y desde entonces no ha parado. Una temporada después fue uno de los baluartes para alcanzar la Copa del Mundo en el certamen realizado en Rusia, la segunda para su país. Marcó cuatro goles pero, sobre todo, se lo recuerda por su recital de zancadas y plasticidad en la victoria contra la Argentina de Messi, a la que derrotó 4-3 (dos tantos con su firma).
En el número 21 de la calle Jules Guesde, en Bondy, se encuentra un Kylian multiplicado por dos en un mural. En la pared de un edificio de diez plantas, el delantero, aún niño, aparece en la parte inferior del fresco, mientras duerme con la cabeza sobre una pelota de fútbol, soñando con ser profesional. En la parte superior está el jugador adulto, de espaldas, con la camiseta número 10 de la selección francesa, navegando en la mente del pequeño. “Ama tu sueño y él te amará”, reza un lema en la enorme pintura.

Mbappé ha señalado en diversas ocasiones que se siente afortunado. ¿Cuántos niños de su pueblo fueron protegidos y guiados como él? “Tuve la suerte de siempre estar rodeado, durante toda mi infancia, no solo de mis padres, sino de familiares y amigos que nunca me dejaron solo. Eso debería pasar con tantos niños que pueden ser mejores que yo”. El jugador reflexionó sobre aquello a finales de 2021, en una entrevista con una estación deportiva internacional, en un inglés casi perfecto.
El ídolo de Bondy cumplió veintitrés años en diciembre pasado, pero evidencia una sobriedad particular para su edad. Sin generar ruido creó una fundación para apoyar a menores en su país. En sus declaraciones no comete excesos, aunque subieron de tono luego de fallar un penal en la última Eurocopa de Naciones, que a la postre determinó la eliminación del cuadro galo frente a Suiza. Las redes sociales se inundaron de epítetos racistas en contra del deportista de ascendencia africana.
Quienes lo conocen han señalado que los pies a tierra de Mbappé se relacionan con el carácter estricto de su madre, la exjugadora de balonmano franco-argelina, Fianza. El hecho público en el que más se notó la voz de la matriarca de la familia sucedió en 2018, una vez que se viralizó el apodo de su hijo: Donatello. Neymar y su entonces compañero de club, el defensor Dani Alves, también brasileño, bautizaron a Kylian de esa forma debido a que, según ellos, existe un parecido enorme con uno de los personajes de una franquicia de cine y televisión, Las Tortugas Ninja.
“Le hacen bullying a mi hijo. Es una vergüenza”. Para Fianza los dos brasileños se aprovecharon de la juventud del atacante para denostarlo públicamente. Lo conminó a que relajara su amistad con Neymar, de quien dijo que no es una persona que inspire confianza. El mote quedó en anécdota debido a la enérgica posición de Lamari. Toda una revelación acerca de quién está detrás del talento deportivo.
El futuro

Thierry Henry, uno de los mejores jugadores de Francia de todos los tiempos (campeón mundial en 1998), pasó de ser ídolo a amigo cercano de Mbappé. Ambos comparten, además del talento y los éxitos, un pasado de familias migrantes y afrodescendientes. A finales del año pasado, en medio de una entrevista al delantero del PSG realizada por Henry para un documental, este preguntó: ¿Cuándo irás por fin al Madrid? Kylian, quien este año debe finalizar su contrato con el equipo de París, le dio largas.
Henry empezó a hablarle en español, lengua que domina debido a su paso por el FC Barcelona. El entrevistado comprendió todo y respondió con suficiencia en castellano. “No puedo concebir no hablar este idioma en un deporte que tiene tanta influencia de él como el fútbol”.
En la capital española esperan a este peculiar futbolista. Los medios deportivos prácticamente le dedican notas diarias. Él está preparado hace mucho tiempo, pero primero debe dejar todo resuelto con el poderoso emir de Qatar.
Sobre todo, porque este año defenderá con el combinado francés el título mundial ganado en 2018, ahora en tierras cataríes. Francia es la gran candidata para alzarse con la copa, gracias a la cabeza y los pies del chiquillo que no abandonó un sueño.