KAWS: mezcla perfecta entre arte y mercancía

HOLIDAY COMPANION, 2019. Fotografías: Cortesía del Museo de Brooklyn y Shutterstock

Grafitero, pintor, escultor, diseñador de juguetes y animador. En el mundo del arte y la publicidad se lo conoce con el nombre de KAWS. Estas cuatro letras no significan nada, pero siempre lucieron bien juntas, sobre todo dibujadas a gran escala sobre un anuncio de cigarrillos Camel o de Captain Morgan. Brian Donnelly es el verdadero nombre de este artista multifacético con más de veinte años de trayectoria en estos dos mundos tan opuestos: el del arte y el de la producción comercial. Su estética simple, juguetona y de colores extáticos, seduce a millones de personas alrededor del mundo (su cuenta de Instagram tiene 3,3 millones de seguidores).

Un adolescente tímido, nacido en 1974 en Jersey City, que comienza grafiteando las paredes del Bronx y de Washington Heights, se ha convertido en uno de los artistas más aclamados del mundo del arte contemporáneo. Su exhibición en el Brooklyn Museum de Nueva York KAWS: What Party ha despertado a todo Nueva York del letargo de la pandemia.

Donnelly habla con timidez sobre su desarrollo artístico. No le gusta explicar demasiado. Quizá piensa que no hay mucho que decir. Tampoco intenta, con su arte, plantar un sentimiento en el espectador, ni siquiera una pregunta. Hace lo que le gusta, es su oficio, su forma de vivir y a ratos de sobrevivir. Es, sencillamente, su trabajo. A sus 46 años, Donnelly aún parece ese chico grafitero de los noventa, con su ropa ligera y una gorra que siempre lleva puesta. No da por hecho el éxito arrasador que han tenido sus creaciones, sabe que cualquier cosa se puede desbaratar y en cualquier momento. El mundo del arte también es así: depende de las mareas, de la moda, de la opinión del crítico más influyente. Su actitud es relajada frente a los desafíos del momento. Navega los vericuetos del arte contemporáneo sin que le importe mucho las categorizaciones, por eso, ha hecho lo que ha hecho.

El arte de lo efímero

De niño se pasaba la vida dibujando. Más adelante, ya en la secundaria, grafitear paredes se convirtió en su pasatiempo favorito. El arte le parecía un mundo lejano, incluso inerte. “Yo pensaba que los artistas eran personas muertas en los libros”, dice en una entrevista con algunas de sus masivas esculturas de fondo.

En 1996 se muda a la ecléctica Manhattan que lo seduce con sus calles, paredes y muros como enormes lienzos en blanco listos para que él deje su marca. Rápidamente, Brian Donnelly se ve envuelto en movimientos grafiteros, en los que encuentra compañerismo y de los cuales aprende nuevas formas de comunicación con camaradas mayores y de otras nacionalidades, compartiendo fotos de sus trabajos y abordando el arte de una manera más amplia e inclusiva. La palabra KAWS se convierte en su marca o incluso en su “firma”, sin significar nada particular o pretender nada con ello. Estas letras juntas, así, en mayúsculas y con formas voluptuosas, pintadas en grandes dimensiones en alguna valla de publicidad, se vuelven icónicas y fundamentales en su forma de expresión.

SEPARATED (2019). KAWS, WHAT PARTY, en el Museo de Brooklyn.

Una valla de Marlboro fue uno de los spots favoritos del artista. Ubicada en la entrada oeste del túnel de Lincoln, que conecta Nueva Jersey con el centro de Manhattan, su posición estratégica le permitía ver a los policías antes de que ellos lo localicen. Y es que esto implica ser un artista de la calle: navegar en un mundo clandestino, lleno de aventura y adrenalina, pintando siempre en la oscuridad, esquivando al poder y la autoridad. La noche permite transformar espacios, sin que nadie se percate, para que al amanecer surja un nuevo mural con fascinantes figuras y colores. Pero, asimismo, de la noche a la mañana estas paredes pueden desaparecer, volver a su estado natural, como si nadie las hubiera tocado. Es el arte de lo efímero, un mundo emocionante y peligroso que nada tiene que ver con el trabajo de un artista dentro del estudio, tan estable y predecible.

UNTITLED (KIMPSONS), serie de acrílico sobre lienzo, 2004.

Este es KAWS como artista urbano, en su estado más puro, hasta que la publicidad empieza a tomarse los grandes murales de la ciudad o los costados de los edificios. La tendencia comienza en los noventa con la publicidad de Dona Karan y poco a poco avanza con otras marcas, arrebatando potenciales lienzos a los grafiteros e intentando apagar la voz subversiva y provocadora de los jóvenes artistas.

Donnelly quiere ese territorio de vuelta, y consigue, gracias a un amigo pintor, una herramienta, una especie de llave maestra, capaz de abrir aquellas cajas delgadas de las estaciones de bus o de teléfono, donde se colocaban los pósteres publicitarios. Si ya no podía acceder a los grandes murales, esta vez el artista tomaría otro camino, haría magia con esa herramienta y encontraría una nueva forma de hacer arte en la ciudad, esta vez creando figuras que invadieran la publicidad.

Por la noche, Donnelly tomaría un póster publicitario de una estación de bus y se lo llevaría a su casa para pintarlo y devolverlo subrepticiamente en la mañana, esta vez transformado y listo para confrontar a los neoyorquinos. El pintor envolvería a la hermosísima Kate Moss o a Christy Turlington modelando unos pantis y brasieres Calvin Klein con una nueva figura. Esta figura podría tratarse de un trozo de abrigo de piel o bien de un espermatozoide amigable y siniestro a la vez, con múltiples orejas y dos equis en vez de ojos. Bendy se llamaría esta traviesa criatura.

FAR FAR DOWN, acrílico sobre lienzo, 2016.

Gracias a Bendy, la percepción del espectador se transforma en una sensación ambigua y probablemente incómoda en relación con el anuncio publicitario. Se da una especie de confrontación entre el anuncio y el transeúnte que se mueve y camina por toda la ciudad. Hay algo completamente fuera de contexto en esos límites marcados por el anuncio. Existe un ente externo, invasivo y no sabemos si quiere destruir, alterar o acoger la estética propia de la fotografía publicitaria y de la belleza inalcanzable de estas modelos, o si simplemente quiere llamar la atención.

Esta invasión en el campo de la publicidad establece, paradójicamente, una relación simbiótica entre el artista y este universo de ilusiones. Ya no es grafiti; es un claro lenguaje figurativo, iconográfico, que marcará el camino del artista para una carrera próspera y exitosa.

Mucho del grafiti de Donnelly existe hoy en día solo como documentación. Y sus fotografías de aquel tiempo muestran un registro fabuloso del Nueva York de finales de los noventa. Algunas de estas imágenes son la introducción a la exhibición en el Museo de Brooklyn. “Sus años como artista grafitero fueron extremadamente importantes para él y realmente formaron su visión artística”, dice la curadora de la exposición, Eugenie Tsai. “Creo que su práctica en el estudio es una parte de eso, pero todavía se basa en mostrarse en espacios públicos”.

KAWSBOB 3, acrílico sobre lienzo, 2007.

¿Quién es Companion?

Companion es una figura con cuerpo y manos de Mickey Mouse, ojos en equis y un par de orejas a los lados que pueden ser una sola o muchas orejas juntas. En 1999 Companion pasa de ser un dibujo a ser un juguete, y una primera edición de quinientas figuras, bajo la marca japonesa Bounty Hunter, se vende como pan caliente. Con el tiempo, la figura va tomando protagonismo en el mercado y en el mundo del arte. Ha sido replicada en varios tamaños, en distintas posturas, y ha sido solicitada por grandes marcas como Uniqlo, Nike, Sesame Street.

En 2012 Companion flota por las calles de Manhattan. Esta vez es un globo de doce metros de largo. Por primera vez Donnelly participa con una de sus creaciones en el desfile de Acción de Gracias de la tienda Macy’s, una celebración muy tradicional e importante para los neoyorquinos. Ningún artista ha mostrado sus creaciones en un espacio que parecía no estar destinado para ello. Y en 2013 cruza la línea de lo que cualquier artista puede (¿o debe?) hacer cuando rediseña toda la imagen de los premios MTV, desde las estatuillas, hasta los tickets y el escenario.

A veces, Companion se tapa los ojos con sus manos, y en el dorso de ellas seguimos viendo esos ojos en forma de equis, como si quisiera esconderse del mundo, pero aún quisiera mirar, mirar a través de las rendijas de sus dedos, mirar con miedo, mirar sigilosamente. Los ojos en equis son muy sugestivos, pues en el lenguaje de los dibujos animados simbolizan la muerte.

Esta es solo una figura, es solo un juguete o una escultura, pero hay algo profundamente humano en ella, como cuando somos niños y nos relacionamos con los dibujitos en la televisión. Sentimos y nos emocionamos con ellos. Nos reímos y lloramos con ellos. Algo así sucede con Companion. Algo así de simple y bello. Y quizá un poco extraño también.

Como espectadores y amantes puristas del arte quizá sintamos nostalgia por los inicios de KAWS como grafitero y artista de la calle, por esa noción más romántica e idealista del arte, que incluye el matiz de starving artist (artista pobre o hambriento) pero siempre profundo y fiel a los grandes cuestionamientos de la vida. Sin embargo, las cosas ya no son así o no tienen por qué ser así. Cada vez más los museos incluyen artistas que se van alejando de un concepto tradicional de arte. Este es el caso de Brian Donnelly, quien entró al mundo del arte no por la puerta de las galerías y los museos, sino netamente por su habilidad para crear y expandir sus productos.

Artistas como Donnelly enriquecen el paisaje artístico, lo dotan de un nuevo colorido y un nuevo sabor, donde las fronteras se fragmentan y nuevos públicos avanzan en la comprensión de lenguajes artísticos más simples, quizá, pero igual de poderosos en su mensaje y en su composición.

KAWS, WHAT PARTY, bronce pintado, 2020.
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