Fanáticos y coleccionistas mantienen viva la voz que enloqueció a América Latina con pasillos y boleros de amor y desamor.

Julio Alfredo Jaramillo Laurido eran sus nombres y apellidos completos. Pero la idolatría popular lo convirtió en el Ruiseñor de América y Míster Juramento. O simplemente J. J., un apelativo tan humilde y sencillo como sus orígenes y personalidad.
La voz que enloqueció al público femenino y encendió el romanticismo se apagó el 9 de febrero de 1978. Falleció por complicaciones cardíacas, renales e hipertensión arterial. Alrededor de 250 000 personas le dieron un multitudinario adiós.
Nació el 1 de octubre de 1935 en Guayaquil. La impecable afinación de su voz se consagró en 1957 con la enorme resonancia internacional que tuvo el bolero “Nuestro juramento”. Su música se paseó por América Latina con incontables éxitos. “J. J. era un auténtico genio (…) Solo necesitaba escuchar una vez la melodía de una canción para retenerla y, si fuera el caso, grabarla al instante”, señala el Museo del Pasillo en Quito.
La vida bohemia y una numerosa descendencia completan la leyenda popular del intérprete de “Fatalidad”, “Alma mía”, “Te odio y te quiero”, “Ódiame” y “Cinco centavitos”.
Admiración y pasión
Greysi Jaramillo Cobos, hija venezolana de Julio, preside el Grupo Cultural Julio Jaramillo que “rescata y enaltece” el legado del cantante y compositor, por ejemplo, en las tradicionales romerías que se realizan en los aniversarios del nacimiento y la muerte.
Cuando murió su papá tenía siete años y comenta que “muchas portadas de los discos (grabados en Venezuela) son fotografías que mi abuelo (Luis Cobos, fotógrafo) tomó”.
Greysi estima que J. J. realizó entre 2000 y 2500 grabaciones de estudio. Le gusta muchísimo “Fatalidad”, pero prefiere las canciones en las que “entra hablando (…) siento como si tuviera la charla que me hubiese gustado tener con él”.
Las redes sociales son un vehículo infinito para intercambiar recuerdos y, por otro lado, coleccionistas de varias generaciones también mantienen vivo un inestimable legado.
Hugo Mejías creció escuchando los famosos pasillos y boleros. Atesora unos 1300 discos, entre ellos 369 LP, más casetes y revistas, “de todo un poquito”.
De hecho, buscando discos viajó a Venezuela en los años setenta y, “gracias a Jaramillo”, se quedó por cuatro décadas y conformó su familia. Regresó hace poco a Guayaquil.
“Nadie como Jaramillo”, afirma Mejías, quien lamenta que “nunca tuve una cámara para tomarle una foto” cuando en 1976, el ídolo regresó a su tierra natal (desde Medellín) y tuvo un jubiloso recibimiento en radio Cristal.
Comparado con la edad que tiene la generación que creció escuchando al Ruiseñor de América, Gustavo Castro es joven, tiene 37 años y es cantante de la Banda Blanca de la Armada del Ecuador.
Es conocido por sus interpretaciones muy similares a las de Julio. Su admiración la muestra en una colección de más de quinientos LP, así como casetes, cedés, devedés, recortes de periódicos, revistas, libros, botellas, fotografías originales, etc.
Juan Navarrete es otro de los seguidores, dice, “del mejor cantante ecuatoriano”. Comenzó a coleccionar en 2010 “por saber más de su discografía fuera del Ecuador, que acá no se conoce mucho”. Ha reunido un centenar de discos, más casetes, cedés, libros y revistas.
En Facebook creó el grupo Julio Jaramillo, la Voz de Oro y sus amigos, que divulga variado material sobre Julio y de otros artistas de su época.
Museos
El Museo de la Música Popular de Guayaquil es un pilar para conocer la vida y la obra de Julio Jaramillo. Fotografías, documentos, discos, afiches, cancioneros originales y prendas de vestir forman parte de esa colección, precisa Allyson Luna, directora de Gestión y Promoción Cultural del Municipio de Guayaquil.
También en Quito el Museo del Pasillo de la Presidencia de la República tiene un guion museográfico que realza “al artista ecuatoriano más popular de todos los tiempos y un ídolo de la música latinoamericana”. Posee catorce obras pictóricas con diferentes técnicas de grabado.