Por Francisco Febres Cordero.
Edición 433 – junio 2018.
Los analistas miramos con gran interés este mundial de Rusia pues, a la táctica que cada entrenador aplicará en su equipo, hay que sumar las características individuales de ciertos jugadores que, por sus especiales condiciones, pueden lograr que el resultado del partido cambie intempestivamente.
A continuación, la lista de aquellos que recomendamos no perder de vista:
Al que, sin razón aparente, da un yucazo al árbitro, al público, a sus compañeros y a todos mismo porque a él todo le vale gaber: Gaber.
Al que sus adversarios saludan y nunca le quitan la pelota porque les parece que es de su mismo barrio: Vecino.
Al que le dan de tomar el agua en mamadera y, cuando le da calambre y sale de la cancha para que lo masajeen, aprovechan para cambiarle el pañal: Agu.
El que nunca protesta y hasta lo malo le parece bien: Wright.
El que cree que la palabra del entrenador es tan infalible como la del papa: Cristiano.
El que dice que, más que futbolista, es el hijo de Dios: Jeus.
Al que sus adversarios deben encarar siempre de frente y no perseguirle por atrás: Kagawa.
El que es bien intelectual, se desconcentra en pleno partido por andar leyendo un libro y dice que, en lugar de ganar el Balón de Oro, él aspira a que esta vez sí, por fin, le den el Nobel: Borges.
Al único que no le importa que sus adversarios le digan que es un hijo de perra: Can.
El que ha capitalizado una feroz protesta para que los jugadores dejen de andar pintándose el pelo de colorinches o salgan a la cancha luciendo en su cabellera diseños que marcan entre los jóvenes una moda: Calvo.
El que dice que nació en 1820, entra a los partidos mamadazo, pero sigue tan campante porque asegura que desciende de Johny: Walker.
Al que sus adversarios nunca faulean y lo miman como si fuera su compañero: El Ahmadi.
El que entra a los partidos siempre cabriadísimo y cuando reclama algo parece que echa espuma por la boca: Rabia.
El que explica con señas que está afónico ya que la noche anterior fue solista en un concierto de rock: Kanté.
Al que en el fichaje ya no le preguntan hijo de quién es, porque ya conocen la respuesta: Di María.
Aquel que resulta un enigma que juegue en el mundial porque pertenece a otra categoría muy inferior: Subasic.
El que gime cuando alguien lo faulea o cuando el entrenador lo hace esperar en el banco de suplentes: Lloris.
El que en pleno partido mira la tribuna, suspira, patalea y grita a una muchacha que está en las gradas: Ben Amor.
El que juega aunque esté lesionado o apenas lo patean se levanta y continúa corriendo como si nada: Sané.
Al que se le presentó la disyuntiva entre ser torero y futbolista, y escogió ser futbolista: Bacca.
El que no puede resfriarse porque entonces sus pulmones producen un ruido a lo bestia, que no cesa: Tosic.
El que, por seguridad, antes del partido pone una vela a santa Rita y otra a san Mateo: Dos Santos.
El que se acerca a cualquier compañero lesionado y, con una imposición de manos, dice, ¡ya, puede seguir jugando!: Lozano.
El que nunca gana espacio con la pelota en sus pies: Vasin.
El que se cree el más gallazo: Kokorin.
El que lleva al estadio frutas, verduras, conservas, licores con la intención de vender: Mercado.
El que es un jugador necio, testarudo, que nunca reconoce nada: Never.
El que se chorrea en el primer tiempo y en el segundo termina apagándose, aduciendo que hay mucho viento: Vela.
Al que nunca le preguntan: ¿y tú, qué apellido tienes?: Blaszczykowski.