1. Cuando tenía dieciséis años, recorté un obituario del escritor chileno José Donoso que leí en la prensa y lo colgué en el corcho de mi habitación. Había sacado un par de libros suyos de la biblioteca pública y, aunque no entendí mucho, era mi héroe.
2. En agosto o septiembre de 1965, José Donoso había conocido a Kurt Vonnegut en Iowa, Estados Unidos. Formaban parte del plantel de profesores de los talleres de escritura creativa y el área de inglés. Otros docentes eran Paul Engle, Vance Nye Bourjaily y, más tarde, Richard Yates.
3. Vonnegut no era muy conocido todavía. Llegó a Iowa porque a último minuto el poeta Robert Lowell tuvo que cancelar su contrato. Al comienzo fue un pésimo profesor. Él mismo no había terminado su licenciatura en Antropología (luego de la guerra) y estaba con estudiantes de posgrado que lo consideraban light, flojo. Alguna vez un estudiante comparó algo que había surgido en clase con la obra del poeta inglés Keats. “¿Quién es Keats?”, preguntó el profesor.
4. La novela Matadero cinco apareció en 1969. Donoso, quien sostuvo correspondencia con Vonnegut durante muchos años, dijo que fue testigo directo de cómo se hizo famoso. El subtítulo de ese libro fue La cruzada de los niños. Le había prometido a una amiga que no terminaría siendo una versión romantizada de la guerra ni una invitación para que algún joven lector se creyera John Wayne luego de ver la adaptación cinematográfica que seguramente aparecería.
5. El filme apareció en 1972. Diez años después Vonnegut estaba en el Ecuador, puntualmente en las islas Galápagos, buscando ideas e inspiración para lo que sería su undécima novela. Las fechas no coinciden pero, en un universo paralelo, el escritor estadounidense se podría haber encontrado con el poeta cuencano Efraín Jara Idrovo, contemporáneo suyo (1926-2018), y uno de los escritores locales que más ha hecho por elevar el valor simbólico de las islas, sobre todo a través de Sollozo por Pedro Jara.

6. Una vez conocí a Jara Idrovo y, aunque no lo pensé en ese momento, se parecía mucho a las fotos que he visto de Vonnegut, pero en bajito (Vonnegut, creo, medía más de 1,80).
7. Vonnegut también sollozó por uno de sus hijos. A finales de los setenta, Mark Vonnegut formó parte de una comuna hippie en las afueras de Vancouver, Canadá, y terminó internado en una clínica para tratar adicciones y locura. Usé partes de esta anécdota, entre otras citas de Vonnegut, en mi novela-collage Una comunidad abstracta que toma lugar precisamente en Vancouver (donde viví por cuatro años).
8. Otro dato curioso de la familia Vonnegut: durante un período Kurt fue suegro del famoso periodista sensacionalista Geraldo Rivera, quien, hasta ahora, luce un bigote vonnegutiano.
9. El prólogo de Matadero cinco es quizás la mejor parte de toda la novela. Vonnegut se suma a la gran tradición de arte y literatura antibélica pero, sobre todo, es un escritor de renombre que en su juventud participó directamente en un conflicto armado. ¿Cuántos de esos quedan? ¿Debería alegrarnos o ponernos tristes de que ya no queden muchos de esos escritores?

10. Fantaseo con leer libros no de principio a fin, sino a partir del índice onomástico que aparece al final (en los libros en los que aparece un índice onomástico al final, que cada vez son menos).
11. Cuando se alude a la muerte en Matadero cinco (alguien muere violentamente o simplemente la idea se sugiere), Vonnegut apunta: And so it goes. La frase aparece una y otra vez.